Los gurúes de la propiedad intelectual, los organismos internacionales títeres de EE UU y las oficinas de propiedad industrial y derechos de autores carroñeras, están pagando caro el costo de asociar los supuestos beneficios de la protección de la propiedad del intelecto a las inversiones económicas y financieras, tras la debacle del sistema económico mundial al que insisten defender, inclusive hoy en día.
Desde los biocombustibles hasta los alimentos transgénicos, pasando por las industrias del copyright y las farmacéuticas están recibiendo altas dosis del propio veneno inyectado durante años a las sociedades del mundo. Simplemente la protección no sirve para frenar la mayor crisis económica de los recientes 100 años y mucho menos incentivar ninguna innovación real en el egoísta mundo del mercado.
El hundimiento del sistema capitalista tal cual se ha desarrollado en los últimos tiempos, parece arrastrar al actual sistema mundial de propiedad intelectual al abismo del desprestigio, tal que no se demuestra la utilidad de este ficticio mecanismo de apropiación de ganancias, ahora convertido en mecanismo de pérdidas.
La arquitectura fetichista de las bondades del sistema de marcas y patentes se diluye así en un mar de quiebras, rescates, desempleo, y planes neokeynesianos que se lanzan como inútiles intentos de frenar lo que parece ser un resultado seguro: el fin del capitalismo en su fase neoliberal junto a todos sus mecanismos de soporte.
La implosión de este perverso sistema de propiedad ha llegado a tal estadio de decadencia que pierde razón de existencia por inútil, por no servir ni siquiera a la defensa de los intereses corporativos a los que ha servido.
La propiedad intelectual y sus defensores se hunden con el capitalismo.
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