La crisis de las vacunas ha agregado ahora un nuevo episodio: con el arribo de cifras más holgadas de inoculantes, se ha acumulado un stock de 4,5 millones a la espera de mejor destino. Los funcionarios, en la era del ‘fake news”, le endilgan este inventario a “los jóvenes”, a quienes atribuyen un ´asco´ a las vacunas. Lo que ocurre, en realidad, es la ausencia de una enérgica movilización sanitaria para llegar a todos los barrios y distritos. Se repite en los medios “Argentina Presidencia”, pero no una campaña pedagógica de vacunación. Superada la frontera de los que se anotan voluntariamente por medio del celular o la computadora, un amplio sector de la población, por cierto la más humilde, es dejada de nuevo a la vera del camino.
La población que ha recibido la segunda dosis no supera el 15 por ciento. El palabrerío acerca de combinar las segundas dosis entre diferentes vacunas siembra confusión en un tema delicado de salud. La pelea desatada acerca de cuál es la mejor vacuna, por ejemplo, entre Pfizer y Sputnik, debido a rivalidades de mercado y geopolíticas, desparrama mayor confusión aún. Es el teatro del absurdo, pero carente de creatividad. La descomposición capitalista se manifiesta en cuestiones vitales, literalmente. Como ya ocurre en Europa, la población será tomada como campo de pruebas de una ´nueva fase III´. El pronóstico, cada vez más repetido, de que la actual no es la última pandemia y de que habrá peores significa, para muchos directorios de empresas, la aparición de un nuevo mercado y la promesa de lucros enormes. Argentina se mueve como una hoja al viento, de un lado porque no se ha interesado por producir una vacuna propia (la materia prima), del otro porque el presupuesto nacional de ciencia y técnica es la cuarta parte de lo que, por ejemplo, Argentina debe desembolsar al FMI en el curso de este año.
Abramos las aulas al virus
El régimen político, de Larreta a Kicillof, ha elegido el invierno, el frío y las vísperas de la ´tercera ola´, para declarar una apertura total – con aforos. En la gran industria, se ha arrasado con la distinción entre producción esencial y no esencial, luego que el estado desembolsara 20 mil millones de dólares, en la cuarentena de comienzo del año pasado, para llenar los bolsillos de pulpos y grandes industriales.
El regreso al trabajo se ha impuesto aun cuando los contagios y las muertes resultan moneda corriente. Los funcionarios del ´power point´ y de las estadísticas nunca informan, sin embargo, sobre la concentración de casos en los grandes centros laborales. La patronal privada de educación dice que el colegio no contagia; la del transporte asegura que viajar no es peligroso; la de la industria jura que el virus se detiene en los portones de entrada y la rural, en las tranqueras. El coronavirus se ha convertido en imaginario, porque la imaginación contagia. Al restringir, sin embargo, el ingreso de pasajeros del exterior (en realidad por Ezeiza) -con un régimen de aislamiento insuficiente en hoteles- el propio gobierno admite que lo hacía para contrapesar la apertura general de actividades en el país. La presencialidad escolar no se arría ni a pesar de las condiciones invernales que impiden airear las aulas. La “recomendación” del gobierno porteño para que los alumnos concurran con bufandas y mantas (sic) va a entrar en la historia de la desvergüenza. Sabe a quién se dirige con su dislate, porque la escuela privada no carece de calefacción ni de medios para proveer a la circulación del aire.
Crisis humanitaria, en su ápice
Todo esto no es ´impericia´. Es la confesión de una bancarrota política. Los Fernández, como ocurre en todo el mundo, han incorporado la cifra diaria de muertes y contagios -que no baja de 500 y 25.000 respectivamente- a la ‘nueva normalidad’. Sólo falta que la información la brinde el Indec en lugar del Ministerio de Salud. La gestión cotidiana del Estado y la orientación social del gobierno no están dictadas por la lucha contra la “tercera ola”, sino por la agenda de los fondos internacionales. Por eso, las jubilaciones han caído un cerca de un diez por ciento ¡en pandemia! Cuando más debían haber aumentado los ingresos de las familias trabajadoras, es cuando más han caído. Martín Guzmán se ha convertido en candidato al premio Nobel de economía por haber logrado imponer un ajuste fiscal feroz, fundamentalmente a costa de los jubilados, superior al de ‘Mauricio’, en medio de una catástrofe sanitaria. Es necesario enterrar al ‘nacionalismo popular’ y al ‘republicanismo cipayo´, por medio de una acción histórica de masas.
Marcelo Ramal
30/06/2021
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