La condena de la Organización de Estados Americanos (OEA) a Nicaragua por la detención de probables candidatos para las elecciones convocadas para noviembre próximo es pura hipocresía.
Gobiernos autoritarios represores como el de Iván Duque (Colombia) y Sebastián Piñera (Chile), cargados de represión abierta, asesinatos de luchadores populares y presos políticos, sin sonrojarse, votan junto al imperialismo yanqui que pretende colocarse como “modelo” de la defensa de “los derechos humanos”. Tampoco se acordaron de repudiar el golpe en Bolivia que no solo proscribió a Evo Morales y Alvaro García Linera, sino que se llevó decenas de víctimas del accionar represivo de las fuerzas de seguridad y paramilitares e instauró un régimen fascistoide-racista.
La OEA se ha comportado como lo caracterizó el Che Guevara hace más de medio siglo: “el ministerio de colonias de imperialismo yanqui”.
Se trata de una ofensiva diplomática-política yanqui tendiente a limpiar el llamado “patrio trasero” (¡Latinoamérica!) de todo tipo de influencia chavista o régimen que no se alinee incondicionalmente con Washington.
El gobierno de Daniel Ortega, no cabe duda, es un régimen autoritario y represor sobre las masas. La sublevación popular de abril del 2018 contra un ajuste fondomonetarista, fue ahogada en sangre de la juventud y los trabajadores, con centenares de muertos, heridos y presos y millares de exiliados.
El Partido Obrero se ha pronunciado (y movilizado) en solidaridad con la sublevación del 2018 y en contra de la represión. Los yanquis, ora han apoyado al régimen de la familia Ortega, ora lo han criticado. Ahora ven la oportunidad de un recambio, alejado de toda reminiscencia populista, alineado incondicionalmente con la metrópoli.
El gobierno argentino no ha acompañado, esta vez, con su voto, la condena de la OEA. Se ha abstenido junto al gobierno mexicano. Pero ambos sacaron un comunicado conjunto repudiando las detenciones y llamando a garantizar elecciones democráticas. El gobierno yanqui entendió que esta abstención se debió a situaciones internas. Un alto funcionario de la embajada norteamericana en Argentina declaró: “nos decepcionó que la Argentina no acompañara a los 26 países que votaron la resolución de la OEA sobre Nicaragua, pero apreciamos sus esfuerzos para urgir a liberar a los presos políticos y promover elecciones libres y justas” (Clarín, 17/6). Y, se especula, que serán utilizados como negociadores para una “transición” ante el gobierno de Ortega.
En cambio, la derecha argentina de Juntos por el Cambio clama por un alineamiento total, incondicional, con el imperialismo yanqui. El vicepresidente de la comisión de Relaciones Exteriores, el radical Facundo Suárez Lastra, reclamó que “el lugar de la Argentina en el mundo debe estar al lado de las democracias, sosteniendo sus valores”.
El Partido Obrero denuncia al régimen antiobrero y represor de los esposos Ortega y llama a luchar por la libertad de todos los presos políticos, algunos de los cuales permanecen detenidos desde la sublevación popular de 2018. Por las libertades de organización política y sindical, por libertad de expresión, por el juicio y castigo a los represores del pueblo. Pero no hacemos frente con el imperialismo que se disfraza de “demócrata”. Los trabajadores deben recordar que el imperialismo yanqui sostuvo hasta el final a la sangrienta dictadura de Anastasio Somoza, que fue derrocada por la revolución sandinista. La embajada norteamericana reconocía entonces que la salvaje represión de Somoza evidenciaba que este era “un hijo de puta. Pero es nuestro hijo de puta”.
Rafael Santos
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