Las declaraciones de Javier Milei denunciando un “lavado de cerebros” perpetrado por la educación pública en general, y por la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA en particular, ha levantado polvareda en los medios docentes y académicos. Sus dichos tienen lugar en el contexto de recortes operativos y salariales inéditos en las universidades nacionales. Desde diciembre hasta hoy, los salarios del personal docente y no docente han soportado una caída del orden del 50% en términos reales. Los voceros de la UBA han reclamado contra la “injusticia” de los dichos de Milei, y reivindican el carácter pluralista o diverso de las trayectorias académicas, en primerísimo lugar, de los cursos de Economía de la respectiva Facultad.
Milei efectivamente ha sido injusto con la UBA, pero en un sentido muy diferente al que invocan los representantes de la Universidad más grande del país. Es que la lobotomía intelectual que se practica en Ciencias Económicas –y en la mayoría de las carreras de Economía del país-tiene como principales beneficiarios, no “al marxismo”, sino, justamente, a los mentores y referentes del propio Javier Milei. En efecto: el núcleo conceptual que domina la trayectoria académica de esta facultad es la llamada “escuela austríaca”, también llamada escuela psicológica o subjetiva del valor. Es la corriente económica con la cual el presidente en funciones se hace gárgaras todas las noches, antes de su visita al quinteto de mastines que habita la quinta de Olivos.
Llamar lobotomía o lavado de cerebro a la difusión del subjetivismo económico no es un exabrupto o una exageración. Ocurre que la economía política, como ciencia, se desarrolló en un sentido exactamente opuesto al de los autores exaltados por Milei.
En una sociedad dominada por el intercambio generalizado de los productos del trabajo humano, la cuestión del valor de esos productos o mercancías sólo puede emerger en una determinación de carácter social, que brota con independencia de la voluntad, preferencia o subjetividad de las personas. Esa noción objetiva del valor da sus primeros pasos junto a la revolución científica que tiene lugar a fines del siglo XVII, que reemplaza al misticismo y la especulación filosófica por el conocimiento fundado en la experiencia. Esta indagación terminará colocando al trabajo humano, en su forma general o indiferenciada, como sustancia del valor y de la creación de riqueza social.
Por referencia a ese derrotero, la “economía de Milei” es un monumental retroceso conceptual, un injerto anticientífico que ingresó a las facultades de economía con un solo propósito: abolir de las trayectorias académicas al socialismo científico, o sea, a la superación crítica de la economía de Smith y Ricardo, los grandes abanderados de la burguesía industrial. La teoría subjetiva o psicológica pretendió sustituir a la noción objetiva del valor por las preferencias o inclinaciones individuales. En un período histórico signado por la socialización del trabajo y la constitución definitiva de un mercado mundial, se pretendió construir un conocimiento económico a partir de la voluntad de individuos aislados, con el único propósito de desconocer a la centralidad del trabajo humano en la creación de valor.
Milei tuvo a los Eurnekian como mecenas de sus dislates. Los Milei del siglo XIX –como Carl Menger y otros- también fueron apalancados por los capitalistas y sus estados. Forzaron una penetración académica de sus ideas mientras silenciaban al pensamiento socialista, que comenzaba a hacerse carne en la clase obrera. El mismo año en que Menger publicó sus “Principios de Economía” (1871), tenía lugar la gesta de la Comuna de París, el primer gobierno obrero de la historia.
La imposición del primitivismo conceptual de los “austríacos” constituye efectivamente una operación de lavado de cerebros. Es este pensamiento anticientífico es el que domina en la UBA, y no “el marxismo”; para tranquilidad de Milei, las cátedras que abordan seriamente a Marx en Económicas se cuentan con los dedos de una mano. El “pluralismo” de la facultad consiste en confinar a los docentes o autores marxistas en algunas materias que operan como “ghettos” dentro de la currícula –por caso, han creado una materia llamada “Economía marxista”, lo que constituye una contradicción en sus términos, pues el marxismo no es “otra” escuela económica más sino la “Crítica de la Economía Política” como arma ideológica del capitalismo. En cambio, está “prohibido” meter el bisturí del marxismo en el tronco de la carrera de Economía y sus categorías –macro y microeconomía, crecimiento económico, crisis, teoría monetaria.
La atomización de la vida social en individuos aislados –eje de la “economía de Milei”- comporta una negación de las clases sociales y, en ese carácter, de la clase obrera y sus derechos arrancados colectivamente contra el capital. El paraíso de los “austríacos” es la liquidación de los sindicatos, del derecho laboral y la mayor precarización.
Pero en este plano, Milei también ha sido “injusto” con el sistema universitario, y con la UBA en particular.
En la mayor universidad del país rige el dogma laboral de Milei, es decir, la precarización del trabajo. Miles de docentes trabajan ad honorem durante años; sus designaciones suelen ser largamente postergadas; los nombramientos, cuando llegan, suelen subestimar la formación realmente alcanzada por los docentes. La precarización laboral es moneda corriente.
El elenco de funcionarios que dirige la UBA se ha servido del ataque de Milei para presentarse como “defensor” de la UBA, cuando él mismo se ocupa de trasladar el ajuste nacional a sus facultades y carreras. En resumen, el “mundo de Milei” ya se encuentra instalado en la UBA, mucho antes que el seudolibertario le dirigiera sus ataques.
Marcelo Ramal
27/03/2024
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