El Presidente Raúl Castro, Segundo Secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), al concluir el 9no Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas el pasado 4 de abril, precisó que nos enfrentamos a realidades nada agradables convencidos de que hay que romper dogmas y asumir con firmeza y confianza la actualización de nuestro modelo económico, con el propósito de sentar las bases de la irreversibilidad y el desarrollo del socialismo cubano.
En correspondencia, es apremiante el perfeccionamiento de la obra revolucionaria en todo el archipiélago nacional sin perder de vista que el rosario de asuntos que encaramos son de una magnitud tal que el apresuramiento, la improvisación, la actitud por emociones y el proceder sin la integralidad requerida conllevan a dificultades mayores que las que hoy día vivimos.
Así, la complejidad que exhibe el escenario socio-económico e ideo-político cubano devela como nunca antes la necesidad de preguntarnos qué tipo de Socialismo debemos/podemos construir en Cuba, a tono con las condicionantes internas y externasy las posibilidades objetivas y subjetivas.
En este orden de ideas, existe consenso en que todas las respuestas pasan por que resulta imprescindible que nuestra economía sea sólida y dinámica, capaz de enfrentar con pies propios las zancadillas del Bloqueo yanqui, la repercusión de la crisis económica mundial y los estragos del cambio climático. Si no, cómo aspirar a la prosperidad personal, familiar, social.
Llegó el momento de mandar definitivamente al basurero de la Historia las importaciones de mercancías producibles en Cuba, sobre todo de alimentos. Un repudio ha de recibir la menor lamentación en este sentido. Queda fuera de justificación alguna que en determinados segmentos agropecuarios se deje de producir arroz, frijoles, carne de cerdo y de ovino…, cuando existen otros que en similares condiciones revelan todo lo contrario. He aquí el espíritu que ha de prevalecer en todos los sectores de la producción y los servicios.
Una sabia de José Martí enseña: “Ni indirectamente debe la sociedad humana alimentar a quien no trabaja directamente en ella”. Entonces, las personas tienen que sentir la necesidad de trabajar para vivir, sin que abunden regulaciones paternalistas e irracionales. Puja por ser realidad constante y sonante el principio de distribución con arreglo al trabajo.
La productividad laboral reclama su espacio, que desaparezcan las plantillas infladas de los centros de trabajo a escala nacional y los salarios desvinculados a los resultados del quehacer de cada quien. Por esta senda hay que andar, para evitar que la masa de dinero en circulación estimule el ascenso de los precios y deteriore la capacidad adquisitiva del pueblo.
Paralelamente, los subsidios demandan un replanteo. ¿Hasta cuándo vamos a seguir con la Libreta de Abastecimiento —mecanismo útil en su momento, mas actualmente cuestionada su efectividad? ¿Por qué tenemos que continuar ofertando productos muy por debajo de sus precios (alimentos, electricidad…) y que la diferencia la pague el Estado? ¡Subsídiese a las personas que lo necesiten, cual reflejo de que la filosofía es que nadie quede nunca abandonado a su suerte!
Entretanto, en brújula debe convertirse el magisterio del compañero Fidel, Primer Secretario del PCC, según el cual los militantes del Partido y revolucionarios/as en general han de combatir sin tregua el robo en fábricas, almacenes, servicios automotrices, hoteles, restaurantes y otras actividades donde se manejen recursos o dinero. Y si un afiliado partidista incurre en tan bochornosa actividad, aparte de las medidas legales que le correspondan, debe ser sancionado sin extremismos, pero de forma madura y eficaz.
Categóricamente, lo que degrade la dinámica social (corrupción, burocratismo…—verdaderas amenazas a la seguridad nacional) ha de desaparecer de nuestro horizonte. Recuérdese siempre que tan dañina situación no se va a resolver solamente con consejos, llamadas de atención, campañas moralistas…, sino asimismo aplicando la ley en su rigor y en todas las direcciones.
Las auditorías que tuvieron lugar entre abril y mayo últimos, evidenciaron que aún tenemos que alimentar la cultura de disciplina económica y de prevención en todos los centros laborales, razón por la cual la Contraloría General de la República está llamada a contribuir a que el pueblo cubano tenga la administración eficiente y transparente; a que las masas trabajadoras, a través de sus mecanismos representativos y participativos, exijan la concreción de la responsabilidad en el control interno de los recursos corresponde a la máxima autoridad administrativa de cada lugar.
Igualmente, tiene que convertirse en un acompañamiento invariable que para avanzar en la construcción del consenso nacional —aprehensión de que la alternativa es el perfeccionamiento constante de la obra revolucionaria—, es vital fomentar la discusión franca y no ver en la discrepancia un problema sino la fuente de las mejores soluciones, toda vez que la práctica revela que empeñarse en aras de la unanimidad suele ser una prestación baldía.
Por demás, hay que aprovechar la competencia del capital humano creado por la propia Revolución —imperdonable resulta que caiga en saco roto el pensamiento de quienes investigan la sociedad desde el punto de vista científico— al compás de la sabia que acredita que es insoslayable trabajar de acuerdo con el momento histórico-concreto y asumir dialécticamente la necesidad del cambio a favor de la prosperidad de la Patria cuya ley primera es el culto a la dignidad plena de la persona en el contexto que nos asiste.
Por aquí transita el Socialismo que debemos/podemos construir.
Noel Manzanares Blanco
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