miércoles, marzo 30, 2016

Virginia Woolf, referente feminista y de la visibilidad lésbica



Se cumplen 75 años desde que la escritora británica Virginia Woolf se hundiera en las aguas del Ouse. Su obra, llena de denuncia a la guerra y a la opresión de la mujer, desafió la moral victoriana e influyó en varias generaciones de autoras.

"Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir"
Así sentenciaba Virginia Woolf en Una habitación propia (1929). Este ensayo, ampliamente divulgado en el contexto del auge del movimiento feminista en los 70, exponía las dificultades que encontraba una mujer para escribir en un ámbito literario dominado por hombres.
En este y otros ensayos, Woolf crítica las normas sociales al plantearlas como algo ridículo, haciendo lo contrario que la moral de la época, que trataba de cargar de vergüenza los sentimientos y palabras de las mujeres. De esa cuna que nace Virginia Woolf, como escritora y editora.
Hija de un académico y una modelo ingleses, nació en 1882 en Londres, criándose con los hijos de las anteriores parejas de su madre y padre en un ambiente en el que los convencionalismos sociales ejercían un gran peso.
A esta infancia y adolescencia impregnadas de represión en el núcleo familiar, se uniría la muerte de su madre, hermana y padre antes de los 23 años, así como el abuso sexual por parte de dos de sus hermanastros, tal como relata en su autobiografía.
La vida de Woolf estaría marcada por sucesivos padecimientos mentales, alentados por la una moral victoriana que confinaba a las mujeres a la culpa y el silencio sobre sus insatisfacciones, dolores o frustraciones.
Durante el reinado de la Reina Victoria, Gran Bretaña llega a su apogeo como potencia colonial, los capitalistas ingleses amasan fortunas y concentran esfuerzos en configurar una sociedad de clases inalterable y una elitista y conservadora moral que la justifique, caracterizada por una fuerte represión sexual y social, así como una tendencia a identificar y castigar los problemas sociales como individuales.
La desigualdad de la sociedad victoriana será reflejada en las obras de novelistas británicos como Dickens y las críticas a la moral dominante dejarán una gran huella en la literatura de la época, a nivel temático, estético y político, tales como el uso de simbolismos para evitar la censura o la puesta en relieve de los pensamientos que los personajes no se atreven a decir.
Esa es una de las características literarias que canalizó a través de sus obras, el ansia de libertad que Woolf sentía. Así, cultivó un estilo muy personal y experimental, denominado “flujo de conciencia”, el cual intercalaba las palabras y acciones del narrador omnipresente (normalmente una mujer en las obras de Woolf) con sus pensamientos, difuminando las barreras entre ambos.
Este estilo es una oposición directa al modelo de mujer que promovía la moral victoriana, un ángel del hogar que destila obediencia y siente en silencio, que Woolf narraba cargando de lirismos y figuras retóricas a modo de monólogo que contrapone lo que sucede en los diálogos y silencios de los personajes.
Esta forma de escribir intercala el mundo interior y exterior da nombre a su novela Las olas (1931) que de forma poética imita en su ritmo para ir de lo que se dice a lo que se permite decir y volver, denunciando así la represión y la farsa que encierran las convenciones sociales de la época y que sembraban de frustraciones a la propia autora.
Mientras esa opresión moral se cernía sobre millones de mujeres, la psicología moderna aumentaba su popularidad sin precedentes, y Woolf sufría de trastornos que se generalizaban en la época, los cuales se agravarían con el bombardeo de su casa en Londres durante la II Guerra Mundial, suicidándose poco después en 1941.
Tanto Virginia Woolf, como su marido, el editor Leonard Woolf, se posicionaron en contra de ambas guerras mundiales y del fascismo, como en su obras Tres Guineas (1938), tratando además temas como los devastadores efectos psicológicos de la guerra en obras como Al faro (1927) o la excelente La señora Dalloway (1925), toda una postal de la desigualdad social en la traumatizada sociedad de postguerra.
Otro de los temas también tratados en la obra de Woolf es la opresión de la mujer, en el entorno familiar y social, por lo que es esencialmente considerada una precursora del feminismo en la literatura, a través de sus novelas, cuentos y ensayos.
La pluma de Woolf trataba este tema en un espectro que iba desde la ironía y el humor sutil hasta la exaltación sentimental de las emociones prohibidas o la denuncia directa. En sus obras critica por una parte la falta de independencia económica de las mujeres respecto a sus compañeros varones en todas las clases sociales, cargando contra las leyes que la respaldaban, pero también contra las nefastas consecuencias para las mujeres de la moral patriarcal, las cuales sufrió en primera persona.

Amor entre mujeres y leyes contra la homosexualidad

Virginia Woolf se enamoró de la escritora Vita Sackville-West en 1922 y ambas mantuvieron una relación secreta que duraría años y de la que uno de sus frutos sería su novela Orlando (1928), una auténtica joya, y precursora de la literatura de género, en la que Vita inspira al personaje de Orlando, una heroína transexual que amará a hombres y mujeres en distintos puntos de la obra.
Woolf así mismo, se travistió, junto con otros miembros del Círculo de Bloomsbury, un club de intelectuales críticos con el orden social y cultural, para hacerse pasar por la corte del rey de Abisinia, y dejar en ridículo con esta performance a la Armada Británica que les organizó una pomposa ceremonia como si fueran a administrar sus intereses coloniales.
La sociedad victoriana era profundamente LGBTI fóbica, contando con penas de cárcel para “los delitos contra las personas”, como se conocían, que pervivieron hasta los años 1970 en Gran Bretaña y en las antiguas colonias en las que fue implantada.
La crudeza de esta situación aparece en otros escritos, como sus cartas, en las que escribe a Vita Sackville-West pasajes como éste:
“Vita, deja a tu marido e iremos a Hampton Court a cenar juntas al lado del río y a pasear en el jardín a la luz de la luna. Llegaremos a casa tarde, nos beberemos una botella de vino y te diré todas las cosas que tengo en mi cabeza, millones, miríadas. No se agitarán durante el día, sólo en la oscuridad, junto al río. Piénsalo. Deja a tu marido, te digo, y ven”.
Así, mientras Virginia Woolf exponía su audacia en sus obras al tratar y defender temas como la homosexualidad, el deseo sexual femenino o la transexualidad, otras personalidades desafiaron la LGBTIfobia victoriana en lo cultural y político.
El escritor Oscar Wilde trató el tema de forma recurrente en sus obras, tanto en el terreno de la ficción, como en la reivindicación del amor libre, como desarrolla en “El alma del hombre bajo el socialismo”, siendo encarcelado en 1895 al ser acusado de haber mantenido relaciones con otro hombre.
También el poeta y activista homosexual y socialista Edward Carpenter, desarrolló la reivindicación de las relaciones libres y de lo que denominaba el tercer sexo, siendo un precursor del movimiento LGBTI y uno de los fundadores del Partido Laborista Independiente.
La vida y obra de Virginia Woolf y de estos autores son una crónica de una de las épocas más reaccionarias de la historia de la sociedad capitalista, en la que predominó una asfixiante opresión patriarcal, frente a la cual, se alzaron numerosas voces, que dejaron un legado poderosamente rebelde para las generaciones posteriores.

Jorge Remacha
Sindicato de Estudiantes de Izquierdas, Zaragoza

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