domingo, junio 10, 2018

El 68 desde el aquí y el ahora



Después del buen gusto de boca que nos ha dejado el centenario de Octubre que ha motivado un verdadero despliegue de artículos, charlas y ediciones “a la ofensiva”, o sea desde el punto de vista reivindicativo y pluralista, ahora nos llega el 50 aniversario de los acontecimientos del mayo del 68 que fue francés pero también internacional.
Quizás lo primero que nos plantea es el dilema entre una lectura de derechas que subraya su carácter superado y su carácter cultural, y la nuestra que lo hace en el sentido contrario: lejos de haber mejorado la situación de las nuevas generaciones, ahora resulta que lo tienen mucho peor que sus padres y abuelos, al tiempo que se registra el epicentro en una huelga general de diez millones de trabajadores, sin olvidar su carácter internacional, evidente especialmente en la lucha del pueblo vietnamita así como de la enorme corriente de rechazo coincidente en los Estados Unidos con la irrupción del “Black Power” y de la “contracultura”.
También resulta justo apreciar que el mayo tuvo un triple componente: el anticapitalista con las huelgas y las barricadas, el anticolonial con las resistencias en el llamado “Tercer Mundo”, pero también del rechazo del estalinismo, punto que nos lleva a otro gran acontecimiento del año: la “primavera de Praga”, tentativa de “socialismo con rostro humano” aplastada por los tanques del llamado “Pacto de Varsovia”, acción justificada por Leónidas Breznev apara atajar una delirante “conspiración trotskista”. Desde este punto de mira que comprende la actuación del PC francés durante las jornadas, hacen que, en no poca medida, el 68 conecte históricamente con el mayo del 37 de Barcelona, la primera revuelta obrera contra el estalinismo, con todo las contradicciones que esto implica ya que hasta entonces, la izquierda militante se ha sentido identificada con el “comunismo”, sí bien desde entonces no harán más que ampliarse las disidencias.
Otra consideración importante es la cronológica. Desde una perspectiva histórica amplia, se puede decir que este ciclo se abre y se cierre en el escenario de la revolución anticolonialista. Con una revolución triunfante en Cuba a pesar de la oposición el PC cubano que se revalida en Bahía Cochino y que recibe el apoyo activo de la URSS “reformista” de Kruschev, para acabar dos décadas más tarde con el agotamiento de la revolución sandinista a la que le faltó el mismo soporte geoestratégico. Entre un tiempo y otro se da una contraofensiva liderada por la Tricontinental como una internacional consecuente que en unos lugares aplasta tentativas reformistas democráticas-populares (Indonesia 1965, Chile 1973), en otros se retira pero después de países enteros destruidos (Vietnam, Laos. Camboya), y en otros juega la carta del “colchón” en connivencia con la socialdemocracia (Portugal, España, Grecia. Con el epílogo de Sudáfrica). El “mundo comunista” atravesado por el nacionalismo estalinista se divide, China entiende que tanto monta la URSS como los USA, y dan la espalda al Vietnam: el “socialismo en un solo país”.
De todo este vasto panorama de dos décadas, quedarán los restos de una última generación de izquierda militante, la conocida como “la del 68”, emergió a mediados de los años sesenta en Europa y en los Estados Unidos. La magnitud de sus movilizaciones fueron de primer orden, esta generación protagonizó mayos del 68 en Francia, pero también en Italia y en menor medida, en otros países; también fue capital en la lucha en la solidaridad con el pueblo vietnamita, incluso fue decisiva en los EEUU para el final de la agresión. Su presencia se hizo notar en la “revolución” del libro de bolsillo, en el avance de las propuestas teóricas en abierta crítica oposición al estalinismo y a la socialdemocracia, sin olvidar renovaciones muy importantes en el cine, el teatro, la música, etcétera.
Aunque llegó muy lejos, esta generación que le tocó vivir una página histórica que, como proyecto revolucionario, se podía decir que se quedó a mitad de camino.
A pesar de sus enormes limitaciones orgánicas, conmovió los cimientos del orden establecido, demostró que la revolución no solamente era necesaria sino que también era posible. Pero por otro, resultó incapaz de ir más allá de la última barricada del sistema (los partidos comunistas instalados), causando en los poderes establecidos un verdadero “pánico social” que estarían en la base del proyecto de contrarrevolución global triunfante desde el momento en que el llamado “comunismo” ya había resultado culturalmente derrotados en los años cincuenta.
En el Occidente capitalista llegó cuando los padres aseguraban que el mundo estaba cavado, pero cuando la revolución crecía en el mundo colonial y semicolonial, como muestra de un rechazo al “totalitarismo” imperial y al expolio. Se trataba de una generación que rechazaba la herencia paterna, la existencia de un conformismo social, político y cultural, y también sexual por supuesto: el puritanismo aparecía como una enfermedad, el libro más vendido aquellos días fue “El libro rojo de las posiciones”, de procedencia sueca. Era una juventud que había crecido en el ambiente reformador de la segunda posguerra, que había accedido a la enseñanza, que creció con el cine. Su naturaleza radical puede entenderse fácilmente considerando el contexto de esa época que estaba mostrando sus grandes contradicciones.
El contexto internacional estaba dominado por la “guerra fría”, por un “equilibrio nuclear” que por primera vez en la historia podía dar un suicidio del planeta. Esta revelación nos llegaba a través de películas como “Teléfono rojo” de Stanley Kubrick, y había tenido una importancia capital en la llamada “crisis de los misiles”. Nuestros gobernantes por lo tanto solamente nos merecían desconfianza y desprecio.
Esto se hacía evidente mediante las fotos cotidianas de la lucha de liberación en Indochina, una batalla de David contra el más enloquecido y poderoso Goliat, y que llegaba a continuación del triunfo de las revoluciones en Argelia, pero sobre todo en Cuba. Iniciada como una guerrilla romántica contra la dictadura, la revolución cubana había impuesto la reforma agraria, la socialización de los medios de producción y se postulaba como el “primer territorio libre de América Latina”. Muchos sesentayochistas pasaron por Cuba como brigadistas. Los discursos de Fidel sonaban a autenticidad y daban sentido a una opción de “sentido de vida”, La que había ofrecido mejor que nadie Ernesto “Che” Guevara, quizás el único revolucionario admirado por los jóvenes de todas las tendencias. El “Che” sufría ante aquel Vietnam “trágicamente solo” frente al Imperio y que, por lo tanto, lo fundamental era extender la vía guerrillera, Pero había una diferencia trascendental: la CIA había subestimado el foco cubano, algo que nunca más volvería a suceder, antes el contrario, se mostraron dispuesto a aplastar cualquier conato por ínfimo que fuese. Hasta improvisó nunca “internacional” contrarrevolucionaria (La Trilateral), dispuesta a pagar a militares golpistas.
En el curso del año 1968 se combinaron varios momentos claves: la ofensiva del Tét en Vietnam, la Primavera de Praga en Checoslovaquia que acabó siendo la última tentativa reformista dentro del las “democracias populares”, de las barricadas estudiantiles y de la mayor huelga general obrera en la historia en Francia, la agitación estudiantil en diversos países, la matanza de estudiantes en México, el país que había sido el iniciador del proceso revolucionario del siglo XX, del “Black Power” en los EEUU, las numerosas e importantes guerrillas en América Latina como la que había levantado con los campesinos del valle del Cuzco Hugo Blanco, etc.
En el caso del mapa político europeo todavía permanecía marcado por la conti­nuidad de dictaduras de origen fascista en el sur del continente, del franquismo en España donde la agitación obrera y estudiantil crecía, del salazarismo en Portugal, en tanto que se había establecido la dictadura de los coroneles en Grecia en colaboración con la corona… No fue por casualidad que la película más emblemática del 68 francés fuese “Z”, de Costa-Gravas, que acusaba una trama fascista que se había desarrollado en Grecia. En un lado y en otro se estaban creando puentes entre la juventud estudian­til y la juventud obrera, parte de la cual osciló hacia las formaciones militantes situadas a la izquierda de los partidos comunistas, ya cuestionados, sobre todo por la actuación del partido francés.
Aunque en los sesenta algunos ideólogos (el “arrepentido” Daniel Bell) habían pretendido dictaminar el final de las ideologías, el “gobierno de los tecnócratas”, la sentencia del proletariado militante (integrado en un neocapitalismo que –aseguraban- había superado las crisis internas), lo cierto es que las nuevas generaciones pusieron en primer plano lo debates ideológicos que había logrado marginalizar el estalinismo, amén de avanzar huelgas y movilizaciones como la de Bélgica de 1960. “Huelgas salvajes” que se repitieron hasta el 68, que fue proseguido por el ”mayo rampante” italiano.
El alcance de estos debates se amplificaron por el surgimiento del fenómeno grupúscular (“gauchisme”), en el que convergieron básicamente tres corrientes: la maoísta dividida entre los más “clásicos” (que tomaba como referencia la época del “socialfascismo”) y el más “esponteneísta (visible en película de Godard como “Tout va bien”); el neoanarquismo en el convergencia las tendencias libertarias más diversas, y el trotskismo dividido igualmente entre los que creían que todo estaba dicho en 1938 (el Programa de Transición redactado por el último Trotsky), y la JCR que fue el “motor” del “Movimiento 22 de marzo” en el que convergieron diversas corrientes. En vísperas del mayo, las JCR y Ernest Mandel ya había protagonizado unos primeros brotes de movilizaciones en las vísperas.
Por entonces, las referen­cias dominantes entre los trabajadores y sectores de las clases medias era el socialismo, atendiéndose como tal el modelo sueco representado por Olf Palme, un reformista que denunció la guerra del Vietnam, que “se mojó” contra el franquismo, por todo lo cual seguramente fue asesinado convenientemente. La alternativa se planteó desde este horizonte porque el PCF ni quería ni seguramente podía a pesar de ser la primera fuerza política y sindical, estaba “hecho” a no gobernar, a representar una línea reformista con referencias a la URSS y a 1917 que, en realidad, no le comprometían a nada. Se habló de un gobierno de izquierda liderado por François Mitterrand y Pierre Mendes-France, pero mientras que desde las barricadas se desconfiaba, ellos tampoco lo tenían claro. Finalmente, el gobierno retomó la iniciativa sacando la derecha a la calle y prometiendo mejoras sustanciales para los trabajadores. De esta manera, la crisis remitió salvó en los focos que se mantuvieron en las universidades y los liceos.
Es más que evidente que el mayo francés sobrepasó todo lo imaginario. Retomó con la crisis de junio de 1936, y al igual que entonces se ocuparon las fábricas en las que ondeó las banderas rojas y las negras del anarquismo, Por otro lado, la suma de los sectarismos e infantilismo izquierdistas, la inconsistencia de una alternativa al mundo del PCF que entonces comenzó a declinar pero sin relevo, limitaron las posibilidades de mantener un desafío. Luego llegó la reacción, el espacio que habían ocupado los emblemáticos el fraccionamientos, de los arrepentimientos previos al reciclaje en cargos políticos cínicos –Gunther Gras clamaba por una generación que se habría ahogado en un vaso de agua, a la primera crisis, aunque la cosa es sin duda más complicada-, lo cierto es que lo mejor de esta generación ha urdido numerosos puentes entre la generación republicana y la actual, permitiendo poder acceder a una tradición amplia cuyo reconocimiento se hace de primera necesidad para los jóvenes de ahora, sobre todo sí no quieren tropezar con las mismas piedras.
En base a estas líneas, el autor ha estado dando conferencias en lugares como Badalona, Premiá de Marc, Gavá, charlas que ha resultado una reflexión intergeneracional.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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