martes, diciembre 20, 2016

Tres hipótesis sobre el asesinato del embajador ruso en Turquía



El asesinato de Andrei Karlov, embajador ruso en Turquía, tiene como telón de fondo la guerra civil en Siria y, en particular, el giro dramático que tomaron los acontecimientos a partir de que el régimen despótico de Assad, con el apoyo de Rusia e Irán, logró retomar el control de Alepo.

Como es sabido, Rusia y Turquía están en lados opuestos de las sinuosas y cambiantes trincheras de la guerra civil siria. Erdogan está detrás de diversos bandos “rebeldes”, lo que podría haber incluido una tolerancia generosa hacia el Estado Islámico, en particular para contener el avance de las milicias kurdas ligadas al Partido de Trabajadores del Kurdistán.
Putin es el patrón de Bashar al Assad e integra junto con Irán y Hezbollah, la coalición que le permitió primero la sobrevida, y ahora pasar a una cierta ofensiva al régimen sirio.
Las relaciones entre ambos países cayeron a su punto más bajo en noviembre de 2015, cuando Turquía derribó un avión ruso. Pero luego del intento de golpe fallido contra Erdogan, en julio de este año, el presidente turco dio un giro hacia recomponer relaciones diplomáticas.
Sin ir más lejos, la evacuación de Alepo, en particular de los grupos armados opositores y sus familias que aún estaban en la ciudad, fue un acuerdo tejido entre Rusia, Turquía e Irán.
La primera hipótesis más obvia es que efectivamente quien disparó por la espalda al diplomático ruso haya actuado motivado por la derrota del campo opositor en Siria a manos de un régimen apoyado por Rusia. Lo que va a favor de esta hipótesis es que hubo manifestaciones en estos días en Estambul contra Putin, en solidaridad con la población de Alepo que aún está atrapada en las zonas que estaban bajo control opositor y hoy están a merced del arbitrio de las fuerzas de Assad. Según los medios, el asesino de Karlov gritó frases relacionadas con la situación en Siria y Alepo.
Además, el timing no es casual: ocurrió tan sólo un día antes de una reunión planificada entre Rusia-Irán y Turquía, la nueva entente que parece estar decidiendo la suerte de los bandos en la guerra civil siria.
Pero hay otras dos hipótesis relacionadas con la situación interna en Turquía. Una apunta a la organización del clérigo Fetullah Gülen, acusado por Erdogan de ser el instigador del putch que buscó destituirlo. El fundamento es que quien disparó contra Karlov era miembro de una fuerza especial de la Policía Nacional Turca, donde tenía una importante influencia del movimiento gulenista antes del golpe. La otra apunta hacia grupos terroristas islámicos, ya sea que puedan estar buscando algún tipo de venganza contra Rusia por la situación en Siria, o también contra el gobierno turco que aceptó la situación creada en Alepo a partir del avance de Assad.
La excusa del “terrorismo” puede servir de cobertura a la brutal ofensiva de Rusia y Assad en Siria. También le puede servir a Erdogan para justificar la persecución encarnizada contra la minoría kurda y sobre todo, sus organizaciones políticas más radicales. Es decir, ambas hipótesis son funcionales a reforzar el giro bonapartista de Erdogan.
El cambio de mando en la Casa Blanca probablemente haya acelerado las acciones tendientes a quebrar el empate catastrófico entre los bandos en pugna en Siria. Aunque no está claro cuál podría ser esa salida, las conquistas militares se traducen luego en una mejor posición en las mesas de la diplomacia. Y en ese sentido la posición de Rusia ha mejorado con la conquista de Alepo.
La política de Trump hacia Siria, o más precisamente con qué métodos y alianzas combatirá Estados Unidos al ISIS, aún es una incógnita. El nuevo presidente de norteamericano parece haber invertido los términos de Obama: se ha mostrado más dispuesto a negociar una salida con Putin a la vez que ha aumentado la hostilidad hacia Irán. Eso está en consonancia con una lógica geopolítica posible de la próxima administración Trump de disminuir la hostilidad hacia Rusia, que fue una política de estado norteamericana en los últimos años, para concentrarse en China.
El levantamiento del pueblo sirio contra la dictadura de Assad, que fue parte de los procesos de la “primavera árabe”, terminó ahogado entre la brutal represión del régimen y la acción de diversas fracciones armadas por potencias occidentales y actores regionales –Estados Unidos, Francia, Rusia, Irán, Arabia Saudita, Turquía, entre otros- que se enfrentan en una guerra civil laberíntica y reaccionaria que en cinco años causó una catástrofe de dimensiones históricas para el pueblo sirio. La destrucción de Alepo es quizás el símbolo más terrorífico, aunque no el último, esta tragedia.

Claudia Cinatti

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