miércoles, diciembre 14, 2016

La Forestal: un hito del ascenso obrero durante el Gobierno radical



Entre 1917 y 1922 hay un ascenso de la conflictividad obrera que es parte de la oleada revolucionaria abierta con la Revolución rusa. Sus hitos son la Semana Trágica, las huelgas de La Forestal y las de los peones rurales de la Patagonia.

El gobierno radical y su política para el movimiento obrero*

Con la elección del radical Hipólito Yrigoyen como presidente en 1916 se abre un escenario diferente para la lucha obrera. La clase trabajadora no enfrenta ahora a un régimen puramente coercitivo, sino a una nueva forma de dominación burguesa que combina la represión a sus elementos más combativos con concesiones y políticas de cooptación hacia ciertos sectores del movimiento sindical y de masas.
Dos tareas fundamentales están planteadas en la Argentina, si se pretende una mínima democratización del país: liquidar la gran propiedad terrateniente y romper la subordinación con el imperialismo inglés que ahogaba la nación, cuestiones que no están dentro de los objetivos del gobierno radical.
En este marco, entre 1917 y 1922 hay un ascenso de la conflictividad obrera que es parte de la oleada revolucionaria abierta con la Revolución rusa. Sus hitos son la Semana Trágica, las huelgas de la Forestal y las de los peones rurales de la Patagonia.

La Forestal, un “estado dentro del estado”

En 1906 se crea La Forestal, en el norte de la provincia de Santa Fe y el Chaco. Esta empresa británica es propietaria de 2.000.000 de hectáreas, bosques de quebracho, 5 plantas de tanino, 400 km de vías férreas propias y 20.000 empleados. Constituye un “estado dentro del estado” con puertos y pueblos manejados por la Compañía. Controla la policía, posee un cuerpo propio de Gendarmería volante, creado a partir de las huelgas de 1919, gestionado ante el gobernador radical Mosca. Además monopoliza el comercio y la justicia.
En pocas décadas La Forestal arrasa con los bosques de quebracho del norte santafesino y organiza el trabajo de los obrajeros (hacheros, carreros y peones de playa) a través de contratistas, que son los que entregan las herramientas de trabajo y se ocupan de reclutar trabajadores, siempre bajo supervisión de los agentes de la empresa. La mayoría de los hacheros son migrantes internos de las provincias de Corrientes, Santiago del Estero y otras. Ellos pasan sus días internados en los bosques, aislados de los poblados y en muchos casos se trasladan con sus mujeres e hijos. El pago es en general en vales y fichas, que vuelven a manos del contratista a cambio de alimentos, vestido y bebida. Los alimentos solo se pueden obtener en los almacenes de La Forestal, y en toda la región está prohibido el comercio minorista, para asegurar de este modo el monopolio completo. Los obrajes son lugares de población transitoria, poblados hasta que se termina la explotación del quebracho en determinada zona, y entonces, las familias obreras son trasladadas en ferrocarril hacia nuevas zonas vírgenes, donde se instalan, otra vez, en ranchos precarios. La mayoría de los obrajeros duermen en el suelo o en zanjas cavadas para protegerse del frío.

Las huelgas

En 1919, 1920 y 1921, los hacheros y obreros de La Forestal se rebelan en sucesivas huelgas contra esta situación de esclavitud: la represión es brutal.
Los impulsos para la organización obrera se venían filtrando hacia el interior de La Forestal. Los marineros que llegan en los barcos hasta los puertos de la Compañía hacen propaganda a favor de la organización y los derechos obreros, colaborando así con la formación de la Federación Obrera del Tanino y anexos del Chaco. El primer Centro Obrero logra formarse en la localidad de Villa Guillermina, adherido a la FORA sindicalista.
La primera huelga, en julio de 1919, estalla con el reclamo de aumento de salarios, suspensión de los despidos y 8 horas de trabajo. Hay varios días de paro y el conflicto se resuelve cuando los obreros del ferrocarril de La Forestal obstaculizan el recorrido de los trenes. La Compañía promete cumplir con el aumento.
El 14 de diciembre de ese año comienza otra huelga, que se extiende hasta mediados de enero de 1920; un duro conflicto en el que los huelguistas buscan ampliar la influencia del Centro Obrero en todos los lugares de trabajo, mediante piqueteos diarios. La empresa hace venir a un cuerpo de guardiacárceles desde Santa Fe y a un centenar de soldados de infantería; cuenta también con la policía y la Gendarmería volante. La lucha se agudiza cuando los ferroviarios de vías y obras retiran las agujas de las señales, impidiendo la circulación de los trenes. La Forestal responde cortando la luz y el agua en los pueblos. Pero la resistencia obrera lleva finalmente a que esta empresa se comprometa en un nuevo aumento de salarios y tres turnos de 8 horas. Es este un duro golpe para la Compañía, no tanto debido al costo económico que significa, sino fundamentalmente a que se ha roto su dominio absoluto e indiscriminado sobre los trabajadores. Este combate muestra también el papel estratégico que juegan los obreros del ferrocarril, en apoyo del resto de los trabajadores, al impedir la circulación de las mercancías.
En marzo de 1920 comienza la represalia de la empresa, despidiendo a dos cuadrillas de ferroviarios, sumado a la falta de pago de los aumentos prometidos y la actuación represiva permanente de la empresa. Como no le bastaba con la Gendarmería volante, poco después La Forestal crea la policía no uniformada.
Los hechos que ocurrieron posteriormente son confusos. Algunas crónicas periodísticas relatan un enfrentamiento entre los obreros y fuerzas de infantería en el que resultaron muertos 200 trabajadores. A comienzos de 1921 diferentes periódicos informan sobre despidos masivos y cierres de fábricas en La Forestal y se habla de unas 12.000 personas amenazadas con perder sus trabajos en el norte santafesino. La empresa anuncia que está dispuesta a otorgar pasajes a los despedidos para que abandonen la región. Los trabajadores consideran que lo que se está llevando adelante es un lockout de grandes proporciones para disciplinarlos y eliminar todo desafío al poder patronal. Desde el Centro Obrero se mantienen las tareas de afiliación y se reciben declaraciones de solidaridad de los sindicatos obreros de Santa Fe, Rosario y Buenos Aires. Se prepara la gran huelga.
En enero de 1921, varias fábricas y obrajes cierran, dejando a miles de trabajadores en la calle. Los obreros responden ocupando las fábricas en Villa Ana y Villa Guillermina. El 28 de enero se declara la huelga en todo el territorio, a la que adhieren la Federación Obrera y los ferroviarios; inmediatamente comienzan los enfrentamientos con la Gendarmería volante y la policía no uniformada, que van a durar y a profundizarse durante los próximos meses. Los primeros días de febrero, para protegerse de la represión, grupos de obreros comienzan a huir hacia el monte con sus familias, muchos de ellos armados, y realizan ataques sobre la Gendarmería en varias ocasiones. Cuando el movimiento decae en los poblados, las fábricas comienzan a trabajar con personal reducido, bajo el control de las fuerzas represivas. Según el testimonio de obreros, el sargento Varola los hace poner en fila india y correr con una bolsa de tanino al hombro y cuando pasan a su lado les aplica garrotazos con el machete.
La Forestal no se detiene. Para lograr la deserción generalizada de los trabajadores, comienza a incendiar las viviendas de la Compañía. Los obreros con sus familias se ven obligados a huir de ellas, salvando, si pueden, sus pocas pertenencias. Los incendios se desarrollan durante todo el mes de marzo y hasta fines de abril, mientras los hombres más jóvenes se refugian en los bosques. Así terminan las huelgas de La Forestal, con un territorio arrasado por la propia empresa, miles de obreros expulsados, y cientos de detenidos. El gobierno radical, por su parte, demostró en los hechos la parcialidad abierta cuando se trata de defender los intereses terratenientes, su ganancia y su propiedad.

Rossana Cortez
CEIP “León Trotsky”

* Todas las referencias de esta nota están tomadas de Cien años de historia obrera en la Argentina (1870-1969), cuya primera parte, los orígenes del movimiento obrero, fue escrita por Josefina Luzuriaga.

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