lunes, julio 05, 2010

Nubes de tormenta sobre Irán

La grave amenaza de Irán es la más seria crisis de política exterior que afronta la Administración Obama. El Congreso acaba de endurecer las sanciones contra ese país, con más castigos severos a las compañías extranjeras que hagan negocios allí. La Administración ha expandido la capacidad ofensiva de EEUU en la isla africana Diego García, reclamada por Reino Unido, que había expulsado a la población de modo que EEUU pudiera construir una gran base para atacar Oriente Medio y Asia central.
La Marina estadounidense ha informado sobre el envío de un equipamiento a la isla para apoyar a los submarinos dotados de misiles Tomahawk, que pueden portar cabezas nucleares. Según el informe de carga de la Marina obtenido por Sunday Herald, de Glasgow, el equipamiento militar incluye 387 destructores de búnkeres para hacer explotar estructuras subterráneas reforzadas. “Están activando el engranaje para la destrucción de Irán”, dijo a ese periódico el director del Centro de Estudios Internacionales y Diplomacia de la Universidad de Londres, Dan Plesch. “Los bombarderos y los misiles de largo rango de EEUU están preparados para destruir 10.000 objetivos en Irán en pocas horas”.
La prensa árabe informa de que una flota estadounidense (con una nave israelí) ha pasado recientemente por el Canal de Suez camino al Golfo Pérsico, donde su misión consiste en “aplicar las sanciones contra Irán y supervisar los barcos que entran en y salen de ese país”. Medios de comunicación británicos e israelíes informan de que Arabia Saudí está proveyendo un corredor para un eventual bombardeo israelí a Irán (lo que niegan los saudíes).
A su regreso de una visita a Afganistán para tranquilizar a sus aliados de la OTAN tras la dimisión del general Stanley McChrystal, el almirante Michael Mullen, máximo responsable de la Junta de Jefes del Estado Mayor, visitó Israel para encontrarse con el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa israelíes, Gabi Ashkenazi, y continuar un diálogo estratégico anual. La reunión se centró en “la preparación de Israel y EEUU frente a la posibilidad de un Irán con capacidad nuclear”, según el diario Haaretz, que informó además de que Mullen había enfatizado: “Yo siempre trato de ver desafíos desde la perspectiva israelí”.
Algunos analistas describen la amenaza iraní en términos apocalípticos. “EEUU deberá enfrentarse a Irán o entregar Oriente Medio”, advierte Amitai Etzioni. Si el programa nuclear de Irán se concreta, dice, Turquía, Arabia Saudí y otros Estados “se moverán” hacia la nueva “superpotencia” iraní. En una retórica menos ferviente, eso significa que podría tomar forma una alianza regional independiente de EEUU.
En el periódico del Ejército estadounidense Military Review, Etzioni urge a EEUU un ataque no sólo contra las instalaciones nucleares de Irán, sino también contra sus activos militares no nucleares, incluyendo infraestructuras –es decir, sociedad civil–. “Este tipo de acción militar es semejante a las sanciones: causa daño con el fin de cambiar conductas, aunque por medios más poderosos”, escribe.
Un análisis autorizado sobre la amenaza iraní lo ofrece un informe del Departamento de Defensa de EEUU presentado al Congreso en abril pasado. El gasto militar de Irán es “relativamente bajo en comparación con el resto de la región”, sostiene el documento. La doctrina militar de Irán es estrictamente “defensiva (… ) diseñada para retrasar una invasión y forzar una solución diplomática a las hostilidades”. Señala además que “el programa nuclear de Irán y su voluntad de mantener abierta la posibilidad de desarrollar armas nucleares (son) una parte central de su estrategia de disuasión”.
Para Washington, la capacidad disuasoria de Irán es un ejercicio ilegítimo de soberanía que interfiere en los designios globales de EEUU. Concretamente, si amenaza el control estadounidense de los recursos energéticos de Oriente Medio. Pero la amenaza de Irán va más allá de la disuasión. Teherán está buscando también expandir su influencia en la región, lo que es visto como un factor de “desestabilización”, presumiblemente en contraste con la “estabilizadora” invasión y ocupación militar estadounidense de los vecinos de Irán. Más allá de esos crímenes –sigue el informe del Pentágono–, Irán está apoyando el terrorismo con su respaldo a Hizbulá y Hamás, las mayores fuerzas políticas en Líbano y Palestina (si cuentan las elecciones).
El modelo de democracia en el mundo musulmán, a pesar de sus serios defectos, es Turquía, que tiene elecciones relativamente libres. La Administración Obama se indignó cuando Turquía se unió con Brasil en busca de un arreglo con Irán para que restringiera su enriquecimiento de uranio. EEUU socavó rápidamente el acuerdo promoviendo una resolución el Consejo de Seguridad de la ONU con nuevas sanciones contra Irán, tan carentes de sentido que China las apoyó alegremente de inmediato, asumiendo que, como mucho, impedirían a los intereses occidentales competir con China por los recursos de Irán. De manera nada sorpresiva, Turquía (al igual que Brasil) votó contra la iniciativa de EEUU. El otro miembro regional, Líbano, se abstuvo.
Esas actuaciones provocaron aun más consternación en Washington. Philip Gordon, el diplomático de mayor rango de la Administración Obama en asuntos europeos, advirtió a Turquía de que sus acciones no se entienden en EEUU y de que debería “demostrar su compromiso de socio de Occidente”, según informó The Associated Press. Una rara admonición a un aliado crucial de la OTAN. La clase política también lo entiende así. Steven A. Cook, un experto del Consejo de Relaciones Exteriores, sostiene que la pregunta crítica es: “¿Cómo mantener a los turcos en su carril?” –o sea, siguiendo órdenes como buenos demócratas.
No hay señal de que otros países en la región favorezcan las sanciones promovidas por EEUU más de lo que lo hace Turquía. Pakistán e Irán, reunidos en Ankara, firmaron recientemente un acuerdo para un nuevo gasoducto. Más preocupante para EEUU es que el oleoducto pueda extenderse a India. El tratado de 2008 de EEUU con India, apoyando sus programas nucleares, pretende evitar que este país se una al gasoducto, según señala Moeed Yusuf, un asesor en temas sudasiáticos del Instituto de Paz de EEUU.
India y Pakistán son dos de las tres potencias nucleares que han rehusado firmar el Tratado de No Proliferación (TNP). Israel es el tercero. Todos ellos han desarrollado armamentos nucleares con el apoyo de EEUU, y aún lo hacen.
Ninguna persona cueda quiere que Irán, o cualquier país, desarrolle armas nucleares. Una manera obvia de mitigar o eliminar esta amenaza consiste en establecer una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio. Este asunto se suscitó (de nuevo) en la conferencia del TNP en las Naciones Unidas a comienzos de mayo pasado. Egipto, como presidente del Movimiento de los No Alineados –integrado por 118 países–, propuso que la conferencia respaldara un plan para iniciar negociaciones en 2011 por un Oriente Medio libre de armas nucleares, tal como fue acordado por Occidente, incluido EEUU, en la conferencia del TNP de 1995. Washington aún está formalmente de acuerdo, pero insiste en que Israel sea eximido –y no ha dado ningún indicio de permitir que las provisiones del pacto se apliquen a EEUU–.
En vez de dar pasos prácticos hacia la reducción de la escalofriante amenaza de la proliferación de armas nucleares en Irán o en cualquier parte, EEUU se está moviendo para reforzar el control en las vitales regiones productoras de petróleo de Oriente Medio, de manera violenta si otros medios no tienen éxito.

Noam chomsky
Público

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