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jueves, diciembre 08, 2016
Un No que conmueve a Italia, a Europa y al mundo
La Unión Europea ha tratado de poner paños fríos a la situación creada a partir del resultado del referéndum italiano. Los dirigentes de la UE declararon que el desenlace de la consulta era un problema “interno” de Italia, que no afectaba la estabilidad del continente; sin embargo, la primera sacudida en los mercados llegó a primera hora, apenas conocidos los guarismos, con una depreciación del euro -que alcanzó sus niveles más bajos de los últimos años- y notables caídas en el sector bancario italiano y europeo, y un desplome de los bonos de la deuda.
La reforma política que impulsó el primer ministro Mateo Renzi se orientaba a reforzar los poderes del Ejecutivo en detrimento del parlamento mediante la reducción de las facultades y del número de bancas del Senado y limitando las autonomías regionales. Esa reforma había sido precedida por una modificación previa del régimen electoral, que concentró la representación política en el partido ganador, con el propósito de neutralizar la creciente fragmentación política que enfrenta el país. Este giro bonapartista tenía el propósito de crear un Ejecutivo fuerte, capaz de pilotear la crisis y contar con los resortes necesarios para imponer un ajuste severo contra las masas,
Renzi ya había impuesto una reforma laboral que flexibiliza los contratos y la estabilidad laborales, como un modo de descargar el peso de la creciente bancarrota capitalista sobre los hombros de los trabajadores.
Es necesario tener presente que Italia es uno de los eslabones más débiles dentro de la frágil y deteriorada economía europea, empezando, en primer lugar, por el sistema bancario. La banca italiana lidera el ranking de incobrables de Europa con el 20 por ciento de su cartera de créditos en esa condición. Ese es el resultado de 15 años de estancamiento. La quiebra industrial ha llevado a la desaparición de miles de empresas y a un desempleo del 11 por ciento. Los sucesivos rescates no han servido para revertir esta situación, pero sí para llevar la deuda pública a las nubes, equivalente al 130% de su PBI.
Rescate bancario
Una de las principales apuestas de Renzi era apoyarse en un resultado plebiscitario favorable para emprender una restructuración draconiana de los bancos, según el libreto de la Unión Europea. La UE ha impuesto “nuevas reglas”, y reclama ahora que el rescate provenga de los propios acreedores. Los pedidos de Renzi para que el Banco Central Europeo fuera en socorro de Italia han caído en saco roto, de modo tal que el premier italiano empezó a transitar otro camino, que apunta a hacer pagar el peso de un saneamiento bancario a los depositantes, ahorristas y accionistas de la banca.
Estas medidas se inscribían en un paquete más general de austeridad. Aunque esta hoja de ruta permitía augurar un escenario convulsivo, era respaldada por el establishment, tanto de Italia como de la Unión Europea y del imperialismo en general. El referéndum contó con el respaldo de un amplio abanico que iba desde Angela Merkel y la Comisión Europea hasta Obama y la poderosa Confederación General de la Industria Italiana, que congrega a los principales empresarios del páís.
El No representa un duro golpe a estos planes y constituye un paso más -cuando apenas han transcurrido sólo meses del Brexit- en la tendencia a la desintegración de la Unión Europea. El No masivo es una medida del grado de desencanto e insatisfacción de los trabajadores con la Unión Europea. Lejos de amortiguar las tensiones sociales, la UE, en el marco de la actual bancarrota capitalista, se ha convertido en un factor de agravamiento de esa bancarrota al promover la desregulación laboral y la pérdida de conquistas, y alentar la competencia ruinosa entre los trabajadores del continente.
Perspectivas
El resultado del referéndum ha encendido más el alerta de la clase capitalista. Está claro que este desenlace abre una mayor volatilidad política y, a caballo de ello, incrementa los riesgos de un defol de la banca italiana que, por su tamaño, es imposible de recatar y terminaría arrastrando al conjunto del sistema europeo. “El mercado tiene entre ceja y ceja a media docena de entidades adicionales (Popolare de Vicenza, Veneto Banca, Carige; Unicredito), cuya recapitalización es ahora menos clara a partir del período de incertidumbre política en la que se ha metido Italia” (El País, 5/7).
Esto es lo que explica la “prudencia” con que se están manejando los líderes de la UE, a sabiendas de que están frente a una bomba de tiempo. “Los ministros de Economía de la eurozona han dado tiempo a Italia hasta que resuelva su crisis política (...) darán el margen suficiente a Italia para que forme nuevo gobierno, y no reclamarán los ajustes y reformas que consideran indispensables” (ídem).
No se nos puede escapar que si bien el movimiento por el No congregó un arco heterogéneo de fuerzas, el liderazgo de la oposición al gobierno ha correspondido a formaciones políticas de corte nacionalista y de derecha.
El Movimiento Cinco Estrellas (M5E) -fundado por el comediante Beppe Grillo, que se define como antipolítico y anti-UE- reclama ahora elecciones anticipadas y un referéndum para retirar a Italia de la Unión Europea. Este planteo es promovido también por las fascistas Liga del Norte y Fratelli d’Italia. El fantasma del Italxit asoma su cabeza. Pero la reciente experiencia del Brexit enseña que la crisis devora a todos los actores, incluidos sus ganadores. Los primeros que fueron llevados puestos por el torbellino que desató el Brexit fueron quienes lo impulsaron.
Los “antisistema” han demostrado que no pueden sustraerse a sus limitaciones de clase y al régimen social del cual son tributarios. Eso fue lo que aconteció con Podemos y Syriza. El M5E no es la excepción. En su corto tiempo de vida, este movimiento demostró que no está dispuesto ni tiene intención de sacar los pies del sistema. La alcaldesa de Roma, que integra esa formación, ha sufrido una crisis de gabinete en medio de un desgobierno general. La capital italiana se encuentra envuelta en un caos, con las calles repletas de basura y el transporte público paralizado. Los “grillini” han revelado rápidamente su incapacidad de abrir un rumbo alternativo y superador a los partidos tradicionales, lo que ha acelerado la crisis en su propio frente interno.
Es necesaria una salida de los trabajadores para que la crisis la paguen los capitalistas que la generaron. La independencia política de la clase obrera italiana aparece como una cuestión vital. Los trabajadores deben emerger como alternativa de poder ante la decadencia de un régimen que plantea como horizonte más privaciones y ataques sin precedentes a quienes viven de su trabajo.
Pablo Heller
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