Sin embargo, el dato distintivo fue la abstención, superior al 50%, la más alta en una elección presidencial desde la revolución de 1979. Tomando en cuenta este dato, Raisi ganó con el 62% de los votos emitidos, pero con el respaldo de apenas un tercio del padrón. A su vez, el voto en blanco y nulo rondó el 14% de los emitidos, con lo que quedó en segundo lugar.
Es probable que la pandemia haya influido en la baja participación, pero hay otros factores más importantes. Por un lado, la proscripción de candidatos críticos por parte del Consejo de los Guardianes, que motivó el boicot electoral de una porción del ala reformista. Por otro, el malestar ante la corrupción y una situación social crítica: la inflación ronda el 40% anual y el desempleo el 11%, con una tasa mucha más elevada aún en la juventud.
De esta manera, se da la contradicción de que el ala conservadora consolida sus posiciones de poder, pero en el marco de un régimen más cuestionado por las masas. Vale recordar que en noviembre de 2019, el anuncio oficial de un aumento en los combustibles desató enormes movilizaciones populares, en el curso de las cuales las fuerzas represivas asesinaron a más de cien manifestantes. El nuevo presidente está acusado de ordenar arrestos masivos y de garantizar la impunidad de los asesinos.
Raisi sucederá en el cargo a Hassan Rohaní, una figura calificada como “moderada”, que no pudo competir esta vez porque ya ocupó el lugar en dos ocasiones consecutivas. Los conservadores habían ganado a su vez la mayoría de las bancas en juego en las elecciones legislativas de febrero de 2020, aunque en el marco de una abstención aún superior.
Los reformistas, como ya indicamos, se dividieron. Mientras que un sector promovió la abstención o el voto en blanco, otro se inclinó -ante el veto de sus candidatos- por apoyar la candidatura del exgobernador del Banco Central Abdolnasser Hemmatí, quien apenas obtuvo el 8,5% de los votos. Hemmatí era el único candidato que no pertenecía a la facción conservadora.
El acuerdo nuclear
La consolidación del ala más dura del régimen parece una respuesta al abandono del acuerdo nuclear por parte de Donald Trump, quien reimpuso las sanciones económicas contra la nación persa. Además de bloquear las exportaciones petroleras, EE.UU. castiga a los bancos que hacen transacciones con Irán.
El gobierno de Joe Biden, como es sabido, expresó su disposición a retomar el acuerdo y ya hay negociaciones abiertas en Viena. Ocurre que, si bien la reintroducción de las penalidades golpearon a la economía persa, la decisión de Trump llevó al régimen iraní a profundizar sus vínculos con China y Rusia, reforzando la influencia de estos en la zona. Cabe agregar aquí que los gobiernos europeos, también defensores de los compromisos de 2015, perdieron grandes negocios como resultado del portazo del magnate yanqui.
Como parte del intento por recuperar la influencia perdida en el Medio Oriente, Biden apuesta además a mediar entre Israel y la Autoridad Palestina, tras el fracaso del “acuerdo del siglo” de Trump-Netanyahu, un tema que hemos abordado en un artículo específico.
Raisi, el nuevo presidente iraní, se ha mostrado proclive en su primera conferencia de prensa a avanzar en el diálogo. Pero, según los trascendidos periodísticos, lo que está trabando la negociación es que los norteamericanos sólo se muestran dispuestos a un levantamiento temporal de las sanciones. Y, al mismo tiempo, estos quieren que Irán se comprometa no sólo a frenar el plan nuclear, sino a abrir conversaciones sobre su programa misilístico y su apoyo a organizaciones como Hezbollah. Irán es un jugador de peso en el tablero regional, con influencia en Siria, Líbano e Irak.
El establecimiento de un acuerdo parece posible, pero aún preñado de obstáculos. Entre los problemas adicionales que enfrenta Biden está el rechazo a los acuerdos de 2015 por parte de sus aliados en la región, Israel y Arabia Saudita. Y, claro, la agitación contraria del trumpismo.
Fuera el imperialismo
Los ataques contra Irán en los últimos años por parte de EE.UU. no han sido solamente económicos, como lo mostraron el asesinato del general Qasem Soleimani y las provocaciones navales en el Golfo Pérsico. Washington tiene desplegados decenas de miles de soldados en sus bases militares en la región. Es necesario reclamar el retiro sin condiciones de las sanciones económicas contra Irán y luchar por la expulsión del imperialismo del Medio Oriente.
En cuanto al régimen teocrático, es precisa la organización e irrupción independiente de los trabajadores para derrotarlo.
Gustavo Montenegro
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