A más de dos meses de las elecciones (03/05), habría ocho planchas presidenciales, donde la derecha iría fraccionada mientras que el Movimiento Al Socialismo (MAS), de Evo Morales, aparece como favorito y poniendo con los pelos de punta a la Elite. Y en efecto, a las candidaturas de Carlos Mesa Gisbert (que quedó segundo en […]
A más de dos meses de las elecciones (03/05), habría ocho planchas presidenciales, donde la derecha iría fraccionada mientras que el Movimiento Al Socialismo (MAS), de Evo Morales, aparece como favorito y poniendo con los pelos de punta a la Elite. Y en efecto, a las candidaturas de Carlos Mesa Gisbert (que quedó segundo en las elecciones pasadas) por Comunidad Ciudadana (CC) y de Chi Hyun Chung (que sorpresivamente quedó tercero) por el Frente para la Victoria (FPV), se sumarían las de la autoproclamada presidente golpista Jeanine Añez y el barón del cemento Doria Medina por el partido Juntos, la de los golpistas Luis Camacho y Marco Pumari por el frente Creemos y de Jorge «Tuto» Quiroga (ex vicepresidente del dictador Hugo Banzer), por Libre 21, entre otras.
Según las recientes encuestas del oficialista Página siete, el binomio del MAS, Luis Arce y David Choquehuanca, tendrían una intención de voto que los ubicaría en el primer lugar con el 26%, seguidos por el centrista Mesa y el líder regional golpista y neofascista Camacho, que empatan con el 17%, y la mandataria Añez con el 12%. De no definirse un ganador en primera vuelta se iría a un balotaje el 14 de junio, donde la derecha tendría más chance de ganar.
Habría que destacar que Luis Arce fue el artífice del milagro económico de Evo Morales al haber estado a cargo del Ministerio de Economía durante casi la totalidad del mandato masista (solo se ausentó un tiempo por razones de salud), mientras que Choquehuanca fue el Canciller por varios años y es considerado como uno de los cuadros fundadores e ideológicos del MAS. La novedosa polémica en relación a la candidatura del Instrumento político indígena es la postulación de Evo Morales a senador por el departamento de Cochabamba.
Si bien es cierto que la derecha está dividida en varias vertientes, la postulación de Evo, las está juntando, acusando al Tribunal Supremo Electoral (TSE), de estar infiltrado por el MAS y rechazando la candidatura de Evo. «Esto es definitivo, ya está decretado el paro indefinido y el bloqueo de carreteras que se realizarán en todo el departamento si el TSE da paso a la candidatura de Evo Morales», dijo el presidente del Comité cruceño, Rómulo Calvo, (radio El Deber, 14/02/20).
Por su lado, Carlos Mesa, acaba de presentar una denuncia por delitos electorales contra Evo Morales y varios de sus ex funcionarios. «… Los autores materiales de este fraude fueron los miembros del Tribunal Supremo Electoral, pero respondieron clara y evidentemente a un autor intelectual; al Gobierno de Evo Morales y la prueba obvia de que esto es así es que el beneficiario directo de ese fraude fue el candidato Evo Morales…», declaró el candidato presidencial (La Razón, 12/02/20).
¿Cómo llegamos a esta situación? Para el connotado analista Fernando Molina, citando al sociólogo Fernando Calderón, «…En Bolivia el Estado es muy débil y la sociedad, muy fuerte. Esto explica tanto las peculiaridades de la caída del presidente Evo Morales…como los sucesos de los dos primeros meses de la transición que esta inició. El Estado boliviano es débil significa que sus instituciones no poseen cuerpo propio y son fácilmente instrumentadas por los grupos de presión y las fuerzas políticas. Significa, también, que las normas no se dictan ni se cumplen por medio de procedimientos regulados y abstractos, sino de forma subjetiva y de acuerdo con la correlación de fuerzas coyuntural», («Bolivia: un nuevo bloque de poder», Nueva Sociedad, enero 2020).
Y en efecto, el Estado burgués boliviano es débil, pero porque está marcado por la revolución obrera y campesina de 1952 donde 40 mil trabajadores desmantelaron al mismo y formaron milicias por dos años, bajo el liderazgo del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), símil del APRA de entonces, que por su carácter «nacionalista», terminó reconstruyendo el viejo Estado capitalista, después de haber nacionalizado las minas de estaño. «las fuerzas rendidas del ejército desfilaron por la ciudad custodiadas por milicias revolucionarias que encabezaba el Comando Obrero», relataba la crónica de un diario paceño de la época (01/05/52).
Así las cosas, el golpe de Estado contra Evo Morales, pasa a una nueva fase electoral compleja y contradictoria, que no estará exenta de conflictos, ya que, si bien es verdad, el golpismo viene afianzándose, por un lado, por la conciliación de la facción masista de Eva Copa, y por otro, por la brutal represión, que cuenta con más de 30 asesinados en su haber (cuestión observada por el relator de la ONU para los DD.HH. como Diego García Sayán), pues, las masas, todavía no han sido derrotadas.
El nuevo bloque de poder golpista, que cuenta con la participación de las fuerzas policiales-militares (a la Escuela castrense que se llamaba Juan José Torres, le cambiaron el nombre por el reaccionario «Héroes de Ñancahuazú), medios de prensa, universidades, el poder judicial y los organismos de la clase media y alta, desea darle un barniz democrático al golpe de Estado a través de las elecciones ( Salvador Romero, actual presidente del TSE en Bolivia, avaló el golpe contra Zelaya en Honduras), alimentan estas sospechas y proscribiendo al líder histórico del MAS (utilizando la ley que señala el candidato debe tener 2 años de residencia mínima ininterrumpida en el país), mientras que Evo, tiene expectativa en volver a ganar las elecciones, cuestión complicada teniendo en cuenta la nueva correlación de fuerzas y el control del aparato estatal por parte de la ultraderecha (siguen deteniendo a varios dirigentes sindicales y masistas que suman más de 140 como es el caso de la apoderada legal de Evo, Patricia Hermosa).
César Zelada. Director de la revista La Abeja (teoría, análisis y debate).
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