El Secretario de Asuntos Estratégicos de la presidencia de la Nación, Gustavo Béliz, fue nombrado integrante de la selecta Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, creada en 1994 por Juan Pablo II.
El hecho ocurrió luego de que el gobierno reculara de la presentación del ex ministro de Justicia de Néstor Kirchner como candidato a presidente del BID, debido a que la candidatura estadounidense le arrebató el trono de dicho organismo a los candidatos latinoamericanos.
Gustavo Béliz, un viejo espadachín de la Iglesia Católica, “cooperador” del Opus Dei, ocupó lugares estratégicos a través de la historia argentina, conchabando a sus espirituales aliados en importantes puestos del Estado.
La propuesta de la Argentina de colocar ante el BID a este hombre de Estados (del Argentino y del Vaticano) contravino el impulso de Trump de acceder a las riendas del organismo para dominar el avance del comercio chino en la región, una aspiración que comparte con su posible sucesor demócrata Joe Biden.
La candidatura de Béliz tampoco podía ser bienvenida por la administración Trump, por su condición de aliado del oficialismo católico. El papado de Francisco mantiene una crítica superficial con el mandatario imperialista sobre su política migratoria y el muro con México, aunque no así sobre las críticas a Venezuela y su silencio cómplice para con el episcopado boliviano inmerso abiertamente en el campo del golpismo impulsado por Donald Trump, entre otras cuestiones de fondo de la política internacional.
Los campos políticos que se enfrentan en el Vaticano, están hechos a imagen y semejanza de los que enfrentan a las diferentes fracciones de la política imperialista a nivel internacional. Los medios internacionales toman registro del “fuerte impacto pastoral” en Asia y África en los últimos años, una orientación claramente definida por la Gestión de Francisco. (Vatican News). A tono con esta línea, Francisco ya se encuentra preparando la sucesión de su facción vaticana de la mano del cardenal filipino con raíces también chinas, Luis Antonio “Chito” Tagle, de 62 años, arzobispo de Filipinas y presidente de Caritas Internacional, a quien designó en el estratégico cargo de Prefecto del dicasterio para la Evangelización de los Pueblos.
Béliz, académico pontificio, el terraplanismo albertista
Los integrantes de la Academia Pontificia son seleccionados por el Papa y aunque estatutariamente no es obligación que el designado pertenezca al culto católico, lo cierto es que el objetivo fijado es el de «promover el estudio y el progreso de las ciencias sociales, económicas, políticas y jurídicas a la luz de la doctrina social de la Iglesia» (AICA).
No tendrá que ser católico, pero si férreo defensor del creacionismo y otros relatos anti científicos que en diferentes puntos del mundo combaten la teoría darwiniana de la evolución y otros descubrimientos científicos de ese estatus.
Aunque entre el terraplanismo y los principios católicos no existen diferencias sustanciales, y por el contrario los principios fundantes de aquel encuentran su rastro en las variadas supersticiones de la religión católica, lo cierto es que el observador complaciente gusta ser implacable con el terraplanista pero tiende a ocultar el similar daño o incluso peor, por relación a su posición frente al Estado, que el creacionismo impartido desde diferentes sectores cristianos, produce sobre la sociedad.
Alberto Fernández se supo rodear de varios representantes del Vaticano, que desde hace años son sus aliados y base del trabajo político que lo llevó a la presidencia. Lo hizo con Gustavo Béliz cuando juntos fueron detrás de las listas de Domingo Cavallo, y con quien mantuvo una alianza luego de que Néstor Kirchner le soltara la mano eligiendo como aliado al poderoso e influyente servicio de inteligencia del Estado Jorge Stiusso. Fernández también se rodeó del ex embajador de CFK en el Vaticano, Eduardo Valdés, quien públicamente confiesa que su agenda política responde más al Vaticano que a su fuerza política local. Lo propio le cabe a su Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, proveniente de una familia con fuertes lazos con las gestiones vaticanas. Decenas de cargos de relevancia son entregados a personeros de la Iglesia para que desde ellos preserven los intereses de la institución ultramontana que le da al Estado contención social frente a la crisis y el ajuste en curso.
La alianza con el Vaticano por parte de Alberto Fernández es la piedra angular de su estrategia política actual. Este tipo de estrategia tiene un correlato directo sobre la vida del Estado. No hay alianza sin un avance objetivo del catolicismo sobre diferentes sectores que le son cruciales no sólo para preservar sus privilegios económicos y los subsidios estatales sino para digitar todo el andamiaje de poder desde puestos claves en el Estado: la Iglesia obtendrá así su parte en la pelea por la distribución de los nuevos cargos de la reforma judicial, sin que la Ley Micaela sirva para otra cosa que no sea para ocultar el reforzamiento clerical y reaccionario de este poder. El reforzamiento clerical en el poder judicial tiene como contrapartida frenar, dilatar y desviar las numerosas causas que de abuso sexual que recorren a la institución. Ya desde su traspié en Chile, el Papa Francisco viene trabajando fuertemente por frenar las causas judiciales contra los miembros de su Iglesia pertenezcan estos a la facción política que pertenezcan, manifestación de un cerrado pacto clerical en torno al abuso sexual contra menores de edad sobre los que la Iglesia tenía la custodia cedida por el propio Estado, en su gran mayoría.
La dilación del tratamiento del aborto legal se encuentra inscripta en este proceso de empoderamiento clerical. Aunque como dijo Valdés, el tema del aborto se convirtió en algo irreversible por la enorme masividad que adquirió su demanda, lo cierto es que la cuarentena resultó una oportunidad única para que la iglesia recorte el alcance de la ley, defienda a sus numerosas empresas de salud y su rechazo a aplicar tratamientos legales, y en definitiva para que erosione un triunfo de las mujeres en lucha, sobre la base de una mayor presencia en otras instancias estatales y la modificación del proyecto de legalización.
La designación de Gustavo Béliz está lejos de tener un significado académico, aunque importa aqui registrar que los “asuntos estratégicos” del gobierno están en manos de un hombre educado en la cuna del Opus Dei en nuestro país, la Universidad Austral y que esa formación y el estar en un puesto clave del Estado, es todo lo que necesita el Vaticano para hacerle el reconocimiento que llegó luego del intento presidencial de colocarlo al frente del BID.
La separación de la Iglesia del Estado es una lucha de trascendencia estratégica para el futuro de las luchas que protagonizamos, no sólo para aquellas relativas a los derechos de las mujeres y de las diversidades, de las que el Papa Francisco es un enemigo declarado. La Iglesia es un arma fundamental contra las masas, ejerciendo sobre ellas un rol de contención para que no levante cabeza contra los planes de ajuste, el hambre y la falta de vivienda, un tema central que recorre nuestro país y sobre el que los curas de la “opción por los pobres” y todo el episcopado mantienen un silencio cómplice con el gobierno represor.
Vanina Biasi
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