Entrevista a José Herrera Plaza sobre Accidente nuclear en Palomares. Consecuencias (1966-2016) (I)
José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía ”Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares”. Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007).
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-SLA. Mi más sincera felicitación por tu libro, por tu magnífico trabajo y por el maravilloso libro que nos has, que nos habéis regalado. ¿Cuántos años de trabajo te ha llevado?
-JH.- Todo comenzó con una visita a Palomares el 15 de enero de 1986, dos días antes de cumplirse el vigésimo aniversario. Sondeaba la posibilidad de realizar un documental, pero la total ausencia de fuentes documentales hizo que postergara el proyecto. Tal era la avidez de conocimientos al respecto, que durante una década estuve colectando todo despacho de agencias de noticias relacionados con temas nucleares o revisando las bases de datos de literatura médica, por si encontraba alguna publicación que relacionara salud y plutonio. A finales de los 90 el productor Antonio Sánchez Picón halló en los archivos nacionales de EEUU, recién desclasificadas, un total de 8 horas grabadas en 16 mm. sobre las labores de remediación y búsqueda de la bomba perdida. Ese material nos sirvió para realizar en 2003 una exposición en el Centro Andaluz de Fotografía con 60 fotogramas escogidos de los 800.000 disponibles y la edición del libro-catálogo «Operación Flecha Rota. Accidente Nuclear de Palomares». En 2007 realizamos el largometraje documental con el mismo título. Fue algo más de 46 horas de grabaciones de la época o actuales para 96’ de la obra. Tuvimos que descartar dolorosamente demasiado material. Dado el exceso de documentación colectada a lo largo de los años y que en el documental no cupieron hechos novedosos y aspectos decisivos decidí, en soledad y sin financiación, seguir durante 7 años hasta culminar el libro. Por su parte, en 2008 nuestra productora preparó las transcripciones de todas las entrevistas realizadas a protagonistas, testigos y especialistas en un libro electrónico que llamamos «Palomares, Diálogos», que desgraciadamente tuvo una difusión limitada.
-Has publicado en libro en Arráez Editores, en la colección “Clío ama la Historia”. ¡Qué nombre tan curioso! ¿Qué colección es esa?
-JH.- Clío era la musa de la historia para los griegos. A 1,5 km. de Palomares, junto a la pedanía costera de Villaricos, se encontraba la ciudad fenicia de Baria. Allí fue hallada una estela de origen heleno datada del siglo IV antes de Cristo, con el texto «Clío ama la Historia». Para mí fue un orgullo que Arráez Editores aceptara incluirla en esa colección de historia tan cuidada.
-Para situarnos un poco, ¿nos puede explicar brevemente lo sucedido en Palomares hace ahora 50 años? ¿Se puede hablar, propiamente, de accidente atómico?.
-JH.- Dos bombarderos norteamericanos con armamento nuclear, que regresaban de patrullar en el Mar Adriático, van a repostar encima de la barriada de Palomares con sendas aeronaves nodrizas. En las maniobras de aproximación uno de los B-52 colisiona con su avión cisterna. Este último explota mientras el bombardero de desintegra al caer. Fallecen 7 aviadores y sobreviven 4, todos del B-52. En la caída se desprenden las 4 bombas termonucleares de 1,1 megatones. Tres caen en tierra y una en el mar. Dos de las de tierra liberan entre 9-10 kg. de plutonio al medio ambiente, en un día ventoso, que disemina la contaminación. Este es el inicio de una historia interminable que en principio va a prolongarse medio siglo.
-¿Ha ocurrido algún accidente similar en algún otro lugar del mundo?
-JH.- Se contabilizan, al menos en el bloque norteamericano, 36 «flechas rotas» o accidentes donde esté envuelto armamento nuclear. El más parecido al de Palomares se produce dos años después, en la base norteamericana de Thule en Groenlandia, bajo la soberanía de Dinamarca. Se produce un caso similar, aunque en una zona ártica despoblada, involucrando al mismo tipo de aeronave, armamento, comportamientos y actitudes desleales de los EEUU con el país anfitrión. Precisamente en España se estrenó en 2015 una película danesa, «Idealisten», que relata las vicisitudes por parte de un periodista en la deconstrucción de la historia oficial y la denuncia de la connivencia del Gobierno danés.
-¿Fue, en tu opinión, el peor accidente, el más peligroso durante el fascismo español?
-JH.- Existen una serie de características objetivas en el accidente nuclear de Palomares, como el tipo y la cantidad de contaminante dispersada; las incompletas medidas reparadoras y de radioprotección que, tras medio siglo, aún padecen en la zona; una población, que ha oscilado entre 1.000 y 2.000 habitantes, sometida a riesgos y la progresiva mutación de una parte del inventario radiológico en americio (Am241) que alcanzará su máximo en la década de 2030, para poder concluir que no sólo es el accidente nuclear más importante a nivel nacional, se considera el más relevante a nivel internacional hasta 1988, con el desastre de Chernóbil.
-Por curiosidad, ¿se sabe qué pensó, qué dijo, qué ordenó el general golpista cuando supo de todo aquello?.
-JH.-. Sabemos que Franco delegó como interlocutores, con las autoridades norteamericanas, en el capitán general Agustín Muñoz Grandes, Vicepresidente del Gobierno y en el general de brigada Arturo Montel Touzet para la zona de Palomares. La actitud de estas personas fue 1º) la de no adoptar medida alguna que pudiese llamar la atención de la prensa internacional, incluida una posible evacuación de la pedanía, dadas las magníficas perspectivas turísticas y 2º) la de evitar contrariar seriamente a los norteamericanos. Según el único testimonio que disponemos, el Caudillo explicitó personalmente estos dos principios rectores como propios. Paradójicamente, la única medida tajante, soberana, como excepción de la regla y sin que sirviera de precedente, es la prohibición de repostar aviones con armamento nuclear en territorio español a partir del 5º día tras el accidente.
-El largometraje documental sobre lo ocurrido que dirigiste hace unos años, en 2007, has hablado antes de él. ¿Se pudo ver en las pantallas de nuestros cines? ¿Lo podemos ver de algún modo ahora?
-JH.- No se pudo proyectar en las pantallas porque únicamente hubo presupuesto para el formato en vídeo. Sí fue posible verlo en la televisión pública andaluza -Canal Sur- en repetidas ocasiones. Desgraciadamente tuvo una corta y ruinosa etapa comercial, pero sí ha ido bien en el recorrido por festivales, mayoritariamente internacionales. De manera insólita, en 2015, 8 años más tarde de su producción, fue seleccionado a concurso en el «Uranium Film Festival» en sus tres sedes: Río de Janeiro, Toronto y Berlín.
-La presentación del libro la firma Enrique Fernández Bolea. ¿Nos das alguna noticia sobre él?
-JH.- Enrique es profesor de italiano, pero además es un activo y prolífico investigador de la historia del agua y la minería de la Axarquía almeriense. Además es cronista oficial de Cuevas del Almanzora (Almería), municipio que incluye las pedanías de Palomares y Villaricos. Es una persona que lucha en su comarca por el respeto del patrimonio histórico, el rescate y salvaguarda del patrimonio fotográfico. Desde inicios de este siglo fue uno de los pocos que confió y ayudó, sin conocimiento previo ni referencia alguna, a un ciudadano anónimo que investigaba con tesón el accidente de Palomares. Gracias a Enrique se pudieron localizar y que nos cedieran las fotos de 1966 que no fueron compradas a la fuerza por la USAF y que se habían quedado sin revelar dentro de la cámara del fotógrafo local de Cuevas, Giménez Morata. Estas son el único material icónico, realizado a la pocas horas del accidente, que han sobrevivido.
-El prólogo lleva la firma de Ángel Viñas. ¡Nada menos! No escasean los elogios: “José Herrera `pertenece a la raza de los historiadores genuinos”. ¿Cómo conseguiste su colaboración? ¿Qué le ha parecido tu libro?
-JH.- Ángel Viñas, además de un historiador muy capaz, solvente y laborioso intelectualmente, es una persona afable y muy accesible. Lo pudimos comprobar cuando fue entrevistado para el largometraje documental «Operación Flecha Rota». Cuando le propuse el prólogo andaba extremadamente ocupado y rechazó amablemente el ofrecimiento. Él conocía el documental que producimos y a pesar que aparecen algunos documentos claves, se estructura fundamentalmente con los testimonios de los testigos. En los círculos académicos tradicionales de Historia, lo que antes se valoraba por encima de todo, de una manera casi excluyente, son las fuentes documentales. También es cierto que no podemos ni debemos realizar una investigación exclusivamente a base de testimonios, relatos u opiniones, sin las evidencias que aportan las fuentes primarias. Por otra parte, la Historia Oral ha cobrado protagonismo hoy día, porque es fundamental tener presente el factor humano; conocer su percepción, lo que pensaron o sintieron. Poco tiempo después Ángel me prometió intentar leer el manuscrito en sus vacaciones. En el plazo que se comprometió, a pesar de la sobrecarga de sus faenas intelectuales, tuve su prólogo en mis manos. Creo que se dio cuenta que en el libro se invertían radicalmente los términos; que ahora la reconstrucción se fundamentaba en fuentes documentales mayoritariamente inéditas y en el análisis de sus evidencias.
-Hablas de opacidad en la introducción que tú mismo has escrito, te pregunto sobre ello. ¿Por qué tanta opacidad a lo largo de los años, incluso en estos momentos?
-JH.- Esa ha sido la que coloquialmente denominamos la «pregunta del millón». Llevamos algo más de dos décadas formulándonosla yo y quien se ha acercado a esta historia, como por ejemplo le sucedió a la escritora norteamericana Barbara Moran. No entendía nada que justificara tanto secretismo referente al accidente de Palomares y sus secuelas. Si se quejaba en su país, los EEUU, cuando vino a España pudo comprobar personalmente que todavía pervivían muchos modos y maneras del anterior régimen. Permíteme que recomiende al respecto la lectura (en inglés) de un interesante artículo que escribió Barbara en una revista norteamericana: http://www.cjr.org/feature/down_the_rabbit_hole.php. Al final, se ha podido reconstruir lo sucedido, conocida la respuesta del país causante y la connivencia del anfitrión ante la desleal resolución de sus compromisos (descontaminación, e indemnizaciones). Además, la limpieza parcial permitió el establecimiento de un laboratorio al aire libre, mediante el «Proyecto Indalo», con seres humanos que no han dado su consentimiento informado, es decir, sin las salvaguardas bioéticas mínimas. Con lo enumerado podemos sobradamente entender los motivos que han inspirado la falta de transparencia hasta el final de la Dictadura. Por el contrario, no se puede comprender cómo esa opacidad es y ha sido mantenida hasta nuestros días por políticos y funcionarios en un sistema democrático que teóricamente han de guiarse por una Carta Magna que parece estar de florero; de mero ornamento en nuestra actual sociedad. Con su silencio, estas personas son cómplices, sin eximente alguna, de los abyectos comportamientos perpetrados por los EEUU y la España de Franco. La denuncia de Ecologistas en Acción ante la Fiscalía de Medioambiente del Tribunal Supremo en julio de 2015 contra los gobiernos españoles y los organismos reguladores (CSN, JEN-CIEMAT) por la ausencia de actuaciones de oficio, tras el accidente de Palomares, iba en ese sentido.
-Son más de 40 los archivos consultados, salvo error en mi cómputo. ¿Cómo lo has hecho, cómo has podido trabajar tanto y tan bien? ¿Te dedicas a esto profesionalmente?.
-JH.-Para una persona sola es una tarea ingente que precisa de mucha formación específica y tiempo. Justo de lo que adolezco. A lo largo de los años la investigación se ha podido enriquecer con la colaboración espontánea y totalmente desinteresada de algunas personas. Una especie de voluntariado, incentivado por el conocimiento que tenían estas de los innumerables problemas que hemos padecido para obtener las fuentes y que les despertaba el deseo solidario. Ya he hablado anteriormente del productor Antonio Sánchez Picón y su hallazgo de películas desclasificadas. Cuando acabamos el documental, nuestro compañero documentalista Ángel Roldán, se ofreció a seguir ayudando en la búsqueda de fuentes, a sabiendas que ya no había presupuesto. Sus aportaciones durante años han sido decisivas para el documental y libro, por ser un excelente profesional dotado de capacidad, tacto, tesón y paciencia. Los múltiples avatares vividos le sirvieron en 2008 para confeccionar una tesina de licenciatura sobre el acceso a la información pública del ciudadano, con el caso concreto del accidente de Palomares, cuando no existía un debate público nacional sobre transparencia. Otro voluntario espontáneo fue el edafólogo Sebastián Sánchez. Gracias a su prolongado barrido de Internet desde el servidor de la Universidad de Almería, consiguió más de 150 documentos totalmente inéditos que han sido indispensables para la reconstrucción del enigmático seguimiento radiológico de las personas y medioambiente, llamado en clave «Proyecto Indalo».
-Sorprenden algunos nombres en la lista de agradecimientos. Por ejemplo, el del Ministerio de Exteriores de Dinamarca. ¿Qué tiene que ver Dinamarca con Palomares?
-JH.- Decidimos acudir a Dinamarca porque ellos padecieron el accidente de Thule (Groenlandia) dos años más tarde. Antes nos habíamos dirigido al Ministerio de Exteriores de España y su respuesta no fue diferente de la mayoría de la Administración: silencio o dilación en una respuesta negativa. Cuando le escribimos un correo electrónico a los daneses respondieron insólitamente en 30 minutos aproximadamente. A los pocos días teníamos una serie de documentos norteamericanos que hacían referencia a Palomares o comparativas de los dos accidentes. No pudimos evitar sentir desazón y vergüenza por vivir en un país con tan acusado déficit democrático.
-¿Se ha escrito suficiente sobre Palomares en tu opinión?
-JH.- Se ha escrito mucho, pero no suficiente. He podido ojear algo más de 5.000 artículos de prensa nacionales e internacionales, únicamente de los 4 primeros meses. Pero la mayoría tenían que lidiar con demasiadas conjeturas, rumores, testimonios, mitos, más que con certezas. El paso del tiempo no ayudó a mejorar lo nuevo que aparecía. El secretismo no cesaba. Creo que falta aún por escribir primero el final de una historia abierta, al igual que estoy convencido que otros vendrán con nuevas fuentes aún clasificadas en ambos países y arrojarán mucha más luz, añadiendo peldaños a la escalera del conocimiento histórico de este suceso.
-Después de tu impresionante trabajo, ¿crees que el tema está ya clausurado o aún hay cosas que investigar?
-JH.- Hay muchas líneas de investigación interesantes por abordar. Cuando he tenido la oportunidad de hablar con profesores de la Universidad, les he transmitido posibles temas que yo no he podido más que entrever, como es la posibilidad de realizar un estudio, en el campo de la psicología social, de si las alteraciones anímicas sufridas por los vecinos en las primeras semanas pudiesen tipificarse dentro del síndrome de estrés postraumático. El tiempo obra en contra de esta y otras líneas.
-Creo que a finales de febrero has presentado el libro en Madrid. ¿Qué tal fue?
-JH.- Realmente fue un privilegio contar con la «Casa Encendida» y su equipo humano. La presentación fue sobre ruedas, a pesar que estaba fatigado. El público llenó la sala, aunque la mayoría era público «pagado». Acudieron algunos colaboradores y muchos amigos; algunos se acercaron a Madrid desde lejos por apoyarme y, puesto que no andamos sobrados de muestras de afecto, ese inmenso orgullo en los personal tapa cualquier otra consideración.
-¿Se habló de ello en la prensa? Más aún: ¿ha habido comentarios sobre tu libro en algún medio de comunicación o en revistas?
-JH.- Editar un libro desde un pueblo como Mojácar, en la periferia peninsular, ya es de por sí una muestra de moral, o de temeridad, según se mire. El editor, Juan Grima, es un fecundo artesano del libro, un hábil guerrero de la adversidad y supervivencia, seguramente el principal motor cultural de esta provincia, pero no dispone de los recursos relacionales y contactos de las grandes editoriales. En las presentaciones de Cuevas o Almería, tuvimos mucha cobertura mediática; casi toda a nivel local. En la de Madrid, a pesar de haber mandado personalmente más de 25 convocatorias a distintos medios, no vino nadie. Realizamos la presentación uno de los peores días y horas, donde las redacciones se vacían y dan paso a los relevos de fin de semana. Una planificación imperdonable –mea culpa- en quien lleva más de 30 años trabajando en distintos medios.
-Creo, si no ando errado, que también diste una conferencia en la Universidad Juan Carlos I. ¿Qué tal? ¿Conocían los estudiantes universitarios que asistieron lo ocurrido?
-JH.- Las nuevas generaciones, incluso de Almería, desconocen lo sucedido. Cuando lo escuchan por primera vez, les parece sacado de una película de Hollywwod. En la Univ. Juan Carlos I los únicos que sabían algo era referente al baño de Fraga y que había caído una bomba.
-¿Se habla de este accidente atómico en nuestros institutos y en nuestras universidades? ¿Nuestras asignaturas de Historia integran esta historia?
-JH.- No que yo sepa. Incluso se ha tenido que acudir a las relaciones personales para promover la compra de un ejemplar para la biblioteca de la Univ. de Almería. Cuando organizamos la exposición en el Centro Andaluz de Fotografía en 2003, fue como un revulsivo en el ambiente cultural capitalino. La gente joven desconocía lo sucedido a pocos kilómetros de sus casas. Para aquellos que vivieron el accidente también se sorprendieron con la magnitud y alcance del suceso.
-Empezamos si te parece por el capítulo 1. “El accidente” es el título.
-De acuerdo, cuando quieras.
Salvador López Arnal
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