miércoles, enero 07, 2009

Adquiere en Cuba el valor del trabajo carácter decisivo

La coyuntura internacional cuajada de incertidumbres económicas, la huella indeleble del bloqueo estadounidense y los daños por el paso de devastadores huracanes, obligan a los cubanos a un período de austeridad, en el que el valor del trabajo adquiere una connotación categórica.
La evidencia de que la Humanidad está inmersa en una crisis financiera, difundida desde Estados Unidos a partir del desastre hipotecario, influye sobre los precios de las exportaciones cubanas, muchas de ellas a la baja, como el níquel, el azúcar y los
renglones del mar.
Si bien los alimentos y el petróleo exhiben cotizaciones por debajo de los niveles récord de la primera mitad del dos mil ocho, todavía los países pobres, Cuba incluida, deben hacer malabares con sus presupuestos para solventar esas compras.
Entonces no queda margen posible a la pereza, la improductividad y la ineficiencia, mucho más si todos los cubanos concuerdan en que los salarios están por debajo de las necesidades.
Los expertos también coinciden en ello, y recomiendan, con tino, más que bajar los precios de los productos subir los salarios, pues se beneficiarían las personas que más trabajan.
Sin embargo, los académicos se apresuran a aclarar, a despecho del habla cotidiana, que sería descabellado elevar los jornales si no se alcanzan en Cuba más producción, eficiencia y control sobre lo aportado.
La advertencia es comprensible porque el exceso de circulante generado por desmesurados salarios, sin respaldo en mercancías en los establecimientos comerciales, resultaría aún más nocivo para el país.
No queda otra alternativa en Cuba que enaltecer la productividad del trabajo, cuyo crecimiento en el dos mil ocho fue de apenas 2,6% en relación con la etapa precedente, sustituir importaciones e incrementar las ventas de bienes y servicios en el exterior.
El 2009 se inicia para los cubanos en un contexto donde se imponen la persuasión y otras acciones para que la población comprenda que todos los individuos deben aportar su trabajo para ser retribuidos de acuerdo con los resultados.
En un país donde servicios clave como educación, salud, asistencia social, cultura y deportes son asequibles y una parte de los alimentos se garantiza, a precios subsidiados, en una canasta básica, parecería una irreverencia hablar de eliminar paulatinamente ciertas gratuidades y coberturas.
Pero no es un error abordar tales urgencias, sobre todo si se aclara de que los servicios básicos son intocables. El estudio sobre las reducciones de tales beneficios debe abarcar otras esferas, las adecuadamente llamadas gratuidades indebidas y los subsidios indiscriminados.
En tiempos de duro esfuerzo y de combate sin tregua frente a las dificultades, empezando por las propias insuficiencias y errores, los cubanos no pueden darse ciertos lujos, hasta ahora comprensibles.
Cuando el principal reto es la reconstrucción del país, castigado por tres huracanes que hicieron trizas el equivalente de la quinta parte del Producto Interno Bruto, resulta imperativo bajar los gastos no productivos.
De ahí que el gobierno decidiera reducir en 50% las erogaciones previstas en viajes al exterior de entidades estatales y se vislumbre la eliminación de planes vacacionales y ofertas gastronómicas a precios altamente subsidiados, concedidos a ejecutivos y trabajadores destacados.
Como señalara recientemente el presidente cubano, Raúl Castro, "nadie, ni una persona ni un Estado, puede gastar más de lo que produce".
Trabajar con mayor ahínco y sostenidamente es la clave para los cubanos, a fin de generar más riquezas que respalden el esperado incremento de los estipendios.

Roberto Morejón
(7-1-09)

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