Yo he preferido hablar de cosas imposibles,
porque de lo posible se sabe demasiado.
Silvio Rodríguez
Evitar que todo se pudra
La mañana del sábado 23 de diciembre de 1922, Vladímir Ilich Lenin despertó con la mano y pierna derechas, además de una parte del cuerpo, paralizadas, a causa de una recaída y un nuevo infarto cerebral. Con autorización de sus médicos, diariamente –por el tiempo de cinco minutos– profirió dictados a sus secretarias. Entre aquel sábado 23 y el domingo 31 elaboró un conjunto de notas, las que conforman su “testamento”.
Consciente de la gravedad de su estado, el líder bolchevique se apresuró en ocuparse de los problemas fundamentales de la Revolución: 1) Gestión económica; 2) Democratización del partido; 3) La cuestión nacional georgiana; 4) Sucesión.
A espaldas de Stalin y del Buró Político, y en complicidad con sus secretarias, esposa y médicos, Lenin se consagró a investigar un confuso incidente entre el miembro del politburó bolchevique Ordzhonikidze y el comunista georgiano Kabanidze. ¿Qué descubrió? Que el dirigente moscovita agredió físicamente al segundo, en otro impasse derivado del modo de entendimiento de la autonomía de las naciones. Al enterarse de los detalles del caso, Lenin escribió: “se pudrió todo”. Días antes, el propio Stalin insultó telefónicamente a la esposa de Lenin, Nadezhda Krúpskaya. Así, tristemente evidenciaba que los coletazos de la guerra civil se hacían sentir entre los dirigentes y militantes de base bolcheviques, aparentemente algunos desprovistos ya de principios y respeto con sus camaradas. De ahí que tal vez Lenin se decidiera por numerar las “cualidades” imprescindibles de un cuadro comunista: leal, respetuoso, educado, carismático, con una sólida preparación científica y mirada global, con capacidad organizativa y administrativa.
A 77 años de esos angustiantes hechos, en el acto de celebración del Primero de Mayo, desde la Plaza de la Revolución de La Habana, con inquietudes similares a las del ruso, el comunista cubano Fidel Castro, a fin de advertir ante cualquier amenaza de podredumbre, apuntó: “[Revolución] es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos”.
Socialismo de todos o de nadie
Enterado de las desavenencias entre dos de los más altos jefes soviéticos –aparte de arbitrarias actuaciones del Buró Político–, y espantado por las luchas intestinas entre camarillas, fracciones y dirigentes veleidosos, desde su cama, en una pequeña habitación del Kremlin, el lunes 24 de diciembre Vladímir Ilich dictó a una de sus ayudantes: “El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia”.
De cara al XII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, a realizarse en abril de 1923, Lenin se preparó durante 75 días para demandar la reestructuración del poder político y gubernamental, con el ánimo de garantizar estructuras colectivas de discusión y decisión, a modo de impedir la concentración del poder. De este modo, propuso elevar el número de miembros del Comité Central de 20 a 100, crear una Comisión Central de Control compuesta por otros 75 miembros y, por último, impulsar una Conferencia del Partido con el conjunto de los 175 miembros electos. ¡La Revolución socialista rusa de todas y todos no podía ser secuestrada por unos pocos!
Por su parte, el forjamiento de una revolución socialista democrática y humanista, profundamente participativa, perteneciente a las y los trabajadores, desprovista de burocratismos y mezquindades de cualquier tipo, ocupó tempranamente un sitial preferencial en las cavilaciones de Fidel Castro. Por eso, en la plenaria provincial de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), el jueves 3 de septiembre de 1970, en clave leninista se explayó sobre su concepción del socialismo: “El socialismo si no es de masas fracasa, porque tiene que trabajar para las masas y los problemas sólo los puede resolver con las masas… Sin las masas el socialismo pierde la batalla: se burocratiza, tiene que usar métodos capitalistas, tiene que retroceder en la ideología. Así que no puede haber sociedad más democrática que la socialista sencillamente porque sin las masas el socialismo no puede triunfar. Las batallas sólo se ganan, dentro de una sociedad colectivista, con la más amplia participación de las masas en la solución de sus problemas. Recuérdese esto”.
Lecciones de ayer, para el hoy
Este 25 de noviembre se cumplieron dos años de la partida física de Fidel Castro, mientras que el próximo 21 de enero se cumplen 95 años de la partida física de Vladímir Ilich Lenin.
Ambos capitanearon dos de las revoluciones socialistas más trascendentes de la historia humana. Ambos depositaron su fe en las inmensas capacidades de las mujeres y hombres para construir una sociedad comunista. Ambos compartieron una concepción historicista del marxismo y promocionaron la educación y la cultura, dos condiciones imprescindibles para un estatuto civilizatorio superior al capitalista. Nos cabe a nosotras y nosotros apropiarnos de las experiencias pasadas y presentes de la lucha de la clase trabajadora por su emancipación, extraer las lecciones de ayer, para el hoy.
Javier Larraín
Cambio
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