domingo, marzo 15, 2015

Fontamara: una editorial marxista revolucionaria



Fontamara no es solamente el nombre de la obra maestra del novelista italiano Ignacio Silone (1), también fue el nombre de una de las editoriales militantes más señaladas que funcionó desde principios de los años setenta (1972) hasta entrado los ochenta. Durante este tiempo, la editorial estuvo ligada a la LCR, primeramente a su “guadiana”, la Liga Comunista (LC), fracción surgida en 1973 y reunificada con la mayoría en 1979 (2). No fue por casualidad que el “núcleo duro” de los miembro de la LC ligados a la editorial, jugaran un papel importante tanto en su inicio como en su fase final…
El hilo inicial de este ovillo fue sin duda Emili Olcina, responsable de la nada desdeñable parte literaria (3), un simpatizante de la organización con una cierta inclinación libertaria (había publicado unos breves “Apuntes sobre los hechos de Kronstadt” en ZYX), al tiempo que mostraba una fascinación espacial por la figura de Yuri Martov, el más coherente y lúcido de los mencheviques cuya muerte tanto sintió Lenin (4). Emili era un hombre de una enorme erudición que podía competir conmigo en timidez. En un principio, fue el principal fundador de la editorial junto con Rafael Argullol, destacado intelectual entonces ligado al PSUC más estricto (se contaba que la llegada del “trotskismo” a la editorial le “había sentado como un tiro”), más Lluís Basset, luego periodista “oficialista” de El País, quienes se apartaron al poco tiempo. El ideario afín a éste comenzó a hacerse presente con Lucho, un recientísimo exiliado chileno y se consolidó con la presencia del militante panameño José Eugenio Stoute, un reconocido agitador en los medios universitarios barceloneses junto con “Trude” (Joaquín Trigo).
Stoute, alias “Monchi” en la editorial, era más conocido en la LC por su alias “Tam Tam”, un mote que le había regalado el “Fatxa” con toda su aguda sorna y que, saltaba a la vista, se refería a su piel de mulato sin complejos, era conocido el nexo entre la editorial y la Liga, detalles y anécdotas que no deben de hacer olvidar su considerable base cultural política. Con Stoute se creó una célula compuesta también por su compañera Yolanda, “Xarli” (Xavier Montagut) y yo mismo; hubo otros militantes, pero ninguno de una manera estable y significada. Nos encontrábamos en su casa de la calle Montserrat, aunque todos entrábamos y salíamos con la mayor naturalidad del piso de la editorial situado en el 3º 3ª del 116 de la calle Entença, ambas en la capital catalana y no había ningún secreto, no pocas reuniones informales se celebraban en la propia editorial.
Aunque Fontamara fue una más entre las editoriales izquierdistas de aquel tiempo, lo que marcó su diferencia fue su sello trotskiano. Su trayecto se inicia optando por la recuperación de los clásicos de filiación marxista, un abanico que abarcó, por citar un ejemplo significado, las obras que marcaron polémica entre Karl Kautsky, Edouard, Bernstein, y Rosa Luxemburgo (La doctrina socialista, El socialismo evolucionista y Reforma o revolución, respectivamente), Arte y vida social, de George Plejanov (prologada por Argullñol) y la Correspondencia privada, de Lenin, traducida por Andreu Nin. Igualmente se editaron otros clásicos del bolchevismo, de Nikolai Bujarin y Eugene Preobrazhenski, especialmente la versión integra de ABC del comunismo, un compendio situado en una línea opuesta a las interpretaciones luego impuestas por la escuela de falsificación estaliniana. Desde esta obra se incorporó un índice analítico en cada libro, lo que se estimaba como una muestra de bien hacer.
Esto se hizo aprovechando las traducciones de la época republicaba, obviamente las de Nin en castellano, pero también mucho de lo que se había editado en los años de la República. Uno de los mayores empeños estuvo en editar todo lo posible del propio Trotsky, incluyendo ediciones muy trabajadas de títulos de su última época, de La revolución traicionada (se decía en “versión corregida” por el autor o sea Trotsky, en realidad la traducción pertenecía a Juan Andrade que no la pudo editar en…mayo de 1937), El Programa de Transición y En defensa del marxismo, en ambos casos con mucha documentación añadida. Esta línea esta en perfecta conexión con los criterios arqueotrotskistas imperantes en la LC. Incluso se llegó a abordar la traducción de sus “Obras” apoyándose en la recopilación sobre los años treinta que estaba editando Pierre Broué en francés y de la que llegaría a aparecer casi una veintena de volúmenes, pero que luego se previó inviable, primero por los gastos de traducción, después porque aquí no había nadie con la suficiente erudición como para garantizar un seguimiento. Stoute me señaló declaró que yo era el hombre, un auténtico disparate sobre el que no se volvió a hablar (5).
Afortunadamente, sí hubo alguien para dirigir un proyecto ambicioso de “Obras” de Andreu Nin y ese alguien fue Pelai Pagès. Con el entusiasmo habitual, este fotro proyecto “enciclopédico” en el que se incluían todos sus títulos importantes como Los movimientos de emancipación nacional y de Las dictaduras de nuestro tiempo (1977) cumbre del análisis de Nin del ascenso fascista, una aportación muy reconocido por Daniel Guèrin que la tomó muy en cuenta para su obra clásica, Fascismo y gran capital. En la misma línea se incluyeron diversas antológicas de antiguos poumistas tan reputados como Juan Andrade y de los vascos José María y José Luís Arenillas), un extenso trabajo de recuperación que se complementó con una valiosa antología de la mítica revista “Comunismo”. Este fue una revista mítica que fue el referente de otros empeños ulteriores en todas las familias trotskianas que marcó el cenit de un esfuerzo que se sintió pletórico con el proceso reunificación con la LCR, proceso que había resultado acompañado tempranamente por la publicación de numerosas obras de Ernest Mandel, casi tantas como las de Trotsky. Aunque seguramente, el empeño más ambicioso fue la edición castellana de la revista Crítica de la Economía Política, que llegó hasta cinco números y que señaló la cima de la escuela mendeliana en su tentativa de poner al día la teoría económica marxista.
Este tipo de ediciones con tanto nivel, podía interpretarse algo así como la difusión del álgebra en un medio en el donde la mayor parte de los “cuadros” (yo mismo), apenas sí habíamos aprendido las cuatros reglas, dudo que hubiera más de una docena de líderes con capacidad de lectura a tal escala. De hecho, a muchos trabajadores, los de la Liga les parecían “intelectuales” que le colocaban libros que le abrumaban desde la primera página. El catálogo de Fontamara contribuyó en no poca medida en esta impresión cultivada, esto sin olvidar la pasión por la formación y las lecturas que contrastaba con el desinterés de otros grupos de la tradición comunista oficialista, indudablemente más preocupado en la fidelidad de sus militantes que por su formación, algo que entendían como aprendizaje estricto de las claves partidarias.
La idea matriz era ofrecer “materiales de reflexión” a la militancia, y para ello se trataba de recuperar todos los títulos “heréticos” de interés, autores como Roman Rosdolsky, Los problemas de los pueblos “sin historia”. Esta última nos ayudó a ampliar el punto de mira sobre la cuestión de las nacionalidades oprimidas, sobre el que se registran diversos títulos como el ya señalado de Andreu Nin o el ensayo de Michael Löwy (con Gérard Haupt) sobre las concepciones marxistas sobre una cuestión que en Cataluña se estaba situando paralelamente a la lucha social. Löwy contribuyó igualmente al reconocimiento de El marxismo olvidado, que reunía estudios sobre Rosa Luxemburgo y Lukács.
Fontamara publicó igualmente a autores de filiación socialista de izquierda como Largo Caballero (Discurso a los trabajadores), una selección de los escritos y de Luía Araquistáin en la revista “Leviatán”, más otras actuales ubicadas en el mismo espacio político como Socialismo y democracia parlamentaria, de Geoff Hugsson, que contenía muchas críticas a Trotsky y Socialismo y delincuencia, de Ángel Solá Dueñas.
Entre los comunistas oficiales estuvo Luís Corvalán, pero sobre todo Enrico Berlinguer con La cuestión comunista, obra prologada por Jordi Solé Turá. Este libro contó con una primera edición exitosa pero con una segunda, que resultó totalmente ruinosa ya que se había agotado en el almacén de la editorial, pero no en las librerías. Aunque mi misión era ante todo facilitar propuestas, recuperar títulos editados durante los años treinta, pudo saber que el sueño de emular e incluso de superar a Anagrama, lo que se mostró como un absoluto disparate. También se creía que el apoyo de la organización era muy importante, lo cual a veces era totalmente cierto, pero también lo era que se distribuyeron ejemplares que quedaban olvidados en el curso de la febrilidad y los desbarajustes militantes.
La suma cuartista fue extensible al historiador chileno Luis Vitale (La formación social latinoamericana, Interpretación marxista de la historia de Chile, Historia y sociología de la mujer latinoamericana, Historia ecológica de América Latina); Alberto J. Pla (La historia y su método)…También figuran en el catálogo dos notables marxistas británicos como Robin Blackburn (El pensamiento político de Karl Marx); Norman Geras (Masas, partidos y revolución. Expresión literaria y teoría marxista), amén de Perry Anderson (Las antinomia de Antonio Gramsci), cabe recordar una potente aportación a la teoría marxista sobre ecología con La barbarie ecológica, de Harry Rothman. También se preparan obras de Broué que, lamentablemente, no llegaron a concretarse en parte por las malas relaciones con la corriente a la que éste pertenecía…Fontamara dedicó una atención especial a la escuela francesa comenzando por Pierre Frank (El estalinismo), y siguiendo con Daniel Bensaïd (La contrarrevolución burocrática) y Jacques Valier, un analista igualmente del más alto nivel, amén de otros habituales de la “Ligue”, con la que mantuve una entrevista editorial en 1977 que supuso un acuerdo en diversas traducciones. Recuerdo habar hablado al respecto con Henri Weber y con Alain Brossatt, y también que se sintieron muy impresionado por el catálogo y por el cuidada en la impresión.
La culminación de la conexión francesa se expresó con la traducción de cuatro números de “Crítica de la economía política”, la revista de la “Ligue” francesa, provista de un vasto material analítico en la economía y en la filosofía…Especialmente activa fue la colección “Aportes” que seguía el modelo de los libritos de Anagrama, y que, entre otros muchos títulos, editó La cuestión homosexual, de Jean Nicolás, que respondía con audacia a un debate en el que algunos y algunas tenían muchas cosas que decir.
Un punto y aparte lo compuso Yolanda Marcos, compañera de Stoute, militante valenciana culta y discreta que fue el “alma mater” de la exrtensa dimensión feminista de la editorial. Un aporte que supuso allá por mitad de los setenta, una primera “puesta al día” del legado sobre el tema tanto en cuanto a autoras y/o autores clásicos (August Bebel, Alejandra Kollontaï o Flora Tristán sobre la Unión Obrera), como par la traducción de las mejores aportaciones feministas del Socialist Worker Party (el SWP, entonces en una “segunda juventud” liderando la oposición a la guerra del Vietnam), de autoras como Evelyn Reed (La evolución de la mujer. Del clan matriarcal a la familia patriarca, Sexo contra sexo o clase contra clase), y Mary-Alice Waters (Marxismo y feminismo), de Jacqueline Heinen, que insistían en la exigencia de recoger las mejores tradiciones para trascenderla, sin olvidar las resoluciones de la IV Internacional al respecto. En un panorama más extenso habría que añadir la edición de los escritos de Flora Tristán, sin olvidar el estudio de Mary Nash, Mujer y movimiento obrero en España, 1931-1939 (1981) y, según creo, el primero que aborda exhaustivamente la cuestión femenina en los años treinta. Por otro lado, tales ediciones tuvieron una considerable importancia en la asimilación del mensaje feminista entre nosotros y de buen seguro, tuvieron su proyección más allá.
A pesar del carácter “subversivo” de su catálogo, lo cierto es que Fontamara no tuvo mayores problemas al margen del que tuvo lugar allá por 1974 cuando la Brigada Político-Social irrumpió en el piso, detuvo por poco tiempo algunos de sus componentes y se llevó un alijo libros requisados, precisamente un cargamento que me había costado sudores pasar por la Aduana. Al parecer, la maniobra partía de una supuesta conexión con los hermanos separados de LCR -ETA VI, cuando por entonces apenas nos veíamos. El hecho mereció una nota en la prensa pero no pasó a mayores, eso sí, a nadie se le ocurrió ir a reclamar los libros a la comisaría. Cuando lo planteé en la “célula”, los presentes me respondieron: Muy bien, porque no vas tú, y ahí se acabó todo.
En los años ochenta, Fontamara fue sobreviviendo cada vez con mayores dificultades en un marco de depresión cultural de las izquierdas militantes, hasta que tuvo que cerrar dejando sobre las espaldas de Emili una deuda que tardó años en pagar.
El cierre dejó en dique seco diversos proyectos largamente acariciados, este fue el caso de la traducción de los dos volúmenes de su Historia de la Internacional Comunista, en los que Pierre Frank había puesto tanto empeño. En los años siguientes, se hizo casi imposible editar este tipo de libro y algunos de Ernest Mandel como el que dedicó a la II Guerra Mundial, se pasearon vanamente por diferentes editoriales, muchas de las cuales se cerraron o se reconvirtieron. En esta nueva fase, el interés por la lectura decayó, sobre todo en lo referente al libro de izquierdas. Muchos exmilitantes, pero también militantes, se apartaron de ellos, situándolo muy simbólicamente en los lugares menos accesibles de sus estanterías, había como una sobredosis, como un agobio, una necesidad de aligerar un poco el peso de tantas batallas. La mayoría pensó que la solución no podía ser la revolución, y que sí lo podía ser la vía social europea tal como se veía por entonces .
Aunque Fontamara abrió una delegación en México que siguió por su cuenta, aquí la desaparición dejó una gran frustración, un malestar que se acrecentaba viendo sus libros amontonados entre los libros de ocasión de lugares como El Corte Ingés junto con los lotes de los clásicos (la trilogía de Deutscher sobre Trotsky por la mitad de precio de…un solo volumen) de la Editorial ERA, tan próxima y de tantas obras importantes y que desapareció de las librerías con la devaluación del peso.
Entre la segunda mitad de los sesenta y los ochenta, fueron numerosas las editoriales que mostraron su interés por las obras de la corriente trotskista (Ruedo Ibérico, Júcar, Anagrama, etc.), siguiendo un poco las huellas de Maspero en París; incluso algunas como Akal, propició una pequeña colección llamada Materiales IV con ediciones preparadas por Mariano Fernández Enguita y por Julio Carlos Aramberri quien, entre otras cosas, tradujo un grueso volumen de Livio Maitan escrito a finales de los años sesenta, El partido, el ejército y las masas en la revolución cultural china, un verdadero “tour de force” que destacaba sobre el vacío general existente sobre la misma cuestión.
No ha sido hasta fechas recientes que que el libro de izquierdas se comenzó a recuperar y que las editoriales más o menos militantes, comenzaron a levantar cabeza. Sin embargo, es obvio que ya no se lee en absoluto como antes.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Notas

1/ Me remito a mis trabajos sobre dicho autor, por ejemplo a en www.fundanin.org/silone.htm Muy afectado por el estalinismo, Silone intervino en el montaje del Congreso por la Libertad de la Cultura como tantos otros intelectuales y escritores, con la diferencia de que nunca renunció a su pasado comunista en los años veinte y treinta, y que se negó a secundar tomas de posiciones proimperialistas bochornosas. Fontamara fue editada en castellano y en catalán y la RAI ofreció una serie televisiva bastante estimable, que fue dirigida por Carlo Lizzani, un histórico del PCI
2/ Sobre la LC se puede consultar el apartado que le dedica Ramón Contreras en la obra colectiva Historia de la Liga Comunista Revolucionaria (Los Libros de Viento Sur-La Oveja Negra, Madrid, 2014), demasiado breve en opinión de algunos pero que se ajusta a los propósitos de esta obra en sentar las bases de una historia en la que lo más fácil es discurrir por lo subjetivo y lo personal como se puede ver consultando la mayor parte de reseñas efectuadas.
3/ Este apartado merecería un estudio aparte. Sobre Emili, autor de diversas ensayos sobre la guerra española y sobre temas cinéfilos, añado algunas líneas de la “ficha” que ofrece sobre la Editorial Laertes:…novelista y ensayista, se vió introducido en el ámbito del cine como guionista (con el director Carlos Benpar, como co-guionista) de la película El caçador furtiu/El cazador furtivo, rodada entre mayo y junio de1992, protagonizada por Pep Munné y co-protagonizada, en los papeles femeninos, por Sílvia Munt, María José Sarsa, e Imma Cortell (…) «Al leer cualquier libro de Emili —escribe Pep Munné en su prólogo—, lo que se me hace más presente o, mejor dicho, la sensación que planea durante el tiempo que dura la lectura es su sentido de la aventura (…) Lo que en un proceso normal de un guionista sería el seguimiento del rodaje de la película que ha escrito, en Emili se convierte en un viaje personal, en el que la realidad vivida adquiere las propiedades de la narrativa de ficción.»
4/ Yuli Martov (1873-1923), el más respetado e izquierdista de los líderes mencheviques, considerado pr la escuela trotskista como quintaesencia del “centrismo” según los criterios de Trotsky, muy bien detallados en su Historia de la revolución rusa. Entre los trotskistas estos se tomaba literalmente, de manera que Martov era más conocido por esto que por sí mismo. Habría que recordar que a pesar de sus críticas, Martos apoyó la revolución, también la idea de una coalición, que sus partidarios trabajaron libremente hasta finales de los años veinte, que sus posiciones no era muy diferentes a las de la derecha bolchevique (Zinóviev y Kámenev denunciaron la toma del Palacio de Invierno), etc.
5 /Esta edición de los escritos de Trotsky en su tercer exilio (1929-1940), fue finalmente editada en castellano por la Editorial Pluma Buenos Aires-Bogotá, ligada a la fracción liderada por Nahuel Moreno y circuló por el Estado de manera más o menos informal Igualmente acabaron en las librerías de segunda mano.

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