En Venezuela, desde la asunción al poder de Hugo Chávez, han sido 15 años de trabajar un modelo de desarrollo alternativo al esquema de libre mercado, socializado con el derechismo político más extremo que ha prevalecido en la región. También han sido 15 años de permanente acoso para desestabilizarlo por parte de Estados Unidos, incluyendo intentos de golpes de estado.
Con errores, fallas de concepción y manejo en algunas áreas políticas y económicas, aun así, es una vía que cuenta con el apoyo de la mayor parte de la población venezolana. Refleja el sentir del venezolano de no aceptar más el modelo capitalista anterior, impuesto a la fuerza durante décadas y décadas, con alta corrupción, en donde la participación popular consistía en apoyar proyectos electorales de promesas no cumplidas y falsas expectativas. En este sentido, la oposición al presidente Maduro que Estados Unidos protege, no es creíble y en todo caso, no sería capaz de sostener las demandas sociales que precisamente crecieron con el proceso bolivariano porque se ampliaron los espacios de libertad.
La orden ejecutiva para enfrentar una emergencia que Estados Unidos aplica contra el estado de Venezuela, surge desde un tipo de potestad unilateral y arbitraria que Estados Unidos se arroga como un derecho constitutivo en su misión de mantener supremacía global. Juzga y condena a cualquier miembro del gobierno bolivariano desde la perspectiva de la seguridad estratégica nacional estadounidense. La orden ejecutiva señala una "emergencia nacional" por el "riesgo extraordinario" que supone la situación en ese país sudamericano para la seguridad de Estados Unidos, congelando los bienes de siete altos funcionarios del gobierno Bolivariano con prohibición de entrada al país. El 10 de diciembre de 2014, el Congreso estadounidense había aprobado estas medidas y el presidente Obama las había ratificado el 18 de diciembre. Sin embargo, la Casa Blanca decidió publicar este lunes 9 de marzo a los afectados por la medida.
Es lamentable, porque los países de la región sintieron un cambio de conducta de Estados Unidos por la apertura con Cuba. Pero era el artificio y la fachada. Esto de Venezuela además, confirma señales de intervenir con más celeridad en Siria.
Definir como amenaza, los actos de violencia por parte de las fuerzas de seguridad del gobierno venezolano hacia personas involucradas en acciones contra el estado venezolano, es el acto de mayor demagogia imperialista del que se tenga memoria. Hace recordar al emperador Julio Cesar cuando se sentía amenazado por la autonomía de los díscolos generales que el mismo desterraba a las periferias del imperio en Britania y la Germania. Recordando, de esa Britania surgió la poderosa Inglaterra y de aquí surgió el poderoso país de América del Norte que impone estas sanciones.
La medida es la excusa para continuar presionando hasta que el gobierno bolivariano se desmorone. Ha generado polémica y rechazo en varios cuarteles opuestos al intervencionismo de Estados Unidos y digámoslo claro, ha sido desatinada porque incita a más tensión en Venezuela y en la región. Desde el surgimiento del fenómeno bolivariano, Estados Unidos ha presionado a los gobiernos de América latina y el Caribe para sumarse al objetivo de hacerlo fracasar, sin medir las consecuencias políticas dentro y fuera de Venezuela.
Esta demagogia pone a prueba la autonomía política de los países en la región. Es la dimensión para enmarcar las deliberaciones de la anunciada reunión de los países miembros de UNASUR, que se trasladó del jueves 12 de marzo como estaba planificada, al martes 24 del mismo mes. Se han detectado fuertes presiones de Estados Unidos para que la resolución o declaración que emane de la reunión de UNASUR, no sea contraria a las medidas.
Desde ya aparece el vicepresidente uruguayo Raúl Fernando Sendic, haciendo declaraciones en el sentido de que no “había pruebas de la injerencia estadounidense en Venezuela”. El presidente Maduro catalogó de “vergüenza” la declaración uruguaya. El gobierno uruguayo reaccionó con vehemencia aludiendo al fin de una amistad. Sería inteligente y un acto de nobleza por parte del gobierno uruguayo, extender una disculpa al pueblo venezolano y al presidente Maduro por las sandeces dichas por el hijo de un ilustre revolucionario, como fue Raúl Sendic padre. Se podrá pensar A o B sobre el presidente Nicolás Maduro y Venezuela, sin embargo Estados Unidos ha vuelto a las andanzas de Nixon. Más bien, nunca abandonó la doctrina Nixon del intervencionismo.
Más allá de ser una señal para iniciar sanciones más abarcadoras y decisivas hasta desplomar al gobierno, las palabras de aparente “buena crianza” de la Casa Blanca en el sentido que las sanciones a los siete funcionarios no son contra el pueblo venezolano, es una forma de expresar una contención que no existe. El proceso bolivariano nunca ha sido del interés para la administración de Obama, ni siquiera como un desafío para explorar una posibilidad de modelos alternativos de desarrollo.
Estados Unidos libera con Venezuela toda esa energía anti-socialista que fluye por sus órganos. Pone en marcha su poderío especialmente cuando su oligarquía política siente el desafío en el plano de las ideas, principalmente por todo lo que han fallado en esta región durante tanto tiempo. Se repite la falla en esta orden ejecutiva para cercenar los poderes ejecutivos de una nación soberana que es intervenida desde una Constitución que permite intervenir en el mundo. El proceso bolivariano no es una amenaza ni militar ni económica como la ejecuta Estados Unidos, que es destructiva e irreversible en sus daños. La de Venezuela es una amenaza ideológica, quizás más intangible en la apariencia, pero más indeleble por su significado. Es la que hizo posible que en plena era de George W. Bush, liderando la ola de conservadurismo que invadió al mundo, países como Bolivia, Ecuador, Brasil y Argentina asumieran posiciones de independencia respecto a la política exterior de Estados Unidos. Toda una osadía a partir de Chávez, a la que se sumaron Lula, Evo Morales, Néstor Kirchner y Rafael Correa, que lleva 15 años.
Este es el tema. Los 15 años de una parte importante de la región que se atrevió a despercudirse de la tiranía, digámoslo como realmente ha sido la tutela estadounidense sobre los países latinoamericanos. El presidente Barack Obama, cada vez que menciona a Abraham Lincoln y Martin Luther King, como referentes de derechos y mayor libertad, tiene la obligación, al menos filosófica, de abrir la mirada y pensar que también en esta región es imperativo romper esos cercos de la supremacía blanca y de las clases superiores, para que el pueblo tenga derechos, decida sus opciones, y colocar a la Venezuela bolivariana como un ejemplo para apoyar y no destruir, como así lo ha hecho.
Con las invasiones a Irak y Afganistán, la conducta exterior de Estados Unidos confirmó el carácter de una nación expansiva, con prácticas de supremacía tan arraigadas que obligaban a pensar que sostenía ambiciones de dominio territorial, no para coronar emperadores, sino para dominar y poseer una hegemonía sin disputa. La multipolaridad post desplome soviético anunciada por los animosos politólogos de turno, era al final puro cuento y demagógico también.
Juan Francisco Coloane
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