sábado, marzo 19, 2016

Carlos Díaz y las secretarias de Lenin



Hacía tiempo que había perdido la pista de Carlos Díaz cuyos trabajos sobre anarquismo y personalismo había leído con mucho interés en los años setenta 1/. Todavía tengo y cito algunos de sus libros, de entonces data su amistad con personajes de la CNT como Germinal Gracia o José Peirats con los que he compartido admiración (en mi caso no reñida con serias discrepancias). En el caso de este último ofrece una referencia Chris Ealham en su magnífica evocación biográfica, Vivir la utopia, vivir la anarquía, que acaba de publicar Alianza y en donde Carlos aparece como uno de los componentes heterodoxos de las nuevas generaciones. Todo indica que no ha cambiado de barricada, aunque sí me perdona, no encuentro argumentos que me explican su colaboración en la COPE, eso por más aunque discrepe con Jiménez Losanto, cuya talla da la medida de la emisora. En mi caso, la última vez que la escuché fue en un taxi, e hice que el taxista me dejara en la primera esquina y me cambié por otro.
He vuelto a encontrarme con Carlos en otro espacio, concretamente dando una conferencia sobre anarquismo en el Multiforo Alicia (04-2013), TV situada en México D.F el 24- (https://www.youtube.com/watch), donde es presentado como doctor en Filosofía por la Universidad Complutense y presidente de la Fundación Emmanuel Mounier, que tanta influencia ejerció sobre el cristianismo de izquierdas de los sesenta-setenta. En esta ocasión Carlos trata de ofrecer una explicación sobre las diferencias entre los diversos socialismos del siglo XIX, cuando todo parecía posible y las ideas parecían vivir por sí misma. Nada más comenzar, Carlos dedica una cierta atención a la concepción marxista de la “dictadura del proletariado”, aquella idea que Marx ejemplificaba en la “Commune” de París, una gesta fundacional en el curso de la cual sus diferencias concretas con Mijhail Bakunin no fueron tan antagónicas como podían hacernos creer los clasificadores. 2/
En su relato, Carlos ofrece a los espectadores cómo esta concepción fue representada por Lenin, ofreciendo como ilustración de esta opción una pequeña muestra que asegura extraída de los “Diarios de las secretarias” del autor de El Estado y la Revolución. Carlos explica que un día se presentó en su despacha el fiel militante comunista Stajánov –de donde venía la palabra española “destajo”, dice- 3/ l que se le había muertoó un hijo en un accidente. Obviamente deprimido se presentó a Lenin “con lo ocupado que tenía que estar éste”, y le contó que: había perdido la fe en el ideal porque sí el sistema no podía evitar algo así. Entonces Lenin, al que Víctor llama “el padrecito del pueblo”, le prometió que cuando este ideal se aplicara al fondo, estas cosas ya no sucederían.
Lenin pues mentía porque ningún sistema puede evitar que existen accidentes, ¡te pillé Vladimir¡, ¿cómo se podía creer en alguien así?…
Al escuchar semejante explicación de un debate que producido ríos de tintas, y sobre el que el marxismo abierto ha producido tanta literatura –comenzando por El Estado y la revolución de Lenin, que ha conocido varias reediciones recientes-, uno no puede por menos que preguntarse como es posible tamaña canalización ante una historia a la que no pocos historiadores dedicaron la mayor parte de su vida 4/. Todo para explicarla a través del cúmulo de circunstancias que la acondicionaron: país pobre y muy atrasado entre la gente pobre, la suma de una guerra mundial y una guerra civil, las tensiones con las demás formaciones de izquierda, el cerco internacional, el surgimiento de una creciente burocracia a través del aparato, de medios como la “Checa”. Esto hizo que Lenin llegara a decir que habían heredado el viejo aparato zarista y que algunos trataban de pintarlo de rojo sin cambiarlo.
En mi caso, había leído el “diario de las secretarias” que cita Carlos en el nº 38 de la revista cubana “Pensamiento Crítico” (marzo, 1970), que dirigía Jesús Díaz, comunista disidente que falleció Madrid (-05-2002) que publicaba además un laborioso trabajo sobre “El marxismo de Lenin”…También fue también publicado por Anagrama (Barcelona, 1975) junto con el llamado “Testamento de Lenin” que no pudo ser publicado en la URSS hasta los años sesenta, igual que los citados “diarios”. Pues bien; en sus páginas no aparece dicha anécdota…Entre otras cosas porque la celebridad de Alekséi Grigórievich Stajánov (1906-1977) data del 31 de agosto de 1935, cuando este minero que trabajaba en un pozo de carbón en Donetsk logró en ese día recolectar 102 toneladas de carbón, superando por 14 veces los estándares de recolección previstos en un enloquecido Plan Quinquenal situado en la época del “padrecito de los pueblos” o sea de Stalin”. O sea en otra página de la historia. Aquella sobre la que el filósofo marxista italiano Lucio Colletti pudo escribir tratando del “juramento” que éste hizo ante la tumba de Lenin hizo retroceder el conocimiento a antes de Copérnico y Galileo. Stalin representaba pues otra cosa, otra gente, otro momento, otra historia, a un personaje religioso en el peor sentido de la palabra, el “papa” de una nueva Iglesia en la que él tenía la última palabra.
Precisamente, el valor de los “diarios” radica en cuanto testifica de la agonía de Lenin, pero sobre todo porque es un testimonio de la toma de conciencia por parte de este ante todo lo que representaba aquel oscuro Stalin al que casi nadie conocía pero que reinaba en los pasillos del poder. El lector más interesado puede acceder a un estudio minucioso de este momento gracias a la obra de Moshe Lewin, El último combate de Lenin, perfectamente asequible en pdf.
Lamentablemente, el caso me cuestionaba muchas cosas, comenzando por la decepción por el “buen rollo” que siempre me ha suscitado la obra de Carlos Díaz. Me remitía a las barbaridades que desde el área anarquista, sobre todo la más simplista contra la que el propio Carlos ha lanzado no pocas andanadas, que insiste en reducir el hecho histórico revolucionario más influyente del siglo XX a un juicio sumario para el que no necesita más bagaje que la mala fe. Que algo así se diga tan alegremente en un programa de televisión demuestra un grado de frivolidad inadmisible, sobre todo cuando se trata de recuperar las lecciones del ayer para recomponer el desastre casi absoluto de la izquierda en el presente.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Notas

1/ Detalle personal. Allá por 1976 me dio por escribir un texto sobre marxismo versus anarquismo en el que trataba de responder a las Siete tesis sobre anarquismo que había publicado Carlos, la presenté en ZYX que me respondió que era muy interesante pero que mejor que la escribiera de nuevo. Ni que decir que la facilidad de producir de Carlos me producía la natural envidia.
2/ Al respecto me remito al artículo de Michael Löwy, Una bandera común: marxistas y anarquistas en la I Internacional (VIENTO SUR, nº 136, octubre 2014, disponible en pdf)
3/ No parece que destajo sea una variante de stajanovismo que se refiere al trabajador inagotable en sentido amplio aunque la coincidencia es amplia. En castellano se refiere a trabajar más allá de los horarios acordados.
4/ M refiere a autores como E.H. Carr, Moshe Lewin, Pierre Broué, y otros que situaron la cuestión lejos de las falsificaciones estalinianas pero también de las amputaciones anticomunistas, la misma que ganó la batalla con la restauración neoliberal. Todos se sitúan lejos de los esquema doctrinarios del anarquismo más estrecho que insistía todavía en 1937, en que Stalin era pura y llanamente la continuación de Lenin y Trotsky.

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