viernes, julio 16, 2010

¿Y por qué no los Cinco?

El reciente intercambio de prisioneros entre Estados Unidos y Rusia proyecta a un primer plano lo que con certeza sea la solución del caso de nuestros Cinco hermanos: Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
El gobierno de Estados Unidos nunca ha probado ante sus tribunales la acusación virtual de espionaje en contra de ellos. Ni siquiera ha podido cabalmente probar la de conspiración para cometer espionaje y mucho menos el cargo contra Gerardo de conspiración para cometer asesinato, por el cual cumple cadena perpetua. A pesar de esta terrible verdad los Cinco fueron condenados a insólitas y desmesuradas condenas que nada tienen que ver con la justicia y todo con la revancha y la tortura. Este próximo septiembre cumplirán doce años en presidio.
Según los análisis generalmente aceptados el gobierno de Estados Unidos propició ese intercambio de prisioneros con el propósito de demostrar al gobierno ruso su mejor voluntad de facilitar un mejor desarrollo de sus relaciones bilaterales.
Como se sabe, e nviados a Rusia fueron un número de supuestos espías, a los que las autoridades nunca acusaron de tales y los que finalmente aceptaron declararse culpables del cargo de “conspiración para no declararse agente de un gobierno extranjero”, y de Rusia fueron enviados a Estados Unidos cuatro individuos, encarcelados hacía varios años, por haber sido encontrados culpables en tribunales rusos por el delito de espionaje a favor de Estados Unidos.
En septiembre de 1998 l a Administración de Clinton ordenó el arresto de los Cinco en Miami; esta fue una decisión política en contra de Cuba. Desde entonces las dos Administraciones posteriores, al acoso de ese propósito político, por todos los medios posibles a su alcance, los ha mantenido cruelmente encarcelados estos largos años. Siendo este un caso de índole política su resolución debe ser una de carácter político.
Ésta podría ser o bien un indulto presidencial, amparado por el poder otorgado al presidente por el Artículo 2, Sección 2 de la Constitución federal, u otro intercambio de prisioneros, al estilo del reciente relacionado con Rusia, esta vez entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba.
¿Cuál o cuáles propósitos podrían alentar a la Administración de Obama a tomar, por ejemplo, la segunda solución que es a fin de cuentas la de más actualidad?
Cuba, mediante la feliz cooperación de la Iglesia Católica a través de la persona del Arzobispo de La Habana, el Cardenal Jaime Ortega, y de la del gobierno español, recién indultó a 52 individuos –todos cubanos- encontrados culpables ante tribunales cubanos en el 2003 por fuerza de contundentes pruebas de éstos estar a las órdenes y a la paga de un gobierno extranjero –en este caso el de Estados Unidos. Delito que en los códigos penales de cualquier nación es calificado como Delito de Traición. No de espionaje, o de conspiración para cometer espionaje, sino de traición. No son estos 52 miserables, como la mayoría de la prensa los califica “prisioneros de conciencia”, sino son sencillamente culpables de traición a su patria.
Hay otros cubanos presos por cometer delitos políticos cumpliendo condenas en cárceles en Cuba, así como un estadounidense, Alan Gross, bajo arresto desde diciembre último bajo sospecha de cometer actividades subversivas.
Como algunos mantienen, Estados Unidos siempre se ha interesado por la puesta en libertad de los presos políticos en Cuba, ¿por qué no entonces aprovechar el momento para lograr la excarcelación de esos individuos en Cuba y la liberación de los Cinco aquí?
Sería un gesto recíproco demostrativo de buena voluntad por ambos gobiernos. Quizás una oportunidad única que cortaría el nudo gordiano del adverso estado de las relaciones entre ambos país.
¿Por qué no? Esta reciprocidad sería una coyuntura óptima para facilitar el mejor desarrollo de las relaciones no sólo entre Estados Unidos y Cuba, sino también entre Estados Unidos y el resto de la América Latina, relaciones, ambas, que hasta ahora la Administración de Obama las mantiene en la sombría situación de siempre.

Andrés Gómez
Areítodigital/Rebelión

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