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sábado, septiembre 21, 2013
Una buena noticia: la edición de Los javaneses
Finalmente se ha editado Los javaneses, la obra mayor de Jean Malaquais, publicada en la editorial Hojalata de Oviedo en traducción de Emma Álvarez.
Lo había contado en más de una ocasión, desde Kaosenlared y desde otras páginas, había un interés por editar esta obra. Me lo había comunicado Quim Cirera, el “alma mater” de la editorial Octaedro que venía haciendo una apuesta difícil por autores “fuera de la ley” como Benjamín Peret (El Quilombo de Palmares, Barcelona, 2000, traducción del propio Quim), el Restif de la Bretonne de Sara o la última aventura de un hombre de cuarenta y cinco años (Barcelona, 2001, tr. Paco Madrid), o El ladrón, de George Darien (idem), con un prefacio de André Breton, una marca editorial en la que Los javaneses encajaba como un guante. Poco después de editar las Memoria escueta, de Ngo Van, un impresionante fresco sobre la historia del trotskismo en el Vietnam, Octaedro no tardó mucho en cerrar como demostración de la mala vida que le esperaba a los editores “no comerciales”.
Años más tarde, fue Miguel Riera, “quien desde El Viejo topo me interrogó sobre la obra, y casi por la misma época, un hilo que Miguel tenía en mente desde hace tiempo, y le ayudé a recordar que ese hilo le venía seguro de los comentarios que sobre ella realizó León Trotsky, que se puede encontrar en la edición de Ruedo Ibérico de Literatura y revolución, concretamente, en el tomo II que recoge “Otros escritos sobre la literatura y el arte” (pgs, 149-156). Si no recuerdo mal, Mariano Fernández Enguita preparó tamben una edición para la edición de Obras de Trotsky en Akal (1977). Más tarde, José Álvarez Junco, que toó parte en la edición de Ruedo Ibérico como traductor, estructuró una edición abreviada titulada Sobre arte y cultura, aparecida en Alianza Editorial, y que fue sin duda, la edición más difundida.
Ya recuerdo de mucho antes, cuando tuvo lugar una primera discusión en el seno de la editorial Fontamara allá por la mitad de los años setenta, y un viaje a París en 1975 con un macuto lleno de libros que pasó “milagrosamente” la Aduana (el funcionario que me paró se me quedó un Cinemonde con otos de la película Emmanuelle), venía una edición francesa que debía de traducirse, pero que se perdió a consecuencia de una redada policial en la editorial. Los “secretas” se llevaron n montó de libros “sospechosos”, entre ellos Los javaneses, en francés, pero también Contre le courant, que reunía los escritos de Lenin y Zinóviev, Les paroles que embraleron le monde, de Jean-Jacques Marie, y un largo etcétera. El trasfondo de las medidas policiales fue la unificación de la LCR con ETA VI, un asunto que no nos tenía que afectar ya que la célula de la editorial estaba entonces con la LC, pero no era cuestión de aclararlo, y mucho menos de ira reclamar los libros que, claro está, ya no se pudieron editar.
Ya en fechas más reciente, desde Kaos, traté de llamar la atención sobre la obra y el autor en base al texto de León Trotsky y la biografía de Malaquais escrita por Guy Sabatier (www.kaosenlared.net/noticia/vindicacion-de-jean-malaquais), que dejaba constancia de las inquietudes humanas y políticas de este personaje, tan representativo de una época en la que los grandes ideales revolucionarios habían quedado bloqueado por el estalinismo y por la “guerra fría”.
Jean Malaquais fue el alias de Vladimir Pavel Malack (Varsovia, 11-04-1908, Ginebra, 22-XI-1998), militante revolucionario, novelista y ensayista que escribió en su lengua natal y en francés. Formaba parte de una familia judía, comunista como era lo propio, que llegó a País en 1930. Vladimir que trabajó duramente en los oficios más denigrantes. Ávido lector, devora pasillos completos de libros de la Biblioteca Pública. Fue descubierto por André Gide que mantuvo correspondencia con él desde 1935 hasta 1950.
Fue el autor de Las cuevas del Vaticano le ayudó a encontrar su estilo y también le ayudó económicamente, pero eso no impidió a Malaquias a mostrarse crítico con sus mecenas y ver en él “la generosidad diseñado para aplacar su mala conciencia de un hombre rico." Después de combatir como voluntario en la guerra española, Malaquais ganó el Premio Renaudot en 1939 por esta, su obra más conocida y a cuyo conocimiento y difusión contribuyó un crítico literario que además era un camarada. León Trotsky.
En el tiempo de muerte que le sigue, su familia fue aniquilada en los campos de concentración nazis, y aunque apátrida, Jean fue movilizado en contra de su voluntad durante la II Guerra Mundial. Huyendo, en 1943, recala en México donde tratará con Peret y Victor Serge, más tarde a los Estados unidos, donde adquirirá la ciudadanía norteamericana. Militante activo, Malaquais oscila entre el trotskismo y la ultraizquierda bordiguista que tuvo una cierta importancia en los años veinte y treinta para desaparecer casi enteramente, o quedar como una reliquia de la memoria revolucionaria.
Leí el libro en francés allá por 1969, por lo tanto, cito la edición de Hojalata de Oviedo:
En la Isla de Java, como despectivamente llaman los franceses al poblado minero, la vida es dura, pero las pequeñas distracciones —el burdel de Estève, con sus impolutas pupilas, la taberna de la xenófoba señora Michel o los chismorreos de las mujeres junto a la fuente— aligeran la vida de sus javaneses. Ahí están también la trompeta del negro Hilary Hodge, las ocurrencias de la supuesta hija perdida de los zares de Rusia o los tesoros escondidos de Sofía Blutova, hechicera de la Isla. Los torpes gendarmes locales andan tras la pista de «un tal Stalin», y míster Kerrigan, el enchufado director de la mina, está muy ocupado jugando al solitario.
Los javaneses es una divertidísima novela coral en la que Jean Malaquais despliega todo su ingenio, ironía y acidez para hacernos reír mientras nos muestra las condiciones de vida de la clase obrera a principios del siglo XX. Una exquisita tragicomedia galardonada con el Premio Renaudot en 1939.
León Trotsky elogió en su día la novela por la gran calidad literaria y verosimilitud con la que el autor perfila a los personajes, masa coral sin protagonistas destacados, carentes de la épica o el pathos de otros autores de supuesto realismo como Zola. Malaquais se las apaña, no obstante, para mantener el pulso argumental recurriendo incluso a situaciones cómicas que alivian el dramatismo del escenario de la mina.
Obra olvidada en el universo literario en lengua francesa,Los javaneses sin duda merece la oportunidad de ser descubierta y apreciada por el público lector en castellano.
«Jean Malaquais, un escritor francés desconocido para mí me hizo llegar un libro enigmáticamente titulado, Les Javanais. [...] el autor es joven y apasionadamente enamorado de la vida. Pero sabe ya cómo mantener la indispensable distancia artística entre la vida y él; una distancia suficiente para impedirle sucumbir a su propia subjetividad —León trotsky, en «Un joven gran escritor. A propósito de Les Javanais, de Jean Malaquais», 1939.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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