La clasificación del nivel de riesgo de cada municipio, en función de la cual se determina –en teoría- el régimen de funcionamiento de las actividades no esenciales y la modalidad de clases (sistema de fases) se basa en la información sobre casos cargados en el denominado SISA (Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino). En el SISA los datos son cargados por establecimientos habilitados (laboratorios y hospitales) y se ingresan paciente por paciente, con detalle de edad, género, lugar de residencia, fecha de inicio de síntomas, entre otros. La cantidad de casos nuevos registrados cada día en un municipio dado se obtiene sumando la cantidad de pacientes con resultado positivo.
Desde el 10 de agosto de 2020 el gobierno nacional dispuso considerar como positivos a los convivientes con síntomas de un confirmado por laboratorio, sin necesidad de testearlos. Esto libera de hisopar a casos con altas chances de resultar positivos, descomprimiendo a los centros de testeo. Sin embargo, no se dispuso un responsable para cargar esos casos en el sistema y la mayoría de las veces no se registran en el sistema oficial, generando un subconteo de casos que se agrava en épocas de altos niveles de transmisión, donde laboratorios y hospitales están saturados de casos.
La fuga de éstos se pudo ver con claridad comparando los registros del SISA con los de un municipio bonaerense, cuyas autoridades sanitarias locales tienen su propio sistema de registro, independiente del SISA. En Bahía Blanca un encargado del área de epidemiología llama a diario a hospitales y laboratorios recogiendo los casos confirmados ese día (no paciente por paciente).
Como se aprecia en el gráfico, la proporción de casos positivos por criterio clínico aumentan notablemente en periodos de alta transmisión (brotes de octubre, diciembre y abril-mayo) y pueden representar más del 30% de los casos nuevos. La comparación de las series del SISA y del reporte local fueron bastante coincidentes hasta diciembre 2020; períodos en los que la autoridad local registraba más casos que el SISA eran seguidos por momentos donde el SISA se ponía a tono, compensando la demora. Sin embargo, desde enero 2021 esa demora deja de corregirse. Hasta marzo la demora no fue de magnitud, sin llegar a modificar la caracterización epidemiológica del municipio, pero desde abril la diferencia es marcada. El SISA subregistra sistemáticamente a una porción no despreciable de los casos. Durante abril se perdió un promedio de 60 casos diarios, en mayo fueron 100 casos diarios y en lo que va de junio la fuga es de unos 70 casos por día. La pérdida en los últimos dos meses representa nada menos que uno de cada tres contagios registrados por los hospitales y laboratorios de Bahía Blanca. La diferencia coincide en gran medida con los casos por nexo epidemiológico. Desconocemos la magnitud de este problema en otros municipios bonaerenses porque no todos tienen sistema propio de registro o los que lo tienen sólo publican en sus páginas web los casos del día, sin detallar los previos. Sin embargo, es bastante probable que el problema del SISA sea generalizado.
Por otro lado, el Ministerio de Salud nacional considera la incidencia (casos en relación a los habitantes) tomando en cuenta la fecha de inicio de síntomas (FIS). Se trata de un indicador menos conocido, ya que en los medios se suele informar los casos diagnosticados cada día. La FIS suele ser 4 o 5 días previa a la fecha de diagnóstico. Si este detalle no se advierte y se cuentan los casos por FIS del último día, los últimos 4-5 días tendrán subestimada la cantidad de casos. La solución es sencilla, los casos por FIS deben tomarse con el retraso correspondiente. Pero las autoridades provinciales omiten esta última operación.
Así, el subregistro de los casos positivos por criterio clínico y el no retrasar adecuadamente los conteos por FIS llevaron al conurbano a un regreso temprano a Fase 3 y con ello la vuelta a clases presenciales sin condiciones epidemiológicas (ni de ningún tipo). Las fases se están decidiendo con registros incompletos y cálculos poco precisos. Ello sin contar el escaso control de las restricciones que contribuyen a alimentar la idea de que restringir la circulación no tiene efectos sobre el control de la pandemia. A pesar de esto, en el análisis de las estadísticas (tanto nacionales como internacionales) se aprecia claramente la asociación entre la movilidad y la propagación de la CoViD.
Las autoridades de Bahía Blanca conocen el problema de subdeclaración del SISA y aun así reclaman flexibilizar las medidas de circulación, por más que con sus propios datos la situación marca una realidad sanitaria más grave (esto, sin contar la situación hospitalaria, que se encuentra al límite de ocupación desde hace más de 2 meses). Como las cifras son contundentes, el secretario de salud del gobierno local ha manifestado que “hay que dejar de pensar tanto en números y camas y más en retomar nuestras vidas”, aludiendo a la convivencia forzosa con la CoViD y a aceptar todas sus consecuencias. Se trata de un planteo de impotencia: como no se podría hacer nada, entonces habría que aceptarlo y seguir exponiéndonos a la enfermedad y la muerte. Efectivamente, no se puede hacer nada si se subordina todo a satisfacer los reclamos de las empresas y pagar la deuda usuraria. Pero hay mucho para hacer. Mientras se preserva a la población con restricciones a la circulación, hay que centralizar el sistema de salud, garantizar una distribución masiva de las vacunas liberando las patentes e interviniendo la producción, aumentar el salario de los trabajadores de la salud, y no reprimirlos, reforzar la educación con nombramientos docentes, proveer de dispositivos y conectividad y adecuar las escuelas, reabrir las paritarias salariales y disponer un subsidio al desocupado de $40.000. En suma, para superar la crisis, necesitamos un programa de los trabajadores.
Valentina Viego
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