Tras la crisis del mes de abril en la India, donde se llegó a picos de 400 mil casos diarios de Covid-19, la pandemia se ceba ahora con el Sudeste Asiático, particularmente con Indonesia. El cuarto país más poblado del mundo marcó el miércoles un récord de mil muertes y 54 mil casos, contra un promedio de 8 mil que había el mes pasado. Los números del miércoles son semejantes a los que registró ese mismo día la India, pero la diferencia es que el archipiélago se encuentra cinco veces menos poblado.
El sistema sanitario se encuentra colapsado en algunas regiones del país, por lo que hay gente que muere en sus casas. A su vez, escasean los tubos de oxígeno. En el rebrote influye el bajo nivel de vacunación (alcanzaba al 5% de la población hace tres semanas) y el relajamiento de las medidas de aislamiento social. La gravedad de la situación obligó al gobierno a reimponer algunas de ellas. El país acumula ya unas 70 mil muertes.
La administración derechista de Joko Widodo desestimó en sus comienzos la gravedad del virus. El ministro de salud de entonces declaró que “la gripe es más peligrosa que el Covid-19”, que “las máscaras son solo para la gente enferma”, y más adelante llegó a recomendar unas hierbas medicinales como tratamiento, todo lo cual trae a la memoria el negacionismo de Bolsonaro y su recomendación de la cloroquina. En marzo, los trabajadores de la salud indonesios denunciaron la falta de equipos de protección personal, teniendo que improvisar en muchos casos alternativas (Inside Indonesia, 21/6).
Como todos los gobiernos capitalistas, el de Widodo relegó la salud de la población a los negocios empresarios. En mayo de 2020, se impulsó la “nueva normalidad” y el mandatario llamó a “coexistir” con el virus. Este orden de prioridades no evitó un empeoramiento de la situación económica de la población, con un salto del desempleo del 4,9 al 7%. El gobierno indonesio quedó en la mira en noviembre pasado, cuando aprobó una reforma laboral que abarata los despidos y ataca el salario mínimo; también se relajan las normas de protección ambiental para tratar de atraer la inversión extranjera. La medida, que motivó un paro de 72 horas con movilizaciones, está en vías de implementación.
En la vecina Malasia, también hay récords de más de 10 mil casos diarios. Menos afectado que otros países (con una población semejante a la Argentina, tiene apenas un décimo de muertes), ha sufrido sin embargo el impacto económico. El desempleo trepó del 3,2 al 5,3% y unos 600 mil hogares pasaron del nivel de ingresos medios a un nivel de ingresos bajos (South China Morning Post, 10/7). A caballo de la pandemia se ha desatado una crisis política, dado que el primer ministro suspendió las sesiones del parlamento con el argumento de las medidas contra el Covid-19. El principal partido de la coalición de gobierno le retiró su apoyo y reclama su renuncia.
En Tailandia se ha disparado la curva de contagios. Si bien no ha sido uno de los países más complicados (tiene 3 mil muertos, sobre 70 millones de habitantes), el 90% de los casos se han registrado desde abril.
La vacunación apenas llega al 10% de la población.
Vietnam, Laos y Camboya, tres países que casi no tuvieron muertes en 2020, se están viendo golpeados ahora por la diseminación de la variante india (delta). El último de estos países sufrió mil decesos desde marzo.
La nueva ola del Covid-19 en el Sudeste Asiático es una demostración del daño que aún puede causar la pandemia. Abre un interrogante, además, sobre los pronósticos de un fuerte rebote económico en la región, tras el crecimiento nulo de 2020.
El reclamo de vacunación, la abolición de patentes y estatización de la industria farmacéutica; la centralización del sistema de salud; las comisiones obreras de seguridad e higiene; la prohibición de despidos y el seguro al parado, son planteos válidos también para este área del mundo.
Gustavo Montenegro
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