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jueves, diciembre 15, 2016
Trump contra el medio ambiente
Un gabinete de agentes de las petroleras.
La confirmación de nuevos personajes para el gabinete de Donald Trump pinta a la nueva administración como una enemiga declarada del medio ambiente –un atributo que se suma a su carácter militarista y antiobrero.
En la Agencia de Protección Ambiental, fue nombrado recientemente Scott Pruitt, un agente de las compañías petroleras y negacionista del cambio climático. Pruitt operó activamente contra las regulaciones orientadas a disminuir las emisiones de gas de efecto invernadero, desde su cargo de Fiscal General de Oklahoma, un rol al que llegó “gracias, entre otros factores, a los fondos aportados por los hermanos Charles y David Koch, del gigante químico petrolero Koch Industries; Harold Hamm, de la también petrolera Continental Resources; y Larry Nichols, de Devon Energy” (Clarín, 8/12).
En la saga de agentes de las petroleras, Trump ha confirmado como secretario de Estado a Rex Tillerson, director general de Exxon Mobil, con un abultado prontuario contaminante .
La designación de Tillerson ha despertado resquemores entre demócratas y republicanos, pero no por el prontuario de la petrolera sino por los vínculos empresariales del nuevo titular del Departamento de Estado con Rusia, donde fue condecorado con la Orden de la Amistad de los Pueblos por el presidente Vladimir Putin. Tillerson habría trabajado activamente para fortalecer los vínculos de Exxon Mobil con Rusia y es partidario de un levantamiento de las sanciones a aquel país –el pulpo comparte emprendimientos con la petrolera rusa Rosnef, y debido a las sanciones “no puede percibir las ganancias de una inversión en un consorcio de petróleo y gas que opera frente a la isla de Sajalin” (La Nación, 11/12).
El nombramiento se produce luego de la publicación reciente de un informe de la CIA sobre tareas de espionaje rusas para beneficiar al magnate en su carrera a la presidencia –algo que este ridiculizó públicamente. El Senado norteamericano habilitaría una investigación sobre el punto, en lo que constituye el roce más fuerte de Trump con la dirigencia republicana. El asunto pone de manifiesto una crisis al interior del aparato de Estado, del que ya había dado cuenta precisamente la guerra de “carpetazos” entre Clinton y el magnate durante la campaña electoral.
El cuadro se completa con el anuncio de que la congresista republicana Cathy McMorris, una lobbysta de mineras y petroleras, quedará a cargo de la Secretaría del Interior, que controla las vastas tierras federales.
Trump y Obama
Las designaciones de Trump en materia ambiental siguen una línea. En 2012, el magnate había publicado en sus redes que “el concepto de calentamiento global fue inventado por los chinos para quitarle competitividad a la manufactura estadounidense”, una tesitura que mantuvo durante su campaña electoral. Más recientemente, Trump se comprometió a proseguir la construcción de un oleoducto que fue frenado por la lucha de la comunidad sioux en Dakota del Norte. Trump cuenta con insuflar nuevos aires a los pulpos energéticos, en un cuadro de grandes caídas para las petroleras, dándoles piedra libre en materia ambiental y laboral.
No han faltado los contrastes con las políticas de Obama, que lo retratan como un defensor del medio ambiente por gestos como la firma del pacto de París contra el cambio climático. Sin embargo, tales acuerdos fueron caracterizados como un fraude por ambientalistas y científicos, y fue durante el mandato del presidente saliente que la British Petroleum provocó la mayor catástrofe ambiental de la historia de Estados Unidos, con todo tipo de intentos estatales por exonerar a la compañía de responsabilidades. El gran crecimiento y financiamiento en los últimos años del fracking, un método de exploración petrolera harto contaminante, termina de enterrar el mito de un Obama ambientalista.
El afán de lucro empresario, protegido por los gobiernos capitalistas, se impone por sobre cualquier consideración. Un desenvolvimiento de la producción humana que no destruya el medio ambiente requiere una transformación social de raíz.
Tomás Eps (@tomaseps)
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