lunes, febrero 24, 2020

Alberto y las Fuerzas Armadas: servicio a la “paz” imperialista y llamado a la reconciliación

Al despedir a militares que viajan a Chipre para servir a la ONU, el presidente buscó represtigiar a las Fuerzas Armadas con un relato mentiroso.

Este viernes por la mañana en el predio militar de Campo de Mayo (uno de los ex centros clandestinos de detención más importantes del país), el presidente Alberto Fernández, el ministro de Defensa Agustín Rossi y el jefe del Estado Mayor Conjunto, teniente general Bari del Valle Sosa, despidieron a más de doscientos miembros de la “Fuerza de Tarea Argentina 55”, que partirán con destino a Chipre en el marco de la misión denominada Fuerza de las Naciones Unidas para el Mantenimiento de la Paz en Chipre (Unficyp).
Desde el 28 de febrero el contingente de 228 militares reemplazará a la “Fuerza de Tarea Argentina 54” que, con un total de 253 militares del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea, actuó durante los últimos seis meses bajo las órdenes de tropas imperialistas en dos regiones de Chipre, una denominada “Campo San Martín” (cerca de la ciudad de Skouriotissa) y otra llamada “Campo Roca” (próxima a la localidad de Xeros).
Vale recordar que la Unficyp fue inaugurada en el año 1964 por la ONU, convirtiendo a la isla europea en una enorme base militar “multinacional” enclavada en una zona estratégica del Mar Mediterráneo.
En el caso de Argentina, las misiones militares allí se vienen sucediendo desde 1993, tras la firma de acuerdos internacionales por parte del gobierno de Carlos Menem. Desde entonces, cada seis meses, se renuevan las “fuerzas de tareas” (ya van 55). Actualmente las tropas argentinas son las más numerosas junto a las de Gran Bretaña.

Con la cruz y con la espada

El acto en Campo de Mayo no se privó de nada. Primero, los saludos de rigor a las tropas. Luego, la entonación del Himno Nacional Argentino. Acto seguido, las palabras del capellán mayor de Ejército, Eduardo Castellanos, quien “bendijo” al contingente militar y dio un sermón sobre “la paz”, bañando de simbología católica, apostólica y romana a la soldadesca. Nada de Iglesia y Estado asuntos separados.
Luego tomó la palabra el ministro Rossi, quien dijo entre otras cosas que “la participación de la Argentina en las misiones de paz de Naciones Unidas es de importancia y recoge una tradición de muchísimos años”. Con la necesidad del Gobierno argentino de congraciarse con las potencias mundiales en un contexto en el que debe renegociar su insostenible deuda externa, sin dudas para el ministro el aporte de las Fuerzas Armadas nacionales a los designios de esas potencias lo debe llenar de orgullo.
Con esa óptica y con tono casi paternal, Rossi les dijo a las tropas que en Chipre serán “la representación de la totalidad del pueblo argentino. La mirada que se conformen sobre nuestro país aquellos con los cuales tengan que interactuar va a tener muchísimo que ver con el accionar que lleven adelante”.

“Demos vuelta la página

Luego le tocó el turno al presidente Fernández, quien arrancó fuerte diciendo que “es un día importante porque estamos mandando parte de nuestros mejores hombres a Chipre”. Y siguió con varias definiciones, remarcando que está “feliz” de la participación argentina en la misión de “paz” de la ONU.
Enseguida pasó a hablar de la relación de las Fuerzas Armadas con la sociedad, apelando a un discurso bastante reñido con la verdad y los hechos.
Por un lado dijo que esas fuerzas “han venido en estos años de democracia haciendo un esfuerzo permanente por lograr la integración que todos los argentinos les reclamábamos y hoy tenemos fuerzas absolutamente integradas a las sociedad argentina”.
Por otro lado, buscando separar a las tropas con sus antecesores genocidas, afirmó que “hoy todos los oficiales de nuestras tres fuerzas han salido de la democracia y para nosotros eso es una gran alegría”. E incluso fue más allá: “creo que con esto toda la Argentina debe dar vuelta una página, una página que nos distanció mucho tiempo por la inconducta de algunos”.
Por las dudas, el presidente aclaró que “esto no va en detrimento de nadie, porque hay muchos oficiales, yo diría que la inmensa mayoría de oficiales, por no decir la integridad, en estos años sirvieron a mejorar la institucionalidad argentina y también trabajaron para la democracia. Y si a alguno le cabía alguna duda, que se disipe la duda: hoy ya todos nuestros oficiales han salido de la democracia”.

Botones de muestra

¿Por qué gran parte del discurso de Fernández, en lugar de limitarse a la “misión de paz” a Chipre, se dedicó a reivindicar a las Fuerzas Armadas actuales buscando separarlas de su reciente pasado genocida? ¿Será que ni él se lo cree?
Al manifestar que “hoy toda la oficialidad es hija de la democracia”, el presidente no hizo más que rozar el absurdo. Y para muestra, basta un botón: a su lado estaba sonriente el jefe del Estado Mayor Conjunto, teniente general Bari del Valle Sosa, quien conduce a las Fuerzas Armadas desde 2016 (nombrado por Mauricio Macri).
Del Valle Sosa tiene 61 años, hizo casi toda su carrera militar en los años 70 y egresó como oficial del Ejército en 1978, en plena dictadura cívico-militar-eclesiástica.
En un artículo de Página|12 fechado el 27 de noviembre de 2017, el periodista Martín Granovsky hizo una “radiografía” de Del Valle Sosa. Si bien se dedicaba a cuestionar centralmente el rol del militar en el caso del ARA San Juan (un trágico escándalo en pleno macrismo), Granovsky vinculaba a Del Valle Sosa con el general retirado Daniel “El Dragoncito” Reimundes, un “operador” del exjefe del Ejército Ricardo Brinzoni.
Como es sabido por todos los organismos de derechos humanos y por gran parte de la sociedad, entre 1999 y 2003 (bajo los gobiernos de Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde) Brinzoni fue un actor clave para garantizar la impunidad de miles de genocidas, procurando la “reconciliación” entre las Fuerzas Armadas impunes y la sociedad civil y tratando de que esas fuerzas volvieran a tener tareas se seguridad interna. Bari del Valle Sosa viene de esa tradición, mal que le pese a Alberto Fernández.
El presidente volvió este viernes a recrear el discurso “reconciliador” entre la población y las Fuerzas Armadas, algo que pese a todos los intentos de los gobiernos que pasaron por la Casa Rosada desde 1983 a la fecha no resulta tan sencillo.
Por un lado, muchos militares que actuaron en dictadura, cumpliendo diversas tareas y misiones en favor del proyecto genocida, hoy siguen en actividad. Incluso con altos cargos. Por otro, la impunidad sobre la gran mayoría de los crímenes de lesa humanidad no se terminó, más allá de muchas condenas obtenidas con la lucha de sobrevivientes y organismos de derechos humanos y de la recuperación de un quinto de todas las nietas y nietos apropiados.
Pero además, ejemplos como el del impune general César Milani, o el de más de 400 hombres y mujeres que continúan con su identidad robada, o el secreto guardado bajo siete llaves por el Estado respecto al destino nuestros 30.000 compañeros y compañeras detenidos desaparecidos, demuestran que las Fuerzas Armadas siguen teniendo mil lazos de continuidad con ese pasado que Fernández, mágicamente, quiere dejar atrás.
El próximo 24 de marzo la exigencia de apertura de todos los archivos de la dictadura que siguen en manos del Estado, de la Iglesia y de las grandes corporaciones mentoras del genocidio volverá a estar presente en la Plaza de Mayo y en todas las plazas del país. Esa apertura, única garantía para iniciar un real proceso de verdad y justicia, viene siendo negada desde 1983 por todos los gobiernos.
Para el presidente Fernández todo parece reducirse a “la inconducta de algunos”. Pero para gran parte del pueblo argentino fue un genocidio del que hoy se siguen sufriendo sus consecuencias. Tal vez su “alegría” al enviar cientos de soldados a servir a los designios imperialistas sea directamente proporcional a su pensamiento sobre la dictadura. Por eso, sin sonrojarse, este viernes propuso “dar vuelta la página”.

Daniel Satur
@saturnetroc
Viernes 21 de febrero | 15:17

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