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jueves, septiembre 19, 2013
El águila se posa en el este europeo
En Rumania comenzará la instalación de un sistema estadounidense de defensa antimisiles. El proyecto de la Casa Blanca aprobado por la OTAN prevé un establecimiento similar en Polonia. Desconfianza en Rusia.
Mientras continúan las conversaciones sobre Siria, un eje de conflicto entre Estados Unidos y Rusia se revitaliza. La semana pasada el ministro de Defensa rumano, Mircea Dusa, informó que en octubre darán comienzo los trabajos para instalar un armamento capaz de interceptar misiles balísticos. El anuncio lo realizó en Deveselu, ciudad cuya base aérea será sede del proyecto.
El acuerdo entre Rumania y Estados Unidos se firmó en septiembre de 2011 y permite a los norteamericanos construir, mantener y operar la instalación que contendrá los antimisiles denominados SM-3, mientras que se establecerán 200 soldados. El tratado es parte de la segunda fase del programa que la Casa Blanca denominó EPAA (por European Phased Adaptive Approach), y al cual la OTAN dio su visto bueno en la Cumbre de Lisboa en noviembre de 2010.
El proyecto EPAA, de cuatro fases, implicó un cambio en la política de Washington sobre el desarrollo de un escudo antimisiles. Los atentados del 2001 impulsaron una idea que había vislumbrado Reagan y que Bush decidió reflotar. Pero en 2006 Rusia mostró su rechazo a un plan que consistía en instalar un radar en República Checa y diez interceptores en Polonia.
Con Barack Obama esa idea quedó descartada y en septiembre del 2009 se promulgaron los lineamientos de EPAA. Según la web de la Casa Blanca, motivos técnicos y políticos justificaron la decisión. Entre los segundos se encontraba la necesidad de enfrentar la amenaza proveniente de Irán, cuya capacidad militar se “desarrollaba más rápido de lo previsto”.
El programa fue entonces concebido para proteger a los aliados de la OTAN y a los propios Estados Unidos. La primera fase incluyó el despliegue de un barco con capacidad de derribar misiles en el Mediterráneo y la instalación de un radar en Turquía. La tercera implica establecer en 2018, en Polonia, una base similar a la de Rumania (que estará lista en 2015). Mientras que la cuarta suponía (para 2020) la introducción de un armamento de mayor capacidad, pasible de derribar misiles de alcance intercontinental.
Esta última fase requería negociar con Rusia, ya que podía verse afectada la capacidad disuasoria de su equipamiento nuclear. El gobierno ruso quería un compromiso jurídico que le garantizara que la defensa de la OTAN no haría peligrar su arsenal. Pero Estados Unidos sólo accedió a ofrecer una declaración política y que expertos rusos accedan al sistema. Por ende, no se llegó a un acuerdo.
El conflicto mermó cuando hace unos meses Estados Unidos decidió reestructurar el plan. Ante la amenaza representada por Corea del Norte y tal vez por un recorte en el presupuesto del Pentágono, la cuarta etapa de EPAA fue cancelada por el momento. En cambio se instalarán defensas antimisiles en Alaska y California, y radares en Japón.
A pesar de las declaraciones de Serguéi Shoigú y Chuck Hagel, ministros de Defensa de Rusia y Estados Unidos respectivamente, que señalaban la importancia de reflotar las conversaciones sobre el escudo antimisiles, Alexéi Pushkov, jefe del Comité para Asuntos Internacionales de la Duma Estatal (parlamento ruso), aseguraba que “sería prematuro decir que algo ha cambiado en lo fundamental. Estados Unidos está reajustando su sistema de defensa antiaérea debido a cuestiones financieras y tecnológicas que no están relacionadas con la postura de Rusia”.
La base a construirse en Rumania y la que se planea en Polonia, implican de por sí un afianzamiento estadounidense en Europa Oriental. Washington ya posee en Kosovo la base Camp Bondsteel, que es una de las más grandes que tiene en el Viejo Continente. Según escribió en Rusia Hoy Piotr Iskendérov, del Instituto de Estudios Eslavos de la Academia de Ciencias de Rusia, “la base de Bondsteel permite a Estados Unidos controlar las aguas del Mediterráneo y del mar Negro, y las rutas que conducen a Oriente Medio, Norte de África y el Cáucaso, incluyendo las rutas de los oleoductos existentes y futuros del mar Caspio y Asia Central”.
Las sospechas rusas sobre EPAA eran ya señaladas en un artículo publicado en 2011 en el portal pravda.ru. Apuntaba que en la región no hay otras potenciales amenazas para Estados Unidos más que Rusia. Y recordaba que Deveselu está próxima a la base de la flota rusa en el Mar Negro, a la vez que el sitio que ocuparán los antimisiles en Polonia está cercano al enclave ruso de Kaliningrado, sede de la flota báltica. Como posible reacción ante estos hechos, en abril de este año el ministro de Defensa ruso viajó a Bielorrusia para anunciar el establecimiento de una base aérea en ese país, donde ya posee dos bases militares.
Por su parte, Rumania no pretende confrontar con Rusia. En julio Titus Corlatean, ministro de Relaciones Exteriores rumano, visitó Moscú y aseguró que "el sistema antimisiles de la OTAN que garantiza la defensa contra misiles de su territorio es exclusivamente defensivo y no tiene potencial ofensivo", según reprodujo la agencia EFE. Además, garantizó que los armamentos "no afectan a la estabilidad y al potencial de disuasión estratégico de Rusia".
Las declaraciones están en sintonía con la página web de ese Ministerio, donde se manifiesta la intención de mantener relaciones de cooperación con Rusia, basadas en el mutuo respeto y el interés de cada nación. Claro que también señala que Rumania es un aliado estratégico de Estados Unidos, y que su participación en EPAA reafirma esa asociación.
En un libro reciente el politólogo Atilio Borón postula que una de las novedades del imperialismo en nuestro tiempo es que tiene un centro plenamente definido, a saber, Estados Unidos. Algunos no estarán de acuerdo, pero es innegable que este país continúa desplegando sus fichas en el inmenso tablero de TEG que es la geopolítica.
Matías Figal.
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