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domingo, septiembre 13, 2020
Silencio roto y otras películas notables sobre los maquis
En mi modesta opinión, no es poca cosa que estos días Netflix haya puesto en su oferta una película yan importante sobre los maquis, Silencio roto (2001) que resulta igualmente una de las películas más logradas del cineasta irregular pero con títulos de valor como Montxo Armendáriz. Este plantea, además de una seria reflexión sobre el sentido de la resistencia ética, un nuevo paradigma: la perspectiva de quienes realmente sufren los enfrentamientos entre los maquis y las fuerzas del orden, la visión de sus seres queridos, y sobre todo, de sus mujeres, penetrando en un terreno en el que se analicen las consecuencias con dramática crudeza. El maquis fue también muchas más cosas, los enlaces por supuestos, la familia, en primer lugar las mujeres… Estamos en el invierno del 44: Lucía (magnífica Lucía Jiménez), una chica de 21 años, vuelve a un pequeño pueblo de la montaña del norte. Allí se reencuentra con sus amigos de la infancia y con Manuel (Juan Diego Botto), un joven y tímido herrero que colabora voluntariosamente con los maquis. Lucía no tarda en sentirse atraída por Manuel, por su sonrisa y por el valor de los hombres que continúan peleando por sus ideas, aun a costa de sus propias vidas…Estamos ante un drama en el que lo personal y lo coral se combinan en unas tramas paralelas confieren a esta película una riqueza y una verdad de primer orden. Silencio roto se erige como la culminación de una filmografía que no ha hecho más que comenzar. La gesta del maquis se dice en pocas palabras: representó el último reducto de la libertad y la dignidad social frente contra un régimen que acabaría siendo rechazado por la calle en movimientos animados por unas nuevas generaciones que los adoptó como referentes. Arméndariz contó con el asesoramiento de Eduardo Pons Prades, actor e historiador del maquis. Anotemos también que produjo La guerra de la memoria, y algunas de sus mejores películas como Tazio (1984) y Secretos del corazón (1997), desarrollan poderosas conexiones con la resistencia al franquismo.
No menos destacada fue Pim, pam, pum… /Fuego! (1975), lo mejor de Pedro Olea que el maquis toma la palabra. En esta notable película, con toda probalidad la mejor de su autor y de Concha Velasco como actriz, el maquis es alguien que huye en un mundo de seres derrotados condenados a la parálisis permanente, que intentan sobrevivir en el Madrid oscuro de posguerra, por cierto una historia escrita por Rafael Azcona y Olea que tiene muchos puntos en común con la de Carmen Broto en la Barcelona de la inmediata posguerra, donde el hambre y la miseria condujo a muchas mujeres a la prostitución. Olea ya no tuvo que recurrir a situaciones metafóricas para retratar las humillaciones de los vencidos como sucedía en El espíritu de la colmena, 1/ ni necesitó de coartadas arguméntales para contemplar la posguerra desde la óptica de la resistencia. La derrota es evidente, cada personaje representa un aspecto básico. El maquis que huye (Luis, el mejor Josep Mª Flotats en el cine) busca complicidades para salvar su vida y comenzar de nuevo, el viejo republicano (el entrañable José Orjas) se encuentra paralizado en la cama, la vida ha condenado a la parálisis permanente; ella admira lo que Luis hace, pero se tiene que ganar la vida, sobrevivir incluso soñar. El régimen está perfectamente representado por el estraperlista sin escrúpulo (una composición de Fernando Fernán Gómez que habría tenido Oscar sí la hubiera hecho en Hollywood), un tipo para el que lo único importante es ser uno de los vencedores…El tono es de una profunda tristeza, el aire de depresión, es el Madrid del millón de cadáveres que decía el poeta, el tono de la época se percibe hasta en la forma de comer. Es una película para la historia por la que no ha pasado el tiempo, digna de ser recuperada por las nuevas generaciones.
También se puede considerar que El corazón del bosque (1978) es quizás las más lograda de las películas de Gutiérrez Aragón que se apoya en la inmortal novela de Josep Conrad, El corazón de las tinieblas que relata el genocidio imperial belga en el Congo. Al igual que Coppola en el Vietnam, el autor se apoya en este referente para ofrecer una muestra de una memoria mítica que todavía se puede tocar con las manos. De un hecho ocurrido cuando aún estudiaba en el instituto de Torrelavega (Santander), la muerte de uno de los últimos maquis cántabros, Juanín (Juan Fernández Ayala) en 1957, bajo los disparos de la Benemérita. Juanín era un mito local, el referente de la trama en la que se le llama El Andarín (un Luis Politti memorable, plenamente identificado). El Andarín representa un mito legendario, un innombrable, el último combatiente de una lucha ya perdida. Aquí entra Juan (un ajustado Norman Briski), un comisario político hermano de Amparo (Ángela Molina), la niña que amó a El Andarín y que durante años le ha ayudado, que regresa para liquidar al último resistente y así también liberar del mito a los que tiene atrapados. Se trata, pues, de un enfrentamiento cara a cara entre el guerrillero y el joven militante: “Tienes que dejarlo, ¡obedece, es irremediable! Estás enfermo, somos tus camaradas, somos tus amigos, he venido a ayudarte”, mientras ambos son acorralados por la Guardia Civil. El corazón del bosque es sobre todo una especie de “ajuste de cuentas poético con la historia de una derrota sobre la que quedan muchas preguntas por jacer, sobre todo en relación a la actuación de la dirección del PCE, instalada muy lejos de los montes y en la idea de que el partido eran ellos.
Gutiérrez Aragón intervino en el capítulo “Los del monte” de la serie La memoria recobrada (TVE, 2006). A su vivencia personal, el cineasta que había estado ligado al PCE clandestino a lo largo de los años sesenta y parte de los setenta, se unió la del productor de la película Luis Megino quien aportó sus recuerdos sobre los maquis asturianos, completando la investigación con entrevistas hechas a vecinos de ambas provincias. Rodaron la película en los escenarios reales donde los maquis habían vivido y lograron uno de los mejores documentales sobre estos combatientes.
Finalmente también resultó una obra significada Los días del pasado (1978), es una de las mejores películas Mario Camus, que a veces vuela muy alto, pero otras mejor no hablar; según su propio testimonio, la película se pudo realizar gracias a la popularidad de sus protagonistas. Censurada en su momento, el director rodó un film sobre la dignidad de la derrota. Es también lo mejor que ha hecho Pepa Flores (Marisol) en el cine, incluso Antonio Gades, que no fue un buen actor, está a la altura; por entonces, ambos figuras destacadas entonces de la tropa del PCE ajena a lo que Carrillo firmaba desde sus entregas; Marisol ha figurado estos días como objeto de las campañas denigratoria contra la izquierda combativa por parte del diario “Mundo”. Con un guión escrito por Mario Camus, Antonio José Betancor tomó como base una historia de Manolo Matji y Miguel Rubio donde todo respira autenticidad. Seis años después de que la guerra continuara por otros medios, del fin de la Guerra Civil, Juana, se traslada a un pueblecito montañoso del Norte para ocupar una plaza de maestra; pero su llegada tiene otra finalidad. Antonio huyó a Argelia: sin embargo, ella sabe que ahora vive refugiado en las montañas, con los maquis, y tiene la esperanza de encontrarlo. Cuando se extiende el rumor de que hay una partida en las montañas de los alrededores, le pide a Gelín, uno de sus alumnos, que la ayude a encontrarlo. El chico le revela que la partida bajará al pueblo, durante la noche, a buscar provisiones…El frío, el hambre, la tristeza de la dura posguerra se percibe en un paisaje húmedo, brumoso y hosco. La partida mantiene su moral de resistentes, la decencia básica les acompaña cuando entregan un recibo a cambio de comida y la nobleza impera si hay que arriesgar la vida para recoger a un compañero herido. Es patente también la fidelidad de los que comparten su causa. El maquis sabe que solo le queda huir, evitar lo peor, pero no hay espacio para soñar ya que las democracias le han dado la espalda.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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