sábado, mayo 12, 2007

Un problema latente a 40 años de la Crisis de Octubre.

La amenaza nuclear

En el mundo de hoy, 40 años después de la Crisis de Octubre, todos los países y las personas con racionalidad política están convencidos de que la utilización del arma nuclear significaría el fin de la Humanidad. Ello es una realidad inconmovible. Sin embargo, la retórica agresiva norteamericana ha propalado la peligrosa idea de que, la obtención de sus fines en la actual campaña antiterrorista mundial, puede concebir la utilización de todos los tipos de armas, incluida por supuesto, la nuclear. Tal parece que las lecciones del dramático episodio de octubre de 1962 necesitan ser repasadas.
La posesión del arma nuclear continúa siendo factor de poder al que los estados poseedores no están dispuestos a renunciar, pero sí resueltos a impedir que otros países puedan alcanzar esta indudable ventaja militar. Mucho se habla de la "no proliferación", destinada a impedir que surjan competidores en el monopolio de los medios de guerra nucleares.
Muchos de los avances tecnológicos a los que ha asistido la Humanidad en el pasado siglo XX han servido, paradójicamente, al desarrollo y moder-nización del arma nuclear, lo que puede calificarse como la antítesis de la existencia humana. Cuarenta años después, esta contradicción aún no tiene solución real.

INMEDIATAMENTE DESPUÉS DE LA CRISIS DE OCTUBRE

Concluida la retirada de los cohetes estratégicos soviéticos de Cuba en 1962, la dirigencia política soviética comprendió la necesidad de que para lograr una determinada estabilidad política y militar con Estados Unidos en el plano estratégico, era indispensable alcanzar la llamada "paridad nuclear". A costa de los esfuerzos del pueblo soviético, ese propósito se alcanzó en los años setenta.
Ese hecho permitió crear un estado de balance estratégico en el que cada parte (los Estados Unidos y la Unión Soviética) poseían la capacidad de infligir a la otra un daño inaceptable mediante un golpe de represalia, que fue la esencia del concepto de la "destrucción mutua asegurada". Adicionalmente, en esas condiciones, tampoco ninguna de las partes podría tomar ventaja sobre la otra después de haber intercambiado los primeros golpes nucleares. A partir de ese dilema se debatió el problema en torno a la llamada Guerra Nuclear Total. En esencia, lo plausible era desarrollar, como en realidad ocurrió, de manera creciente y sostenida, el arma nuclear, como garantía del equilibrio.
Ese balance, vinculado a la Guerra Nuclear Total, no era totalmente eficaz al analizar las contingencias regionales, por lo que el surgimiento de las llamadas "armas nucleares tácticas" vino a proporcionar una nueva dimensión al problema. En este aspecto también Estados Unidos tomó ventaja.
El despliegue de las armas nucleares tácticas en Europa y la pretensión de su eventual empleo contra la URSS y el Pacto de Varsovia en un conflicto regional trataban de explicar el proyecto de Reagan de la llamada "guerra nuclear limitada" o "guerra de teatro", que en buenas cuentas obligó a los europeos a compartir con los Estados Unidos el peso de la cruz de la "amenaza nuclear soviética" con la peregrina idea de que el uso del arma nuclear en Europa, no significaba necesariamente el primer paso hacia la Guerra Nuclear Total.
Sin embargo, la eventual utilización del arma nuclear en un conflicto en Europa, presuponía de facto una amenaza directa a la URSS por encontrarse en el radio de alcance de las armas nucleares desplegadas dentro del llamado "Teatro de Operaciones" europeo. El territorio continental norteamericano, por el contrario, estaba muy alejado del escenario nuclear del viejo continente.

EVOLUCIÓN DEL ARSENAL MUNDIAL NUCLEAR

La década de los años setenta, en consecuencia, fue el marco propio para el avance incesante de la carrera de armamentos en el terreno de las armas nucleares.
Los ocho estados llamados "nucleares" (EE,UU., Rusia, Gran Bretaña, Francia, China, India, Paquistán e Israel) poseían, en su conjunto, en el año 2001, la astronómica cifra de 17 mil 150 cabezas nucleares estratégicas, de las cuales el 93% pertenece a EE.UU. (10 656 cabezas) y a Rusia (10 000 cabezas). Francia posee unas 350 cabezas nucleares; China, 250; Israel, entre 100 y 120; Gran Bretaña, 185; India, alrededor de 60 y Paquistán, unas 48 (1).
El estimado de cabezas nucleares existentes en el planeta, al cual se suman las llamadas "armas nucleares tácticas" que se encuentran fuera de los tratados formales vigentes en materia de armas nucleares y las cabezas nucleares almacenadas o inactivas, ascienden a la monstruosa cifra de 36 mil 800.
Solamente el poder explosivo del inventario nuclear de los Estados Unidos es 100 mil veces superior al de la bomba empleada contra Hiroshima, en agosto de 1945. Un solo submarino nuclear norteamericano, (posee 18) es capaz de transportar 192 ojivas nucleares y pudiera aniquilar o afectar a unos 50 millones de personas.

LAS NEGOCIACIONES SOBRE LAS ARMAS NUCLEARES

Después de concluida la Crisis, en medio del apogeo de la Guerra Fría, la posesión del arma nuclear quedó firmemente establecida como un factor de poder y, paralelamente al desarrollo de este tipo de armas, comenzó un proceso de negociaciones para afrontar el peligro real que tenía ante sí la Humanidad.
En octubre de 1963 las tres potencias nucleares del momento (EE.UU., URSS y Gran Bretaña), firmaron el primero de los tratados para regular el desarrollo del arma nuclear, mediante la limitación de las pruebas nucleares en la atmósfera, el espacio exterior y el fondo de los mares.
En 1968, cuando otros países ya se habían incorporado al selecto grupo de estados poseedores del arma nuclear, se firma el Tratado de No Proliferación que, en concreto, prohíbe que nuevos países obtengan la posesión del arma nuclear, aunque los que ya la tienen pueden continuar modernizándolas.
Solamente en 1972 es que aparece el primer tratado para poner un tope a la posesión de armas nucleares. Ese instrumento bilateral entre Estados Unidos y la entonces URSS se conoce como Conversaciones para la Limitación de Armas Nucleares (SALT 1). Siete años después, en 1979, ambos países nucleares acuerdan por vez primera la reducción específica de las cabezas nucleares y sus medios portadores.
Aunque esos pasos y algunos posteriores son positivos, la presencia remanente del arma nuclear, después de aplicados todos los acuerdos escritos, continúa siendo un peligro para la Humanidad, pues con ella puede liquidarse todo lo que el hombre ha logrado edificar en miles de años. Se trata de lograr el desarme nuclear total, algo de lo que algunos de los poseedores de armas nucleares no quieren hablar.
A la luz de los nuevos conceptos esgrimidos por la administración norteamericana de la realización de "ataques preventivos", es conveniente explicar que no existen "ataques nucleares quirúrgicos", pues las armas nucleares son medios de destrucción masiva y sus efectos, además de complejos, son impredecibles y muy difíciles de controlar.
Finalmente, 40 años después de la Crisis de Octubre el mundo no cuenta con el precario balance estratégico de los años sesenta, pero balance al fin. El planeta enfrenta una situación de ingobernabilidad creciente que contrasta con los esfuerzos de Estados Unidos para consolidar su liderazgo mundial que materializa con un viejo instrumento: la aplicación de la fuerza, y principalmente, la fuerza militar.
A la posesión del arma nuclear y el peligro de su empleo se suman problemas tan complejos como el hambre, las enfermedades, el desarrollo desigual, la pobreza, entre otros, que constituyen también amenazas reales al hábitat humano.
Cuarenta años después de retirados los cohetes de Cuba, el mundo es mucho más inseguro.

(1) Datos tomados de los sitios de Internet del Instituto de la Paz Internacional, de Estocolmo, Suecia (SIPRI), y del Centro de Información para la Defensa, de Estados Unidos

Dr. LUIS M. GARCÍA CUÑARRO

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