Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
miércoles, septiembre 25, 2013
Polonia, al borde de la huelga general
Nunca, desde que sus multitudinarias manifestaciones aceleraron la caída de la dictadura estalinista de Wojciech Jaruzelsky en 1980, los astilleros polacos de Gdansk se habían movilizado tan masivamente. El sábado 14, desde las primeras horas de la mañana, más de 100 mil trabajadores, convocados por la central obrera Solidaridad, marcharon por las calles de Varsovia contra los planes de ajuste del gobierno derechista, que pretende hacerles pagar los costos de un dificultoso ingreso en la eurozona. Los manifestantes exigieron la renuncia del primer ministro, Donald Tusk. A los obreros de los astilleros se sumaron docentes, jubilados, empleados bancarios y metalúrgicos.
El sábado fue el cuarto día de protestas masivas, pero recién entonces Solidaridad y las otras centrales obreras se plegaron y aceptaron convocar a la movilización, cuando el gobierno de Tusk se propuso ampliar la jornada de trabajo y extender los empleos precarios y contratos basura. Además, el gobierno aumentó la edad jubilatoria de 65 a 67 años, al tiempo que la inestabilidad laboral impide a buena parte de los trabajadores acceder a los servicios de salud. Todo esto sucede cuando la economía polaca sufre un severo estancamiento.
Así las cosas, la coalición gobernante conducida por Tusk ha quedado en la cuerda floja, y podría ser en breve uno más de los tantos gobiernos derribados por la crisis. En el parlamento, la alianza que sostiene al primer ministro -compuesta por su partido, Plataforma Cívica (PC), y el Partido Campesino Polaco (PCP)- tiene una mayoría demasiado frágil después de la salida de su ala más derechista, dirigida por el ex ministro de Justicia Jaroslaw Gowin.
Además, el oficialismo perdió varias elecciones parciales en los últimos tiempos, en beneficio de una oposición también conservadora, la de Derecho y Justicia (DyJ). De todos modos, la intención de voto de oficialistas y opositores, sumados, no supera el 50 por ciento. Otro factor de crisis se tiene en la capital del país: Varsovia votará el 13 de octubre un referendo revocatorio que puede provocar la salida anticipada de la alcaldesa, la liberal Hana Gronkiewicz-Waltz.
El estancamiento
Polonia, con 38 millones de habitantes, es la economía más importante de Europa central. En el primer trimestre de este año rozó la recesión, con un crecimiento de apenas el 0,4 por ciento respecto de los tres meses anteriores. El año pasado, el PIB creció un 1,9 por ciento, contra el 4,5 por ciento de 2011. Este año, según el FMI, el producto polaco no crecerá más del 1,2 por ciento y llegará al 2,2 por ciento en 2014.
Ahora, la burguesía polaca se ve ante la necesidad de ingresar en una eurozona devastada por la crisis, lo cual obliga al gobierno a promover ajustes durísimos contra los trabajadores para reducir los costos laborales y el déficit fiscal. Se han recortado gastos, autorizado a las empresas a incrementar a su gusto las jornadas laborales, se aumentó la edad jubilatoria, y el salario se retrasa aceleradamente. Y, sobre todo, se extienden las tercerizaciones, el empleo precario, y la inestabilidad laboral. He ahí las imposiciones de la “troika” (FMI, Unión Europea, Comisión Europea) para que Polonia ingrese en la zona del euro. Entretanto, la desocupación en el país llega al 13 por ciento y el promedio salarial, de 1.150 dólares mensuales, está entre los más bajos de Europa.
En ese cuadro, la crisis económica se transforma en crisis política. Tusk evalúa, según él mismo ha dicho, la posibilidad de convocar a elecciones anticipadas. Si el gobierno pierde la mayoría, añadió, “las elecciones anticipadas representan una alternativa, porque un gobierno minoritario durante los próximos dos años es lo último que se le puede desear a Polonia” (EFE, 14/9).
Hay, en este caso, un dato clave en la vida política polaca. La crisis no podrá resolverse entre bambalinas, por acuerdos y conspiraciones de los partidos burgueses. Más de 100 mil trabajadores, que entraron en Varsovia entre bombas de estruendo, al grito de “¡fuera Tusk!” y bajo amenaza de ir a la huelga general, impiden que así sea. La clase obrera está presente en la crisis.
A. Guerrero
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