En su entrevista televisada el 15 de septiembre, el presidente Hollande se autofelicitaba por un resultado que atribuía a su "firmeza" frente a Bachar al-Assad: la apertura de negociaciones en Ginebra, con el objetivo de neutralizar el arsenal químico del régimen.
De hecho, los imperialismos se han comportado de formas diferentes según sus posibilidades, pero ¿qué ha ocurrido realmente y por qué la oposición siria se siente la principal víctima de todo este teatro? Es un engaño total lo que se ha presentado a la opinión pública mundial: ésta se siente aliviada de que la intervención militar occidental inminente en Siria, ilegítima y provocadora de nuevas catástrofes, se haya parado momentáneamente. Y al mismo tiempo, el innoble empleo de gas de combate contra la población civil en Ghoutta, cerca de Damasco, ahora demostrado, parece que no debe volver a producirse ya gracias a la apertura de negociaciones bajo la égida de Rusia y los Estados Unidos.
Juego de potencias
Recuperando el hilo de los acontecimientos, está claro que Obama ha abordado la intervención militar en Siria con poco entusiasmo. Desde el comienzo de la revolución siria, ha sido tan prudente como se lo permitía su papel de pretendido "gendarme de la democracia" que justifica los enormes privilegios políticos, militares, financieros, de que goza la primera potencia mundial. Se tomó mucho tiempo en reconocer que el jefe del régimen sirio, masacrador de su pueblo, no tenía ya ninguna legitimidad y tenía que irse. Sistemáticamente ha intentado negociar una "solución yemenita" que mantendría lo esencial del régimen a la vez que apartaba a Bachar al-Assad de la fachada del poder. Contra la voluntad de los insurrectos, ha mantenido un embargo sobre las armas necesarias contra los bombardeos por la artillería, los tanques y la aviación que éstos sufrían... a la vez que dejaba a las ultrarreaccionarias monarquías del Golfo estructurar y armar a los grupos yihadistas. La Francia de Sarkozy y luego la de Hollande se han afirmado como solistas de la proclama anti Bachar, uniendo la postura de defensa de los derechos humanos con el interés muy material de mejores relaciones con las monarquías del Golfo.
Durante ese tiempo, Rusia, Irán y luego el Hezbolá libanés han sido decisivos en los planos financiero y militar para permitir a Assad mantener el poder y retomar la ofensiva, llegando a un balance terrible de más de 110.000 muertos, centenares de miles de encarcelados torturados y desaparecidos, 4 millones de desplazados en el interior del país y 2 millones de refugiados en el exterior. Sin embargo, tan espoleada por este contexto internacional como amenazada por el desarrollo de la insurrección popular, la dictadura siria ha realizado el ataque químico "que se pasaba de la raya"...
Cerrar el proceso de las revoluciones
Las grandes potencias internacionales han reaccionado inmediatamente a la vez que afirmaban que se trataría de acciones aéreas, limitadas, esencialmente "punitivas". A falta del apoyo de la ONU, han buscado el aval de sus parlamentos nacionales, pero ¡incluso eso resultaba incierto! Fue entonces cuando John Kerry sugirió a los dirigentes rusos una puerta de salida honorable para todos: la puesta bajo control internacional, y la posterior destrucción del arsenal químico del régimen sirio. Putin y su ministro Lavrov se agarraron inmediatamente a la ocasión ofrecida. El régimen sirio la ha aprobado, y se reserva por supuesto toda la libertad para continuar masacrando a su pueblo por cualquier otro medio militar a su disposición, a la vez que pone una presión suplementaria contra la entrega de armas a sus opositores.
En cambio, el pueblo insurrecto, el Ejército Sirio Libre que le defiende, y la Coalición Nacional Siria, que a pesar de todos sus defectos está obligada por éste a mantener el objetivo vital de la caída del régimen se verán cada vez más acusados de ser irresponsables, ultrarradicales, apoyos de Al-Qaeda y otros horrores... Pues a pesar de todos sus desacuerdos, lo esencial para las grandes potencias, igual que para las multinacionales que les apoyan, es cerrar de una manera u otra el formidable proceso de revolución abierto en el conjunto del mundo árabe, siendo un elemento clave de esta contraofensiva el restablecimiento de la dominación y control del pueblo sirio.
Por ello, a la vez que nos felicitamos de que la intervención militar franco-americana no esté ya al orden del día, por un tiempo al menos, debemos desarrollar más que nunca la solidaridad concreta con las fuerzas del pueblo sirio que luchan por la democracia, la justicia social y la dignidad nacional.
Jacques Babel
Viento Sur
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