Miles de muertos y heridos, millones de refugiados, destrucción de infraestructuras y un daño económico multimillonario son las consecuencias de la operación militar especial lanzada por Moscú para defender a las repúblicas de Donetsk y Lugansk del genocidio sufrido desde 2014 por parte de Kiev, y desmilitarizar y desnazificar al país vecino.
También Rusia calculó que era mejor salvaguardar a su nación ante el inminente peligro que representaba una Ucrania unida a la OTAN en su frontera, donde en 30 laboratorios biológicos se procesaban varios patógenos del ántrax, tularemia, brucelosis, cólera, leptospirosis y peste porcina africana, proyectos encargados directamente por el Pentágono.
Esa es la verdadera historia de esta guerra en la que los medios de propaganda occidentales tergiversan las informaciones y descargan todo su odio contra Rusia.
La portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, María Zajárova, señaló en una reciente entrevista, que Moscú había advertido a Kiev que «se iba a caer en pedazos si no adoptaba una política nacional equilibrada y basada en los ejemplos de los logros europeos».
En el plano económico, la ministra ucraniana del ramo, Yulia Svyrydenko cifró en 564 900 millones de dólares el impacto directo de las destrucciones que incluyen las consecuencias indirectas de los combates en la economía, como el aumento del desempleo, la reducción del consumo de los hogares o la disminución de los ingresos del Estado.
Svyrydenko, que también es viceprimera ministra, agregó que las mayores pérdidas se hallan en la infraestructura con casi 8 000 kilómetros de carreteras dañadas o destruidas, así como estaciones de trenes y aeropuertos. Estimó que el Producto Interno Bruto (PIB) tendría una contracción de más del 55 % en comparación con 2021.
A esas grandes pérdidas hay que sumar las del sector agrícola, uno de los principales suministradores al aporte de su PIB.
Estados Unidos y Occidente, que han hecho todo lo posible por extender la guerra con la finalidad de demonizar a Rusia y provocarle grandes pérdidas militares y económicas, le han otorgado a Kiev millonarios préstamos (para la compra de todo tipo de armamentos) los que tendrán que reembolsar en el futuro con los consabidos intereses.
A principios de marzo, el Banco Mundial (con aportes de Suecia, Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca, Letonia, Lituania, Polonia e Islandia) estableció un programa urgente de financiamiento por 489 millones de dólares para “ayudar” a Ucrania, pero con garantías por un monto de 139 millones de dólares.
El país deberá devolver al menos el 50 % del monto, mientras que, por lo general, la otra mitad es a fondo perdido, aunque deberá demostrar hacia dónde se van esos recursos, o sea, la fiscalización será permanente.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) también llegó con sus conocidas “bondades” financieras y proporcionó a esa nación un crédito por 1 400 millones de dólares, unido a cláusulas que impone ese organismo en detrimento de programas sociales, las que deberá cumplir Kiev cuando finalice el conflicto.
Con base al artículo cuatro del reglamento del FMI, el régimen de Ucrania tendrá que regresar el monto otorgado en un periodo determinado.
Como impulsor de esa guerra, el Gobierno estadounidense ha sido el más magnánimo al aprobar presupuestos al régimen de Zelenski por más de 14 000 millones de dólares como préstamos de garantía soberana.
La Unión Europea entregó fondos para el envío de material bélico por 1.100 millones de dólares.
Según cálculos de varias entidades financieras, los préstamos puestos por Occidente a disposición de Kiev para tratar de prolongar ese conflicto, se estiman en la abultada cifra de 27 000 millones de dólares.
Las grandes pérdidas de vidas humanas, los traumas y secuelas psicológicas para la población, unidas a los desastres económicos-financieros dejarán huellas difíciles de reparar en años a la antes floreciente Ucrania.
La jugada de Zelenski y sus ultraconservadores de seguir ciegamente las órdenes de Washington para debilitar a Rusia les falló por completo.
Como advirtió María Zajárova, “Kiev se caería a pedazos” si no adoptaba una política nacional equilibrada. Moraleja: el que no oye consejo no llega a viejo.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
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