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viernes, marzo 20, 2015
Israel: Luego de la victoria de Netanyahu
En un inesperado giro de último momento, Benjamín Netanyahu se alzó con la victoria en las elecciones de Israel. Obtuvo 30 escaños contra 24 de su rival, la coalición encabezada por el laborista Issac Herzog. Con estos resultados, Likud, el partido del primer ministro, podrá formar nuevo gobierno. Las encuestas, hasta la última semana, daban como ganador a sus opositores. Incluso en los sondeos del mismo día de la elección se hablaba de un empate técnico. Netanyahu, según los analistas, habría conseguido “recuperar muchísimo terreno gracias a la radicalización de su discurso en los últimos días, lo cual le ha otorgado los votos de la extrema derecha" (La Nación, 18/3). El primer ministro hizo hincapié en que era contrario a la formación de un Estado palestino y que seguiría autorizando la instalación de nuevos asentamientos en Cisjordania y en Jerusalén Este.
La victoria de Netanyahu constituye un golpe a la política internacional de Obama y un reforzamiento de los republicanos. Agrava las contradicciones internas del imperialismo, en el que está en el ojo de la tormenta la discusión sobre la estrategia para hacer frente a los múltiples frentes de crisis que están abiertos en el escenario internacional.
Frente interno
Este desenlace, al mismo tiempo, está lejos de disipar los densos nubarrones que enfrenta el panorama político israelí, atravesado por una fractura que ha llevado a algunos analistas a advertir que “se trata de una victoria pírrica” (La Nación, 18/3).
Asistimos a una división en el seno del régimen sionista, en torno de problemas de fondo.
Mientras Netanyahu condena el pacto de desarme nuclear con Irán, capitaneado por la Casa Blanca, dicha negociación es apoyada por el ejército y los servicios secretos israelíes. El Mossad ha desmentido las “evidencias” que había presentado Netanyahu semanas atrás sobre supuestos avances del plan nuclear iraní con fines militares.
En la agenda de discusión, también está colocado sobre el tapete el conflicto histórico con los palestinos. El gobierno ha impulsado la construcción de asentamientos de colonos judíos en territorios ocupados. El primer ministro autorizó 4.000 asentamientos durante 2014. Las negociaciones con la Autoridad Palestina se dieron por rotas en abril del año pasado, y Netanyahu se ha manifestado contrario a la fórmula de “dos Estados” como solución al conflicto, a contramano de las tratativas que auspicia la Casa Blanca. Más aún, impulsa una reforma constitucional dirigida a convertir a Israel en un Estado judío, lo cual implica instalar una política de apartheid contra los árabes israelíes. Esto ha avivado el malestar de la población árabe que se ha manifestado en huelgas y movilizaciones coincidentes con la resistencia en Cisjordania y en los territorios ocupados.
La oposición, en cambio, aboga por una negociación con Hamás y la Autoridad Palestina, aunque sin renunciar a los territorios ocupados por los colonos sionistas. El candidato opositor ha pedido un "plan Marshall" para Gaza, o sea, una “paz” basada en la colonización económica. La ribera de Gaza alberga importantes yacimientos de gas.
Esta división ha influido en el estado de ánimo popular. “Netanyahu se encontró (a su regreso de Washington) con 50.000 voces que, desde los partidos de centroizquierda, le gritaban, en Tel Aviv, ‘¡Bibi, vete a casa!’ (El País, 12/3).
Pero el cambio más importante se registra en la población árabe de Israel, que reúne al 20 por ciento de la poblacion total.
La llamada Lista Conjunta, integrada por tres partidos árabes y por un cuarto mixto árabe-judío -Hadash, ex comunista- ha logrado 13 escaños y se ha convertido en la tercera fuerza electoral del país. Uno de sus cabecillas es la diputada Hanín Zoabi, llamada “la Pasionaria” del movimiento político árabe. Zoabi participó en 2010 en la llamada flotilla de ayuda humanitaria a Gaza, interceptada por tropas de Israel en alta mar, ocasión en la que murieron nueve ciudadanos turcos.
La crisis social es otro de los factores que alimenta el descontento. La mitad de la población árabe israelí vive por debajo del umbral de la pobreza.
En medio de este cuadro, no es casual que el presidente de Israel, Reuven Rivlin, se pronunciara a favor de “un gobierno de unidad nacional” porque, según él, sería la manera de "impedir la desintegración de la democracia israelí y nuevas elecciones en un futuro próximo" (Haaretz, 17/3)
Sin embargo, las críticas cruzadas entre la Unión Sionista y el Likud, en los últimos días, “hacen que esta posibilidad sea difícil de aceptar por ambas partes” (ídem). Por otra parte, la lista única de partidos árabes, si hay un gobierno de unión nacional, será la principal voz de la oposición.
Prensa Obrera
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