Golpe al régimen político.
La segunda vuelta de las elecciones regionales y departamentales francesas volvió a mostrar este domingo un altísimo nivel de abstención. Un 66% de los inscriptos no concurrió a las urnas, cifra que trepa al 80% entre los menores de 35 años. También estuvo por encima del promedio en los sectores obreros (75%, según L’Humanité del 29/6). Son los números más bajos de participación desde el nacimiento de la V República, en 1958. Indican un fuerte desprestigio del régimen político.
Si bien el componente de este malestar debe ser heterogéneo, es difícil sustraerlo del impacto de la pandemia, que ya dejó más de 100 mil muertos y expuso -como en el resto del mundo- el desastre que implica su gestión capitalista (despidos, desmanejo sanitario). En el caso de los sectores obreros influye seguramente el hecho de que los ataques a sus condiciones de vida han provenido tanto de gobiernos derechistas como socialistas (basta recordar la reforma laboral de François Hollande, en 2016), desalentándolos de asistir a las urnas. A sus ojos, no ven ninguna alternativa política que los represente.
En cuanto al desempeño de las fuerzas políticas, el partido del presidente Emmanuel Macron es el más golpeado. La República en Marcha (LREM) promedió el 10% de los votos en los lugares que se presentó y ni siquiera talló en la disputa de ninguna región.
Reagrupamiento Nacional (RN), la fuerza de extrema derecha que comanda Marine Le Pen, retrocedió en votos respecto de las regionales de 2015 (alcanzó aproximadamente un 20% en la primera vuelta, contra un 28% de los comicios previos). Si bien ganó en primera vuelta en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, fue derrotada en el balotaje por la centroderecha, Los Republicanos, que se vio favorecida por el retiro de la lista de la centroizquierda (PS, PC, Verdes). En la legislación electoral francesa, para pasar a la segunda vuelta hay que sacar más del 10% de los votos en la primera. Este frente centroizquierdista lo había conseguido, pero aun así retiró su lista. Lo concreto es que RN no logró su objetivo de sumar su primer triunfo, un lugar desde donde empezar a mostrar capacidad de gestión de gobierno, de cara a las presidenciales del año próximo.
Los ecologistas (EELV), que habían tenido un buen desempeño en la euroelección de 2019, también se quedaron sin nada. En Isla de Francia, su candidato Julien Bayou quedó debajo de la candidata de la centroderecha tradicional, pese a que el PS y el frente entre La Francia Insumisa-Partido Comunista levantaron sus listas para apoyarlo en el balotaje.
En el reparto de regiones, la centroderecha de Los Republicanos, más fuerzas afines, se quedaron con las siete que tenían (Altos de Francia, Auvernia-Ródano-Alpes, Normandía, Países del Loria, Provenza-Alpes-Costa-Azul, Gran Este, Isla de Francia), en tanto que la centroizquierda (el Partido Socialista, con el apoyo del Partido Comunista y otras fuerzas en algunos distritos) retuvo las cinco suyas (Borgoña, Bretaña, Nueva Aquitania, Occitania, Centro-Valle de Loira). En Córcega, los nacionalistas mantienen su predominio.
Los resultados llaman la atención porque las dos fuerzas que disputaron el último balotaje presidencial, y que según las encuestas podrían protagonizar también el próximo, LREM y RN tuvieron un magro desempeño; y al revés, los partidos tradicionales que se hundieron en 2017, socialistas y republicanos, aparecen como los ganadores esta vez. Sin embargo, éstos han conservado sus posiciones en el marco de una abstención histórica, lo que muestra que no hay en ellos una pujanza. Al mismo tiempo, están carcomidos por divisiones internas.
En el caso de Macron y Le Pen, según las encuestas, siguen perfilados para las presidenciales, dado que serían elecciones con una dinámica diferente a la de las regionales. De todos modos, es indudable que han sufrido un traspié en esa carrera.
La izquierda
Uno de los puntos más importantes de la jornada, como ya señalamos, fue la elección de Provenza-Alpes-Costa Azul. Allí, el candidato de la centroizquierda, Jean-Laurent Félizia, que había quedado tercero en primera ronda con casi el 17% de los votos (encabezando una coalición del PS, el PC y los ecologistas, entre otros), se retiró para favorecer al finalmente reelecto Renaud Muselier, de Los Republicanos, que en primera vuelta había quedado por debajo de RN. Este pacto con la derecha se buscó justificar en nombre de evitar el triunfo del lepenismo, pero lo que no se dice es que esa centroderecha “democrática” va asumiendo ella misma las banderas de la extrema derecha. La lucha contra el fascismo debe motivar la acción común de la clase trabajadora en las calles, no puede ser un pretexto para integrarse al régimen político.
La Francia Insumisa (LFI), la formación de Jean-Luc Mélenchon, apeló a las más diversas combinaciones políticas, en una muestra de gran oportunismo político. Se presentó en solitario en algunos distritos (Bretaña); con el PC en otros (Auvernia-Ródano-Alpes); con los ecologistas (Centro-Valle del Loira); con el PS, el PC y los ecologistas (Altos de Francia) o con otras fuerzas (Borgoña). Como vemos, LFI acordó con el PS, una fuerza tradicional del régimen, que dirigió varios gobiernos.
El Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), en medio de una crisis que hemos abordado en artículos específicos, solo se presentó en dos regiones, junto a LFI. En Occitania, el frente LFI-NPA obtuvo el 5%; en Nueva Aquitania, 5,7%. El frente con LFI (un partido pequeño burgués nacionalista, es decir, en Francia, de convivencia con el imperialismo) es una expresión de la derechización de la dirección mandelista.
Lucha Obrera, que se presentó en solitario en algunas regiones, tuvo un módico progreso (pasó del 1,45% en 2015 al 2,4% ahora) y, según su análisis, en algunos distritos recibió el respaldo de un sector de votantes comunistas, desconformes con los acuerdos de la cúpula partidaria del PCF con fuerzas de la centroizquierda.
El malestar de grandes franjas de jóvenes y trabajadores con un régimen que no tiene nada para ofrecer, y que se ha verificado en la abstención masiva de estas elecciones, plantea la necesidad imperiosa de producir un reagrupamiento revolucionario que enfrente al régimen capitalista en todos los terrenos con la perspectiva estratégica de la lucha por un gobierno obrero.
Gustavo Montenegro
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