martes, septiembre 07, 2021

“Leave no trace”: sobrevivir fuera del engranaje social


¿Qué nos aporta pertenecer a la sociedad? 

 Se incorporó recientemente al catálogo de Netflix la película “Leave no trace” (Sin dejar rastro), dirigida por Debra Granik en 2018 y basada en el libro Mi abandono de Peter Rock. Si bien no es un estreno, el film plantea temas que no pierden vigencia: la salud mental, la inserción social que solapa la dominación capitalista, la angustia existencial, el sentido de pertenecer o no al plano comunitario, los recursos estatales que regulan y condicionan nuestro propio habitus. 
 El argumento es sencillo; un excombatiente que depende económicamente de las pensiones del Estado, al cuidado y crianza de su hija por fuera del plano social estatal viviendo en el bosque, cuidándose de no ser descubiertos y acercándose a la sociedad sólo en búsqueda de lo necesario. Esto último a la vez está determinado por la pregunta: “¿Lo quieres o no lo necesitas?”. A partir de ese cuestionamiento sobre los bienes materiales, en el caso de los víveres, quedan en evidencia los segmentos que son determinados a partir del fetichismo del consumo, de la escapatoria a las reglas sociales, el sentido de pertenencia social. Vivir en el bosque como un acto de resistencia al capitalismo o vivir en el bosque por ser indigente; la elección o la necesidad. 
 El entretenimiento, la religión, el trabajo, las instancias de socialización -que son tan necesarias para la conformación de la subjetividad humana, de nuestra propia configuración mental y emocional-, son presentados en la lógica de inclusión y exclusión de instituciones que sirven para determinar valoraciones y forzar adaptaciones como mecanismos de opresión y dominación. Aparecen dentro de la película intervenciones y tratamientos sobre terapias de salud mental, también en lo que refiere como mecanismo de control, de estigmatización social, que funcionan como inclusivas/excluyentes de la sociedad.
 ¿Cómo se genera el sentido de pertenencia? ¿Es una construcción social determinada por categorías que asimilamos en nuestro habitus? ¿O es particular de la esencia humana, como experiencias específicas que condicionan nuestra propia subjetividad y desenvolvimiento en comunidad? La película oscila en el juego del devenir entre el deseo individual y el deber ser colectivo y social. El final, la tela de araña, rota pero a la vez funcional, queda como una punta de reflexión hasta qué punto podemos escapar del sistema, abandonándolo, o quedarse a legitimarlo. 

 Julieta Rusconi

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