Una crisis de régimen
El golpe del 66 derroca al gobierno de Arturo Illia, que había llegado a la presidencia en las elecciones de julio de 1963 con tan solo un 25% de los votos, y alrededor del 20% de votos en blanco que representaban un rechazo popular a la proscripción del peronismo.
En todo el periodo posterior al golpe del 55 de la llamada “Revolución Libertadora”, la burguesía había sido incapaz de integrar al peronismo a un régimen político estable. Frente a la división que había en el ejército entre “azules” y “colorados” sobre si se debía buscar una integración paulatina del peronismo o sostener indefinidamente su proscripción. Illia salió electo cuando los “azules” lograron que se convocara a elecciones, pero se terminó imponiendo la proscripción del peronismo.
El peronismo, en tanto, procesaba su propia crisis. A los diez años de haber sido desalojados del poder por un golpe militar sin haber ofrecido resistencia, se sumaba la entrega de la huelga general de 1959 estallada a partir de la represión a la ocupación del frigorífico Lisandro de la Torre, y la impotencia del peronismo y la burocracia sindical ante la anulación frondizista-militar del triunfo peronista en las elecciones de la provincia de Buenos Aires en 1962.
El “operativo retorno” de Perón de 1964 buscaba realinear a su tropa, pero su fracaso (Perón fue bloqueado en Brasil) demostraba lo que sostuvo el PO en uno de sus primeros documentos (1): que Perón volvería a la Argentina solo cuando la burguesía lo necesitara para contener un ascenso revolucionario.
Estas derrotas, sumado a las constantes defecciones del peronismo y la burocracia sindical habían provocado una desmoralización de la clase trabajadora, a partir del cual –en el marco de una recesión económica-se montó un aumento de la desocupación y una ofensiva patronal y del gobierno sobre los salarios.
El gobierno de IIlia, a partir de la bonanza de una buena cosecha y la mejora de los precios de exportación, intentó reactivar el proceso productivo y el golpeado mercado interno con el ensayo de una política intervencionista: la anulación de contratos petroleros entreguistas que había firmado Frondizi, la aplicación de un control de cambios, la ley de medicamentos que perjudicaba a las empresas farmacéuticas. El Partido Comunista celebraba el “coraje” de Illia y su supuesta evolución política antiimperialista. Esto pese a que el gobierno pagó onerosas indemnizaciones en las negociaciones con las empresas petroleras, y a que el excedente comercial se orientó fundamentalmente al pago de intereses de la deuda externa (acuerdos con el Club de París). Y defendió internacionalmente la política yanqui en Vietnam, saludó a los golpistas de Bolivia y Brasil y, si bien no se llegó a enviar tropas a la invasión yanqui a Santo Domingo para aplastar una fuerte rebelión popular -por la masiva oposición interna y la crisis que provocó- adhirió a la creación de una Fuerza Interamericana de Paz a su servicio.
Pero el gobierno de Illia y el régimen iban entrando a una crisis más profunda. Las medidas proteccionistas que quiso ensayar le produjeron roces con sectores del imperialismo y la burguesía, y representantes mediáticos de esta. A la vez la burguesía reclamaba una ofensiva más decidida sobre la clase obrera para eliminar conquistas, imponer una mayor “racionalización”-explotación e incrementar la “productividad”- que el gobierno de Illia demostraba no contar con las condiciones políticas para llevarla adelante: había fracasado en su intento de reglamentación de la actividad sindical y no lograba concitar el apoyo de las masas que lo identificaban como un representante del gorilismo histórico.
La burocracia de la CGT lanzo un plan de lucha pero lo dividió en sucesivas etapas para contener y mantener su control sobre la clase obrera. Sin embargo, se evidencio que seguía manteniendo su poder de fuego y, también, la potencialidad que podría desarrollar el movimiento obrero. La última “etapa” de dicho “Plan” fue la toma de once mil empresas, pero esto no abrió ningún curso revolucionario, porque se trato de una acción controlada y administrada.
A esta situación, se sumó que en las elecciones legislativas de marzo de 1965, Illia intento aprovechar las divisiones del peronismo para derrotarlo, permitiendo su presentación electoral (bajo la denominación de Unión Popular),pero fracasó, alcanzando la victoria la lista peronista. Volviendo a colocar a la burguesía frente al problema de qué hacer frente a las elecciones presidenciales de 1967 y un seguro triunfo del peronismo.
Tendencia internacional
A nivel internacional, EE.UU., en su lucha contra la “insurgencia” desarrollaba en Latinoamérica una fuerte campaña “anticomunista”, basada en la llamada “doctrina de seguridad nacional”. La Escuela –militar- de las Américas promovía golpes y dictaduras en toda la región, para disciplinar su “patio trasero”, volteando a gobiernos nacionalistas burgueses o populistas.
En marzo de 1964 un golpe de estado en Brasil, derribo al presidente Goulart y colocó en su lugar a Castello Branco. En noviembre de ese año, un golpe militar en Bolivia destituye a un presidente del Movimiento Nacionalista Revolucionario, electo pocos meses antes y coloca una Junta Militar presidida por Rene Barrientos. En el curso de 1965 las Fuerzas Armadas ocuparan los pueblos mineros y producirán una masacre de trabajadores. En abril de 1965 los yanquis realizan un desembarco en la República Dominicana para enfrentar una rebelión popular e impedir que triunfara “el comunismo”.
Este cuadro latinoamericano, de ofensiva reaccionaria, fue disparado como reacción al triunfo de la revolución cubana de 1959 y la derrota del desembarco contrarrevolucionario de 1961 en Playa Girón.
Si bien el gobierno de Illia estaba alineado con la ofensiva yanqui contra la “subversión”, no demostraba tener las condiciones políticas para emprender un ataque en regla sobre las conquistas obreras, ni dotar de estabilidad al régimen político, logrando representar los intereses del conjunto de la burguesía. El golpe ya estaba en marcha. Fue uno de los golpes más anunciados y más alentados por la gran mayoría de la burguesía y las burocracias sindicales. Los militares “azules” encabezados por Juan Carlos Onganía comenzaron a marcar la cancha de un modo insistente: pugnando por el alineamiento con el imperialismo yanqui en Santo Domingo y desatando un conflicto chauvinista con Chile.
Un golpe con el apoyo de toda la burguesía incluyendo al peronismo y la burocracia sindical
En la asunción de Onganía se hicieron presentes, además de la plana mayor de las fuerzas armadas, representantes de la iglesia y de todas las cámaras patronales argentinas (la Sociedad Rural, la CRA, la UIA, la Cámara Argentina de Comercio, la CGE del “nacional y popular” José Ber Gelbard) y extranjeras. También la dirección de la CGT, con Vandor, y José Alonso, líder de las “62 de pie”. Perón desde Madrid el día del golpe declaraba: “Para mí este es un movimiento simpático porque se cortó una situación que ya no podía continuar (…) Si el nuevo gobierno procede bien, triunfará. Es la oportunidad de la Argentina para evitar que la guerra civil se transforme en la única salida (…) Dios quiera iluminar a Onganía y sus muchachos, y que estos muchachos acierten”. (2)
Por su parte el exembajador norteamericano Braden declaraba: “La Revolución Argentina es la mejor cosa que le ha ocurrido a la Argentina en mucho tiempo” (3). De esta manera la “Revolución Argentina” lograba algo inusitado: el apoyo desde Braden hasta Perón, consiguiendo una unanimidad política pocas veces vista en la historia argentina. “El optimismo en el ámbito patronal, se reflejó con las alzas registradas en la Bolsa, donde algunos papeles llegaron a subir 70 puntos.” (4).
Se trataba de un verdadero frente unido de toda la burguesía y la burocracia sindical en apoyo al golpe. La incapacidad de los partidos de la burguesía para resolver la integración del peronismo y domar la organización y combatividad de los trabajadores, condujo finalmente a que aceptaran su disolución y que el estado fuera dirigido por las Fuerzas Armadas. Se constituyó como un gobierno bonapartista, de arbitraje entre las clases dominantes, oposición contra los trabajadores y represión contra la izquierda y una evolución de radicalización en sectores de las masas. Para ahuyentar un triunfo peronista en las elecciones de 1967 se daba un golpe preventivo anulando sin fecha esas elecciones. Dicha unanimidad política le permitió a Onganía proclamar que sus objetivos no tenían plazos, consolidando el golpe con la proscripción al conjunto de las fuerzas políticas.
El “peronismo revolucionario” referenciado en las ’62, mantuvo su seguidismo a Perón guardando silencio junto al resto de sus dirigentes “deseosos de no entorpecer algún posible curso popular.”(5)
Y la llamada “izquierda nacional” (PSIN) de Abelardo Ramos sostenía que ante el golpe había que esperar “hasta que los hechos hablen”(6) ya que Onganía podía llegar a convertirse en un “segundo Perón” o “un nuevo Nasser”. Fomentaban la esperanza de que los militares iniciaran un nuevo curso “nacionalista” similar al golpe de 1943, del que surgió Perón.
En el N° 1 del periódico Política Obrera (5/7/1966), denunciábamos todo esto y polemizabamos con las corrientes de izquierda que se habían enfeudado en un apoyo a la burocracia sindical vandorista a la que veían como progresiva: el MUCS (brazo sindical del PC), los morenistas del PRT (ex Palabra Obrera, recientemente disuelta después de años de “entrismo” conservador en el peronismo) y el posadismo (PO T).Esta política entraría en contradicción por los acuerdos de la burocracia con el golpe de Onganía.
El PC se opuso al golpe de Onganía al que tildo de fascista, identificándose con el gobierno “democrático” de Illia y con los partidos burgueses llamándolos a “un frente democrático… cuando la burguesía que está detrás de esos partidos resolvió apoyar al ‘nuevo orden’(PO N° 1).La radicalización del PC en la “caracterización” de “fascista”, encubría su oportunismo en el llamado a un frente “democrático” (de conciliación de clases) con los partidos burgueses. Pero no se trataba de un régimen fascista, sino de una dictadura bonapartista burguesa contra las masas. El fascismo implicaba la movilización de las clases medias contra el proletariado. Pero los ataques de Onganía a las conquistas democráticas de esa pequeñoburguesía (intervención a las universidades, censura artística, moralina católica, etc), iba a enajenar su apoyo y llevarla a un campo de lucha contra la dictadura y de alianza creciente con el proletariado, que culmino, con su movilización en el “Cordobazo” de 1969.
Política Obrera: desde el primer día movilizado contra el golpe y en defensa de los sindicatos y organizaciones obreras
Política Obrera (PO) -que se había conformado pocos años antes- se delimitó de entrada denunciando el carácter reaccionario y represivo del mismo y llamando a resistirlo. El mismo 28 de Junio de 1966, mientras se producía el golpe, publicábamos un volante y declaración pública en la que se advertía: “el golpe militar que se ha producido es una expresión de una tendencia hacia una salida más reaccionaria aún para la crisis del país; es una expresión del curso derechista de la política de clase patronal imperialista y nacional”.(7) Y advertía a los delegados y activistas sobre “la necesidad de elaborar planes de acción y defensa” para enfrentar a la dictadura.
A la semana del golpe, en su periódico Política Obrera, denunciaba que “si la CGT no ha sacado una vigorosa denuncia del golpe es porque no aspira más que a integrarse a él.”(8)
Justamente esa fue la caracterización que Política Obrera sostendría sobre el golpe en sus siguientes materiales “una síntesis reaccionaria del peronismo y la Revolución Libertadora”: que tomaba del peronismo su tendencia a estatizar y regimentar al movimiento obrero a través de apoyar la integración estatal de la burocracia sindical, y de “la Libertadora” el objetivo de eliminar la presencia de la base sindical en las fábricas y las conquistas obreras. En esos primeros números de la nueva época de Política Obrera, se dedicaba una parte importante de su contenido a analizar las principales luchas obreras y sindicales en curso. No eran solo denuncias, sino análisis concretos de la intervención de cada corriente en la lucha en curso. Y de los debates que se desarrollaban en el seno de la vanguardia obrera, en elaboración y debate directo con sectores de esta. Planteando políticas alternativas a las burocráticas de empantanamiento y traición a la lucha obrera. No eran notas “sindicales”, sino de política sindical.
Por una salida política antidictatorial (y anticapitalista).
Luchar por derrocar a la dictadura. Por una Asamblea Constituyente Soberana
El editorial del PO denunciaba también que los “funcionarios principales a cargo de la conducción económica son conocidos agentes del capital financiero”. Llamaba a enfrentar la política represiva y de ataque a las conquistas obreras y democráticas levantando la consigna de “abajo el gobierno dictatorial”. Y “frente al régimen de excepción que quiere instaurar la dictadura, nosotros exigimos que sea una Asamblea Constituyente la que decida la constitución política del país”.
El editorial era muy claro sobre el carácter transicional y extraordinario de esta consigna: “Nosotros nos oponemos a la consigna de Asamblea Constituyente como consigna histórica que resume las tareas revolucionarias que se propone la clase obrera porque consideramos que la misión histórica de una Asamblea Constituyente que es organizar al país en función de las necesidades de la burguesía, es una tarea, que en lo esencial, está cumplida. Si hoy levantamos esta consigna es, en un sentido táctico, como expresión de los objetivos democráticos generales que se imponen a la clase obrera y pequeña burguesía empobrecida para rescatar sus más elementales derechos políticos. Esta consigna unifica hoy los intereses democráticos del proletariado y de todas las masas de la población, y debe ser entendida como consigna de transición entre la situación de retroceso actual y el objetivo de la revolución socialista”. El PO planteaba que no iba a ser la dictadura la que convocara a una Asamblea Constituyente soberana. Esta iba a surgir del derrocamiento de la dictadura y un nuevo gobierno revolucionario, que el PO luchaba para que fuera un “gobierno obrero y popular”.
Planteaba también que era una consigna fundamental para desarrollar en el movimiento sindical: “el movimiento sindical debe enfrentar el máximo peligro en la presente etapa: su control por el estado”. Unía la lucha contra el totalitarismo de la dictadura y la burguesía en la vida política nacional, con la lucha por la independencia de los sindicatos.
La militancia bajo la dictadura: un salto del PO
El PO había sacado desde su fundación, 4 revistas teóricas, 6 “suplementos” políticos y varios folletos (retorno de Perón, contra la devaluación monetaria, denunciando la política oportunista del PC, etc.). Pero el crecimiento organizativo del PO y su desarrollo cualitativo (buscando ligarse a la vanguardia obrera, desarrollando una organización y agrupamiento en el movimiento estudiantil y la juventud) había llevado a plantearse armar un trabajo político más estructural. Empezando por la salida regular de periódico y una creciente agitación política. El estallido del golpe no postergo este objetivo, sino que lo aceleró, lo puso al orden del día:Una semana después del golpePolítica Obrera comenzó a salir quincenalmente! Y nunca dejó de salir, ni siquiera bajo la dictadura de Videla!
En próximas notas iremos reseñando la intervención del PO en la lucha de clases y los desafíos que tuvo que afrontar.
Un proceso que abrirá lugar al desarrollo del clasismo y al Cordobazo
Mientras la dictadura mantenía una relación dual con la burocracia sindical. Por un lado quería regimentarla a fondo para separarla del peronismo y utilizarla como “policía del trabajo” contra las luchas obreras. Por el otro, tejía puentes para pagarle su corrupción (más adelante llego a otorgarle la administración de un sistema de fondos de las obras sociales, sostenido por aportes obligatorios de patrones y obreros). El gobierno de Onganía comenzó una política de ajuste en regla: transfirió tierras del estado a la iniciativa privada, incrementó las tarifas de electricidad, privatizó las emisoras oficiales de televisión y radio, dejó sin efecto la anulación de los contratos petroleros; a la vez que la moneda se devaluó un 6,8% mientras se sostenía el congelamiento salarial y se derogó la Ley de Salario Mínimo Vital y Móvil, y las paritarias.
La dictadura de Onganía irá sosteniendo una orientación cada vez más reaccionaria con la implementación de una Ley Anticomunista, la intervención de las Universidades Nacionales con la “Noche de los bastones largos” en la UBA y la represión en Córdoba(que desarrollaremos en una próxima nota), y una ofensiva permanente contra el movimiento obrero, comenzando por sectores estratégicos como portuarios, ferroviarios y el cierre masivo de Ingenios en Tucumán. Los crecientes enfrentamientos de trabajadores y sectores estudiantiles, la resistencia sostenida por el activismo frente al abandono de la burocracia sindical; irían preparando el camino para el ascenso del clasismo (en el que el POtendría un importante papel),y el levantamiento popular que explotaría en 1969 a partir del Cordobazo.
Miguel Eibuszyc
[i] Política Obrera frente al retorno de Perón (1964)
[3] Extraído del Boletín quincenal de Política Obrero N° 3 del 9 de Agosto de 1966.
[4]González E. (1999), op. cit. pp. 134.
[5]Galasso, N. (2005): “Cooke, de Perón al Che”. Citado en Defensa del Marxismo N° 49 pp. 142.
[6] Revista Izquierda Nacional, año 1 N° 2. Citado en Política Obrera N° 4 del 25/8/66 pp. 25.
[
7] Reproducido en el Boletín quincenal de Política Obrera N° 1.
[8] Ídem.
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