jueves, diciembre 13, 2018

La economía macrista no se bajó del Titanic



La “paz cambiaria” con la cual el macrismo pretende cerrar el año 2019 no alcanza para disimular el derrumbe económico de su gestión.

La utilización de la capacidad instalada industrial en octubre ha caído al 65%, el registro más bajo desde la bancarrota de 2002. La caída del consumo y las tasas de interés usurarias comienzan a golpear severamente a la gran patronal industrial, como se revela en la insolvencia que declaró Longvie, la fábrica de electrodomésticos.
El gobierno contrapone a este derrumbe su supuesta “solidez” para afrontar los compromisos de deuda, a partir del nuevo acuerdo con el FMI. Pero es esa pretendida solvencia la que se encuentra cuestionada por los especuladores internacionales. El riesgo país -el índice que marca la prima extraordinaria que deben pagar los bonos de la deuda argentina- ha trepado por encima de los 750 puntos, equivalente al momento más álgido de la megadevaluación de 2018.
Los voceros de los bancos y fondos de inversión atribuyen la suba del “riesgo país” a la incertidumbre electoral, por una eventual derrota de Macri a manos del kirchnerismo. Los K han respondido a esas dudas asegurando -vía Kicillof- que respetarán los acuerdos coloniales con el FMI. Pero más allá de la voluntad de quienes se autoproclamaron “pagadores seriales” de la deuda cuando les tocó gobernar, la insolvencia argentina reviste un carácter objetivo. Ello se aprecia en la curva curiosa que recorre los títulos de deuda según su fecha de vencimiento. Estos títulos tienen un rendimiento más en 2019 y pegan un fuerte salto en 2020/2021, para luego descender en los años posteriores. El pico de 2020 se debe a las “serias dudas existentes sobre el financiamiento público a partir de 2020 y, en ese sentido, que pueda haber una reestructuración de deuda post 2019” (Cronista, 11/12). La palabra “reestructuración” es el eufemismo de un defol concertado, al cual habría que arribar una vez que se utilizaron los recursos del FMI para el pago de los vencimientos de deuda en 2019.
Por este motivo, la oposición pejotista “protesta”, no por el acuerdo con Fondo, sino porque Macri prevé gastar esos recursos antes del final de su mandato, dejando al gobierno entrante a las puertas de la “reestructuración”. Pero como veremos enseguida, este debate sobre “el 2020” tiene un carácter encubridor. Por cierto, la crisis de deuda podría desatarse antes.

¿Hay 2019?

Según los funcionarios del gobierno, los fondos a aportar por el FMI en 2019 -unos 23.000 millones de dólares- representan un 54% de las necesidades de financiamiento del Estado argentino. Para la porción restante, el gobierno supone la renovación de los vencimientos de deuda. Por caso, sólo en el primer trimestre del año existen vencimientos superiores a los 20.000 millones de dólares, que el gobierno supone renovar en una proporción no inferior al 50%. Pero las hipótesis de renovación deben ser confrontadas con la presente suba del riesgo país, y la clara tendencia de los especuladores internacionales a desprenderse de títulos argentinos. La expectativa de una recesión mundial -que no dejaría afuera a los Estados Unidos- no detendría la suba de la tasa de interés en ese país, cuyo Banco Central prevé dos nuevos aumentos para 2019 (Econviews, 27/11). En este cuadro, la “dolarización de carteras” es la palabra de orden en las finanzas de Argentina, y algunos analistas prevén “una nueva corrida cambiaria para marzo de 2019” (Ambito, 10/12). El gobierno promete responder a ello con los dólares de la cosecha y de las reservas internacionales, que nominalmente se sitúan en los 50.000 millones de dólares. Pero por un lado, los exportadores están habilitados a retener en el exterior las divisas que perciben; y, por el otro, las expectativas de una nueva devaluación incentivarán como nunca a la retención de la cosecha. En lo que respecta a las reservas internacionales, cuando se descuentan los encajes bancarios, el swap de China y los fondos del FMI, los recursos genuinos del Banco Central ascienden… a 3.000 millones de dólares, equivalentes a unos 20 días de venta de divisas en el mercado cambiario. A la luz de estos datos, es claro que la suba del riesgo país no sólo envuelve a la Argentina post 2019: anticipa también un 2019 convulsivo. Este es el escenario que surcará las elecciones nacionales del año que viene y a sus 17 desdoblamientos provinciales. El golpeado régimen político de Macri, los gobernadores pejotistas y el FMI tendrá que transitar el proceso electoral bajo una bancarrota económica que no ha dicho aún su última palabra.

Marcelo Ramal

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