Cuando se cumplen cuatro años del inicio de la guerra y ocupación de Iraq, de nuevo resuenan los tambores de guerra sobre Oriente Medio. Desde hace meses, asistimos a una campaña propagandística del imperialismo estadounidense destinada a justificar una posible intervención militar contra Irán. No sólo utilizan como excusa el programa nuclear iraní, sino que además acusan al régimen iraní de financiar y ayudar tanto a la insurgencia chií iraquí como a los talibanes afganos. A estas alturas hay pruebas suficientes de que la administración norteamericana ha hecho planes serios, al menos sobre el papel, para atacar Irán, otra cuestión es si el grado de “locura” de esta administración llegará al punto de hacer realidad estos planes.
Bush y los gobiernos europeos acusan a Irán de estar desarrollando armas nucleares, resulta sorprendente que esta acusación venga de países que durante los últimos años han hecho como mínimo 2.000 detonaciones nucleares, por cierto con el silencio de la ONU. Según los expertos, en el mejor de los casos, con el nivel actual de producción de energía nuclear, Irán podría fabricar cabezas nucleares dentro de cinco años, aunque algunos informes dicen que necesitaría más años para conseguirlo. Mientras tanto, sólo EEUU tiene 10.000 ojivas nucleares y gasta cada año 40.000 millones de dólares en su arsenal nuclear. ¿Por qué la ONU y los países europeos no proponen un embargo contra EEUU cuando existen pruebas más que evidentes de que está utilizando “armas de destrucción masiva” en Iraq? ¿Por qué EEUU no aplica las mismas amenazas contra Pakistán que sí tienen armas nucleares? Evidentemente, porque el régimen iraní representa una amenaza para los intereses del imperialismo estadounidense en la región mientras que el régimen dictatorial paquistaní es un aliado de EEUU.
Bush busca culpables
del fiasco iraquí
La posibilidad de un ataque militar a Irán está provocando divisiones profundas entre la clase dominante norteamericana, un sector, cada vez más importante, cree que las ambiciones bélicas de Bush y compañía son una seria amenaza para los intereses del imperialismo norteamericano en el resto del mundo. Una de las pruebas de esta división fue la noticia que apareció en el London Times el 25 de febrero: “La mayoría de los altos comandantes del ejército norteamericano están dispuestos a dimitir si la Casa Blanca ordena un ataque contra Irán”. Esto, de producirse, no tendría precedentes en la historia estadounidense y crearía una crisis política de gran magnitud.
Lo que sí parece estar descartado es una guerra terrestre contra Irán en la situación actual, con casi 170.000 soldados norteamericanos en Iraq —en una guerra que no pueden ganar, donde sólo se trata de buscar una salida lo más honrosa posible—, es materialmente imposible invadir y ocupar Irán, con tiene un ejército mucho mejor equipado y armado que el ejército iraquí en el momento de la invasión. Pero lo que no se puede descartar son ataques aéreos contra las supuestas “instalaciones nucleares” iraníes, en este caso podría contar con la inestimable ayuda de Israel. Aunque después de la derrota israelí en Líbano el verano pasado la clase dominante israelí se ha hundido en una profunda crisis, parece que está de nuevo recurriendo al ambiente bélico para intentar descarrillar una situación social cada vez más explosiva. En el último mes ha habido dos huelgas generales y en el momento de escribir este artículo miles de estudiantes israelíes están en huelga y participando en manifestaciones por todo el país contra el intento de privatizar la enseñanza universitaria.
La demagogia antiimperialista de Ahmadineyah y los mulás
Al otro lado tenemos a Ahmadineyah y el reaccionario régimen de los mulás que están utilizando la demagogia antiimperialista para intentar desviar la atención de las masas iraníes de sus problemas más acuciantes. Esta aparente demostración de fuerza y poder por parte del régimen iraní sólo pretende ocultar su propia crisis y decadencia. Los mulás están claramente divididos entre un sector que quiere conceder ciertas “reformas” para evitar una explosión social por abajo que ponga en peligro todo su sistema, es decir el capitalismo, y el sector más duro que quiere seguir gobernando como hasta ahora.
La situación económica es calamitosa a pesar de ser un país exportador de petróleo y beneficiarse estos años de la subida del crudo. Los trabajadores en las empresas estatales (más del 50% del PIB es generado por las empresas públicas) pueden pasarse hasta 50 meses sin cobrar. La industria es totalmente obsoleta y necesita urgentemente una gran cantidad de inversión para mejorar su productividad. La tasa de paro oficial es del 15%, el salario medio es de 100 dólares mensuales y, según el Banco Central Iraní, más del 50% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. La desesperación y la miseria hacen mella en cuestiones como la droga —según datos oficiales, un 20% de la población adulta consume algún tipo de droga— y tiene la tasa de suicidios más alta del mundo (Fuente: Andreas Malm, Iran on the brink).
El renacer del movimiento obrero iraní
Estas son las condiciones que han provocado el despertar del movimiento obrero iraní.
Desde 2004 ha habido huelgas y luchas en prácticamente todos los sectores, algunas importantes como en la fábrica de automóviles de Khodro (Teherán), la más grande de Oriente Medio con 37.000 trabajadores y que en los últimos tres años han protagonizado luchas y huelgas destacadas. Como también lo fue la lucha de los 17.000 trabajadores de la empresa de transporte Vahez en la capital iraní. Otra prueba de cómo la clase obrera ha recuperado su confianza es el desafío de decenas de miles de manifestantes cada Primero de Mayo, a pesar de la feroz represión estatal. El año pasado la manifestación del Primero de Mayo, a pesar de estar convocada por los sindicatos del régimen que querían controlar la situación, más de 200.000 trabajadores corearon sus propias consignas contra el gobierno.
A pesar de estar prohibidos los sindicatos y de la feroz represión que sufren, ya han empezado a surgir los primeros sindicatos independientes y se distribuyen en las fábricas periódicos obreros clandestinos. En algunas de las luchas se han formado consejos obreros que se han hecho cargo de la producción. Así ocurrió en 2004 en la fábrica de alfombras Farshe Gilan, cuando se anunció su cierre las 600 trabajadoras ocuparon la planta, eligieron su propio consejo obrero que la gestionó y dirigió durante tres meses, hasta que los bancos embargaron y la compañía de la luz les cortó el suministro eléctrico. Ocurrió algo parecido en la fábrica de ladrillos de Tabriz, en una asamblea de 3.000 trabajadores celebrada en el desierto, éstos eligieron un consejo obrero que actuó como comité de huelga y al mismo tiempo dirigía la empresa. Estos ejemplos demuestran que las tradiciones de la revolución de 1979 siguen vivas y que serán recuperadas rápidamente por la clase obrera iraní.
Este año ha comenzado de la misma manera, con luchas de los trabajadores del textil, del sector azucarero, del azulejo, en los astilleros, reclamando en unos casos el pago de sus salarios atrasados, en otros para protestar contra los despidos o para exigir un aumento de salario, pero en todos, una de las características es que no se limitaban sólo a las reivindicaciones específicas de su sector, sino que tenían como objetivo final la caída del odiado régimen integrista.
Las mujeres a la vanguardia de la lucha
Una de las pruebas de la situación social tan explosiva que existe en Irán es la situación de la mujer. Durante más de dos décadas ha sido el sector de la población que más ha sufrido en sus carnes el fundamentalismo, obligada a seguir estrictamente la ley islámica o castigada de manera brutal. Ya el año pasado miles de mujeres salieron a las calles para exigir el final de su opresión y sus derechos democráticos. Fueron duramente perseguidas y decenas de activistas fueron encarceladas. Este 8 de marzo de nuevo miles desafiaron al régimen saliendo a las calles de las principales ciudades. Es algo habitual que las mujeres desafíen abiertamente al régimen, vistiendo ropa occidental o quitándose el velo y cubriéndose sólo con una pequeña cinta en el pelo.
En el momento de escribir este artículo, los profesores en Irán llevan varios días en huelga. Esta lucha ha despertado una enorme simpatía y se está convirtiendo en un polo de atracción para el resto de los trabajadores, pero lo más importante es que es una huelga donde las mujeres están jugando el papel protagonista ya que el 80% de los profesores en Irán son mujeres. Precisamente esta actitud desafiante de la mujer es lo que ha llevado al régimen a enviar, desde el 22 de abril, a la policía y al ejército a las calles para castigar a todas aquellas mujeres que osan desa-fiar las leyes del régimen.
Pero este último intento de demostración de fuerza por parte de los mulás es una prueba más de que su régimen, basado en las ideas religiosas más reaccionarias, ya no puede controlar la situación como en el pasado.
Una prueba más fueron las celebraciones de este Año Nuevo, el 21 de marzo, en ellas conscientemente prescindieron de cualquier símbolo o discurso religioso, algo habitual cada año. El discurso del ayatolá Jamenei (el principal representante de la línea dura de los mulás) fue puramente nacionalista, apelando a la “unidad nacional” por encima de divisiones religiosas, étnicas, etc., incluso recordando y ensalzando la memoria de Mohammed Mosadegh, el líder nacionalista que nacionalizó la industria del petróleo y que fue derribado por un golpe de Estado dirigido por la CIA en 1953, una figura que durante años fue denostada y despreciada por los mulás.
Si finalmente el imperialismo norteamericano ataca Irán, lo único que conseguirá será empeorar y desestabilizar más toda la región. Y para el régimen iraní, a pesar de toda su demagogia antiimperialista, en el momento que la clase obrera iraní pase a la acción nada podrá salvarle.
María Castro
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