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domingo, marzo 13, 2016
¿Avanzan las negociaciones para concretar la caída de Dilma?
Mucho se ha especulado en los bastidores de la política sobre el reciente acercamiento principal opositor al gobierno del PT, y el PMDB, hasta ahora dividido entre el apoyo y la oposición. ¿Qué nos dice esta aproximación sobre las salidas que el PSDB y el PT están buscando a la crisis política y económica que atraviesa el país? La declaración de la presidenta Dilma Rousseff de que no va a renunciar es una respuesta a ello?
Los negociados en la disputa por quién se queda con más aliados del PMDB deja en evidencia el cinismo del PT y del PSDB. Tan involucrado en los escándalos de Petrobras como el PT y en realidad sospechoso de ser el más corrupto de todos, el PMDB -que nunca dejó de estar en el poder desde el fin de la dictadura- es erigido por el PSDB como el partido que puede garantizar un gobierno “honesto” de transición, luego de remover a los deshonestos petistas del poder. Un aliado hecho a medida para cambiar los esquemas de corrupción con el sello petista por otros nuevos con el sello tucano (del PSDB).
Los grandes medios y los líderes políticos de la oposición han alardeado sobre lo que definen como una posibilidad más concreta de efectivizar el proceso de destitución de Dilma
Para generar ese “clima” utilizan el traslado coercitivo de Lula a declarar el 4 de marzo pasado al mando del juez Sérgio Moro, el mandato de prisión preventiva emitido por la fiscalía de San Pablo unos días después, los recientes acercamientos entre el PSDB y el PMDB y especialmente las expectativas de que este 13 de marzo, dos millones de personas tomen las calles a favor la caída de la presidenta. El pronunciamiento que hizo Dilma por televisión el vienes (11) en el que dijo que no va a renunciar es en cierta medida una respuesta a los rumores que devienen de este momento de la campaña destituyente de la derecha.
La “prisión” de Lula ayudó al PT a descalificar la Operación Lava-Jato, que investiga los esquemas de corrupción en Petrobras, como un instrumento de disputa política y permitió al expresidente aparecer como víctima de arbitrariedades, justamente porque Lula y la CUT aun conservan capital político.
Por el mismo motivo, el mandato de prisión de la fiscalía fue clasificado como una pieza de comedia. Aun así, este espectáculo habrá cumplido su papel si logra alentar las manifestaciones del domingo. La asimilación por parte del PT de los métodos de corrupción para gobernar propios del capitalismo abrió el camino a que el Poder Judicial sea utilizado por la derecha y para que los corruptos del PSDB posen de “honestos”.
Un acercamiento contradictorio
Teniendo en vista que a fin de cuentas de lo que se trata es de cargos y prebendas, no es del todo absurdo imaginar que los recientes acercamientos entre el PSDB y el PMDB aludan a operaciones tácticas teniendo en vista la Convención Nacional de este último partido que tendrá lugar en el día de hoy (12). Especialmente porque uno de los dichos que favorece esta tendencia se escuchó de boca de nada más ni nada menos que del tucano Aécio Neves: “Temer al poder”. Este movimiento favorece la unificación de las distintas alas del PMDB en torno a la reconducción del vicepresidente de la República Michel Temer a la presidencia del partido, sin que necesariamente implique un pasaje del “PMDB en el gobierno” con armas y bagaje al lado de la oposición.
Suponiendo que se trata del inicio de una separación estratégica, un análisis meramente matemático de las bancas en el Congreso se inclinaría a afirmar que la oposición está lista a conseguir los dos tercios necesarios para remover a Dilma del poder. Pero como la política es una ciencia algo diferente de las matemáticas, veamos un poco más de cerca las dificultades para que los deseos de la Red Globo puedan transformarse en realidad.
Por ahora, la única forma de sacar a Dilma sin sacar a Temer junto con ella es incriminándola por irresponsabilidad administrativa (no haber cumplido la ley de responsabilidad fiscal votada en el Congreso). Este camino tiene al menos una importante contradicción: se trata de un “delito” que fue cometido por varios (¿todos?) los gobiernos anteriores, tanto a nivel federal como estadual.
Una editorial reciente de la revista imperialista The Economist afirma que este proceso “no proporciona motivos legales para sacar a Dilma de su cargo”. No se puede decir que sea una revista que se oponga a la remoción de Dilma. Por el contrario, en ese mismo artículo señalan claramente que una eventual salida de Dilma sería “motivo de celebración”, pues claman por un gobierno de derecha que implemente los ataques que el PT aun no logró implementar. Mientras tanto, alertan que tal medida solo podría darse por los marcos legales y “no por maquinaciones políticas”.
El capital político del PT
Para defenderse del impeachment eligiendo como estrategia privilegiada atraer la confianza de sectores burgueses, el gobierno de Dilma implementa la máxima cantidad posible de ataques que la relación de fuerzas le permite, contando con las direcciones petistas en el movimiento de masas para garantizar la implementación de los ajustes sin mayores resistencias. La derecha solo puede fortalecerse usando la bandera anticorrupción porque los dirigentes sindicales y populares del PT impiden que los sindicatos se movilicen para combatir los ajustes y la impunidad de la que “su” gobierno es parte. Lula usa su capital político criticando los aspectos más reaccionarios del gobierno para reforzar la autoridad de los sindicatos y cumplir su papel de contención, al mismo tempo que preserva mínimamente al PT para disputar las elecciones presidenciales del 2018.
Supongamos que este domingo 13 salgan a las calles dos millones de personas, que el PSDB y el PMDB se animen y decidan justamente emprender el camino de las “maquinaciones políticas”, dejando de lado las contradicciones que ellas traen consigo. Estaríamos hablando de sacar del poder a través de métodos controvertidos a un partido/gobierno que –habiendo entrado en el lodo de la corrupción y permitiendo que sus capitalistas “amigos” lucren como nunca– es conocido nacional e internacionalmente por haber sacado a 30 millones de personas de la pobreza extrema. El problema es que la oposición no lo removería del poder para inmediatamente sacar a otros 30 millones de la pobreza extrema en forma inmediata.
La oposición, por el contrario, asumiría la administración de un país al borde de la depresión, con un escenario internacional como mínimo adverso y para profundizar un programa de ajustes y ataques al nivel de vida de las masas que Dilma ya comenzó a aplicar.
En esa situación, no sería extraño imaginar que el PT, ubicándose como víctima de un impeachment legalmente cuestionable y como oposición a un gobierno derechista del PSDB y el PMDB, pueda recomponerse para disputar las elecciones presidenciales del 2018, encabezadas por Lula. Tampoco sería extraño que sectores perspicaces de la oposición prefieran presionar a Dilma para que ella implemente la mayor cantidad de ataques posibles y seguir desangrando al PT a través de la Operación “Lava Jato” para preparar un triunfo tucano en 2018.
Pero la división de tareas en la cual Dilma y el “PT del gobierno” atacan mientras Lula y el “PT de los sindicatos y movimientos sociales” critican es una perspectiva no menos incómoda e incierta para la oposición. Al final, mientras Lula posa de “popular” para sus electores, el PSDB es llamado a aprobar junto al gobierno las medidas más antipopulares de los ajustes en el Congreso.
Divisiones en la oposición
Tal vez la ausencia de una estrategia segura y fácil para la oposición sea lo que hace que cambie de orientación semana tras semana.
Frente a la falta de legitimidad del juicio político por irresponsabilidad administrativa y sus mayores posibilidades como candidato del PSDB en una disputa inmediata a la presidencia, Aécio Neves ha preferido apoyar la impugnación del mandato de Dilma y Temer por el Tribunal Superior Electoral comprobando vínculos entre el esquema de corrupción de Petrobras y el financiamiento de la campaña presidencial de 2014.
Mientras tanto, ese camino se choca con una parte importante del PMDB, jugando en las faldas de Dilma para defender a Temer y la cuota de poder asociada a su figura. Alckmin y Fernando Henrique Cardoso (PSDB), por su parte, han preferido el juicio político sustentado en la irresponsabilidad de la presidenta. En diciembre, durante algunos días, los distintos caudillos del PSDB parecían que se unificaban en torno a esta última opción. Pero desde el inicio del año, una vez más, cada uno tiraba para su propio lado y parecía primar el uso de la Operación Lava Jato contra el bloque Dilma-Temer. Ahora, nuevamente, vemos que gana fuerza la tesis de la “bicicleta fiscal” (irresponsabilidad administrativa).
Una política independiente del gobierno y de la oposición de derecha
¿La oposición puede aventurarse a ir hasta el final con el impeachment por irresponsabilidad administrativa junto con el PMDB? Sí. ¿El PT puede en ese proceso terminar recomponiéndose como víctima de un impeachment cuestionado? También, sí. Sea para lograr efectivamente el impeachment o para hacer sangrar al PT hasta el 2018, la oposición va a seguir asediando por todas las vías que tenga a su alcance. El PT, por su parte, continuará utilizando ese asedio para legitimar su defensa del gobierno y al mismo tempo garantizar que avancen los ataques sin mayores resistencias.
Sea bajo el gobierno del PT o bajo un gobierno de la oposición, la clase trabajadora y la juventud serán las principales víctimas de esa disputa. Es por eso que nosotros del MRT, al mismo tiempo que rechazamos el impeachment de la derecha, luchamos para que los sindicatos rompan su colaboración con el gobierno e impulsen una gran movilización nacional contra los ajustes y por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana para terminar con la impunidad, para que los capitalistas paguen por la crisis y enfrentar los problemas estructurales del país.
Daniel Matos
San Pablo
Traducción: Liliana Ogando Calo
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