sábado, febrero 22, 2020

El desequilibrio



El poeta ruso Vladimir Mayakovsky

Dejando de lado cuestiones a debatir, la exposición que se realizó en el Grand Palais de París, "ROUGE", que abarca el arte y la utopía en los países soviéticos desde 1917 hasta 1953 cuando muere Stalin, fue exponencialmente exuberante. Fueron más de cuatrocientas obras (pinturas, films, documentos, biografías) que recrearon un contexto social y político contundente echando a volar fantasmas cincelados en la discordia o la duda, y que aún palpitan en busca del espacio merecido. El poeta Vladimir Mayakovsky fue uno de ellos. El hombre de gigante talla mide casi dos metros. Recostado en el ancho sofá, juega a la ruleta rusa. Es el desafío de un mariscal de la cultura en su última página. Lo sabe. Desde hace tiempo medita intemperante. El poema de despedida ya está escrito desde hace dos días. Es de cobardes prolongar la agonía, así que observa el revólver fuertemente aferrado en su mano como si desde el negro y frio agujero pudiera surgir Hamlet gritándole el "to be or not to be" para aclararle el entendimiento. Se apunta en la sien, luego en la frente, en el ojo derecho, en la boca. Recuerda a Mikhail, su gran amigo de la infancia que le inculcó el amor a la vida y a la poesía. Hinchando las gargantas, recitaban en los campos verdes y corrían detrás de anhelos y esperanzas. Vladimir Mayakovsky introduce la punta del arma en la nariz y sonríe viéndose en retrospectiva cuando su novia Elsa Triolet lo insta a ser líder del "Movimiento Futurista" abofeteando el buen gusto del público consumidor de lugares comunes; después, adolescente sentimental, es amante perdido de Lili Brik; el casamiento de ella con Ossip; Ossip, el tolerante, el ambiguo, el abstracto, que se transforma en su amigo y editor; los tres viviendo un "menage a trois" impensado y alucinante; no olvida el poema a Lenin que lo encumbra políticamente y lo convierte en el vocero intelectual del nuevo régimen revolucionario. Además el intento de ser actor y el reconocimiento de sus carencias al asistir a una representación de su amigo Nicolai Cherkasov que luego sería convocado por Eisenstein para filmar la gran obra maestra "Alejandro Nievsky". También se ve en la búsqueda de la compensación dirigiendo su film "La Demoiselle et le voyou"; y en el goce de disfrutar Europa como embajador comunista; el distanciamiento de Lili; el nacimiento de su hija Patricia concebida con la norteamericana Elly Jones, lo que no fue bien visto por sus camaradas fanáticos de ideologismo. Especialmente por Mâximo Gorki, que le roba la preferencia de Stalin cuando grita aquello de "Enemigo que no se rinde, enemigo que hay que destruir". Ni hablar de la hermosa Tatiana Takovleva. Son tantos los recuerdos, muchos... Pero lo que el hombre de gigante talla no puede llegar a imaginar son las consecuencias de su muerte: la manipulación política que Stalin hará elogiando al poeta militante con importantes funerales nacionales. aunque luego lo dejará en el olvido cuando otros intelectuales y disidentes se sumen a la crítica de Trostky diciendo que su suicidio no obedecía a cuestiones personales como informaba el gobierno, sino políticas. Pese a esto posteriormente Stalin vuelve a resucitarlo como símbolo de la hoz y el martillo cuando la familia de su amada Lili Brik hace valer su peso en el gobierno y ya León Trostky se había exiliado; lo mismo que hace Elsa Triolet yendo a Francia para enamorarse de Aragón y quedar tan fascinada con la lectura de la novela "Viaje al Fin de la Noche" del anarquista Luis Ferdinand Cèline que la traduce al ruso, ilusionando al autor que viaja a Rusia a recoger los rublos de su best seller, pero él, defraudado, debe retornar con las manos vacías; y con franco rencor escribe el panfleto "Mea Culpa", vengándose de la humillación sufrida cuando le dijeron que en el comunismo no existían los derechos de autor. Vladimir Mayakovsky vuelve a mirar el agujero del arma y vuelve a recordar a su amigo de la infancia cuando la madre lo retó por haber comido a escondidas el dulce que ella había hecho para el postre de la cena y así festejar el cumpleaños del papá. Mikhail le dice a Mayakovsky que se tomará la revancha del reto haciéndoles una broma. Lo que no le dijo es que sería una broma pesada y con imponderables, no se lo dijo porque lógicamente nadie puede predecir los inesperados designios del Supremo Hacedor. Ingenuo, Mikhail preparó cuidadosamente el decorado para impactar teatralmente, verificó los detalles, todo bien, al no verlo sentado a la mesa los padres irían a buscarlo a su cuarto y se encontrarían con el dramático espectáculo del hijo colgado de una cuerda suspendida del techo. El plan estribaba en que, apenas abrieran la puerta, Mikhail patearía la bolsa de maíz balanceándose con la lengua afuera para dar una imagen de impacto como en los cuentos de terror, y así la broma se cumpliría con felicidad. Mikhail nunca pensó que el primer ensayo pudiera fallar y sus padres tuvieran que encontrarlo realmente asfixiado. De profesión enfermera, su madre por más esfuerzos que hizo no logró revivirlo. Cerrando la mente, Vladimir Mayakovsky piensa que su vida ya es suficiente y que los recuerdos cuando no alegran, molestan. Nostálgicos, sus ojos recorren el cuarto en el que tanto hubo de amar y tanto escribió. El poeta desabrocha la camisa, tibia la piel, frío el metal, donde se supone está aguardando el triste corazón aprieta con efectividad el gatillo el 14 de abril de 1930, a meses de cumplir los 36 años.

Enrique Medina

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