Designa al nuevo primer ministro y manda un enviado especial.
Este viernes 23 se realizó en Cabo Haitiano, la segunda ciudad más importante del país, el funeral del presidente Jovenel Moïse, en medio de un país convulsionado.
Poco antes de su asesinato, el presidente haitiano designó como nuevo primer ministro a Ariel Henry, en reemplazo de Claude Joseph, como parte de una remodelación de su gabinete. El problema es que al momento del magnicidio el traspaso no se había concretado, por lo que estas dos figuras tuvieron que disputarse el cargo, que ante la acefalía de la presidencia se transformó en el más importante.
Pues bien: quien ha laudado en esta controversia, una vez más, ha sido el imperialismo. El llamado “Core Group” (que nuclea a Estados Unidos, Francia, la ONU la OEA -y también a Brasil) expresó el sábado pasado su apoyo a Henry. Cuarenta y ocho horas más tarde, Joseph anunciaba su renuncia y su regreso al ministerio de relaciones exteriores.
Para completar la tarea, el Departamento de Estado anticipó el envío al país del diplomático Daniel Foote, quien estará a cargo de “coordinar los esfuerzos para la asistencia en varias áreas, incluidas la humanitaria y la de seguridad” (NotiAmérica, 22/7). En verdad, parece la llegada de un virrey.
Henry promete un gobierno de consenso y la realización de elecciones generales, como le reclaman sus mandantes extranjeros. A tal efecto, entregó algunas de las carteras a sectores de la oposición, si bien la mayor parte de esta ha rechazado a la nueva administración como ilegítima.
Kill the president
El país aún se encuentra conmocionado por el magnicidio. Los seguidores de Moïse se movilizaron el día 22 y durante el funeral. Desde el partido de gobierno (el PHTK, los “cabezas rapadas”) se denuncia que el asesinato fue urdido por un sector de la clase dominante local que estaba enfrentada a Moïse, él mismo un magnate del sector agrícola. La justicia citó a declarar a los empresarios Réginald Boulos y Dimitri Vorbe, así como a dos exsenadores de la oposición. A la familia Vorbe, que domina el sector eléctrico, Moïse la acusó tácitamente en un reportaje de febrero de querer derrocarlo (El País, 13/2). Hay quienes apuntan, como el director de la revista “Haití Liberté”, Kim Ives (Jacobin, 10/7), que la clase dominante se quiso sacar de encima al presidente porque éste ya no aseguraba la estabilidad del país, desbordado por el accionar de las bandas criminales y los choques de éstas con la Policía Nacional, que dejaron más de cien muertos en las últimas semanas.
Por el momento -lo que no es excluyente con la hipótesis anterior- las investigaciones apuntan a un plan orquestado desde Florida por el médico y pastor Christian Sanon para llegar a la presidencia, financiado por dos empresarios de infraestructura y seguridad de origen latino, residentes en Estados Unidos. La recompensa para estos últimos estaría supuestamente en contratos de obras con el futuro gobierno. Un miembro de la firma de seguridad en cuestión (CTU) habría contratado a los mercenarios colombianos que torturaron y abatieron a Moïse en su domicilio, y que habrían contado a su vez con el apoyo de efectivos de la Policía Nacional haitiana. También está bajo la lupa la guardia de seguridad de Moïse, que al parecer no intervino para defenderlo. Sanon se encuentra actualmente detenido. Walter Veintimilla, dueño de la contratista sospechada, afirma que ayudó a financiar la ambición presidencial de Sanon pero no el magnicidio.
La investigación sigue siendo, de todos modos, bastante confusa.
Perspectivas
La muerte de Moïse dejó un vacío de poder, dado que el parlamento no funciona hace más de un año y el máximo tribunal judicial ha perdido a varios miembros. La posibilidad de encauzar la crisis por medio de un proceso electoral resulta más que dudosa. A la pulverización de los partidos políticos, se le suma la proliferación de las bandas armadas y las divisiones y choques al interior de la Policía Nacional (en cuanto al Ejército, apenas tiene algunos centenares de miembros).
Por todo esto, no se puede descartar la posibilidad de una nueva intervención extranjera. Haití ya tiene experiencias en este sentido, incluyendo la nefasta Minustah, que operó entre 2004 y 2017 y fue responsable de múltiples violaciones a los derechos humanos y de la introducción del cólera en el país.
El empobrecido pueblo haitiano se sublevó contra Moïse en dos ocasiones, debido al recorte de subsidios en el combustible y al desabastecimiento de los mismos. También protagonizó grandes protestas contra el desvío de fondos de Petrocaribe y se movilizó para que el empresario bananero abandonara el cargo, cuando se venció su período en el poder, a comienzos de este año. En ese momento, con el aval norteamericano, el mandatario interpretó que le quedaba un año más de gobierno.
Frente a la nueva situación, se vuelve necesario el desarrollo de un reagrupamiento independiente de los trabajadores y el repudio a la opresión del imperialismo y a toda intervención extranjera.
Gustavo Montenegro
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