La primera senadora de la coalición oficialista (y cuando se desató el conflicto, vicepresidenta de la República en ejercicio) virtió dos virulentos tuits contra el gobierno español. Su política exterior se cuenta entre los fracasos más estrepitosos de los que se tenga memoria en el Uruguay posdictadura.
Graciela Bianchi, tristemente célebre en Uruguay por hacer del barro político, tanto en redes como en el Parlamento, su modus operandi de confrontación; ahora se dio a conocer a nivel internacional y provocar un desencuentro diplomático.
Al otro día de las elecciones españolas y con los resultados a la vista, Bianchi tuiteó: “Debe leerse: con el PSOE se tiene asegurado la financiación y los valores de las narcodictaduras cubana, venezolana, nicaragüense, iraní, el terrorismo de la ETA, y el separatismo catalán que quiere terminar con España. Un lujo de opción. Pero ganó el PP.”
No contenta con ello, añadió: “El PSOE actual no es el de Felipe González; el sanchismo es el de la Guerra Civil en que predominaba el comunismo y el anarquismo; y si no hubiera implosionado se seguiría admirando el régimen soviético. Stalin fue el inspirador de ese PSOE. Con estudiar Historia se soluciona.”
Ambos tuits hablan por sí solos. Exabruptos, horrores históricos, una mezcla inverosímil de hechos que van en la tónica a la que la senadora tiene acostumbrada a la tribuna uruguaya.
Desde que asumió la Presidencia al frente de una coalición multicolor derechista, en marzo de 2020, fue estrechando sistemáticamente sus vínculos con Estados Unidos, con objetivos y métodos coincidentes, entre ellos continuos ataques a Cuba y Venezuela.
Este nuevo relacionamiento inspiró entonces al presidente del derechista Partido Popular (PP) español, Pablo Casado, a invitar a Lacalle para que incorpore a Uruguay a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), “para blindarlos frente a los regímenes totalitarios y las dictaduras caribeñas”.
La cuestión es que este encontronazo con el gobierno español se da a la vez que España tiene la presidencia pro tempore de la Unión Europea. Lacalle pasó sin pena ni gloria por la reciente cumbre de los euroccidentales con la Comunidad de Estados de América y el Caribe (Celac).
Primero por sus dichos: “Nos parece una cosa buena en este mundo tan interconectado y vertiginoso, donde lo que hay que fortalecer y recuperar es la confianza”. Confianza justamente es lo que ha dinamitado su tercera al mando. “El optimismo crítico es el que nos indica que es la hora de avanzar. Basta de palabras y de 25 años de negociaciones”, sentenció como siempre con tono a semi orden.
Luis Lacalle ha desfilado por cuanto encuentro internacional estuvo a su alcance, vociferando sobre los derechos humanos y denunciando al gobierno bolivariano de Venezuela, acusando a Nicaragua y a Cuba de no ser democracias al estilo que pretende Lacalle.
Luego, en los hechos aconteció que se reunieron los representantes de Colombia, Argentina, Venezuela, España y Francia para buscar puntos de encuentro sobre la situación del pueblo bolivariano y Uruguay quedó afuera del juego.
Pero no es la primera vez que Bianchi despotrica contra un gobierno extranjero. En 2022 arremetió contra el recientemente electo (en ese entonces) presidente de Colombia, Gustavo Petro, cuando lo acusó de haber sido financiado por Pablo Escobar.
La senadora uruguaya subió a las redes un fotomontaje de ambas personas juntas y adjuntó este texto: “La terrible constante en Iberoamérica en las últimas décadas: guerrilla, narcotráfico y llegar al gobierno usando las formas democráticas que no se respetaron. Sobre Uruguay recae una gran responsabilidad histórica.”
La lista de ataques malintencionados de Graciela Bianchi no son nuevos, integran una larga lista y no vale la pena detenerse en cada uno. Aunque parezca un personaje desequilibrado, aislado y delirante, es la segunda en sucesión del presidente Lacalle y su conducta condice con la política externa de su gobierno.
En el caso colombiano, Lacalle no acudió a la asunción de Gustavo Petro así como tampoco su canciller Francisco Bustillo, pero sí fue a visitar antes de abandonar el gobierno a su amigo, el ultraderechista Iván Duque. Una acción que no se explicó en su momento y no se explica ahora.
No va más
Lacalle en el casino internacional de las relaciones diplomáticas apostó y la ruleta política cantó otros números. Apostó por Jair Bolsonaro y perdió. Apostó por Iván Duque y Sebastián Piñera, y perdió. Apostó por Donald Trump y éste no sólo perdió las elecciones, sino que se quiso llevar puesto al Congreso en una intentona golpista, terminó procesado por la justicia y ahora tiene que rendir pleitesía a la administración de Joe Biden.
Lacalle votó al candidato de Donald Trump a la presidencia del BID, Mauricio Claver Carone, contra la opinión de los socios del Mercosur, rompiendo una tradición histórica de no apoyar estadounidenses a la presidencia del Banco. Claver también terminó mal: fue el primer presidente destituido del BID tras un escándalo sexual.
Recordemos que Lacalle inició su gobierno alegando que no se iba a guiar por afinidades ideológicas en materia internacional, pero ese mismo día ya demostró todo lo contrario al no invitar a los mandatarios de Nicaragua, Cuba y Venezuela. A la que sí invitó, siendo una golpista consumada, fue a la boliviana Jeanine Añez, hoy presa y ratificada su sentencia por 10 años. Por si faltaba algo, Graciela Bianchi salió a defender por redes a la golpista.
En julio del año pasado, Lacalle anunció con bombos y platillos la concreción de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China de manera unilateral, dejando de lado los países que integran el Mercosur. Esto generó molestias en la región y más aún con la insistente y persistente afronta de Lacalle de flexibilizar al Mercosur y llamarlo de “lastre”, como sucedió en aquella cumbre del organismo cuando el mandatario argentino Alberto Fernández, tenía la presidencia pro tempore.
Lo que marcaba la oposición y los analistas se terminó cumpliendo: el TLC con China, de concretarse, no será en este gobierno y seguramente será en años. Incluso Mauro Vieira, canciller de Brasil dejó en claro que “un TLC entre China y Uruguay destruiría al Mercosur.”
La decisión de Uruguay de seguir adelante con las negociaciones con China ha creado fricciones con Argentina y Paraguay también, a pesar que Lacalle tiene vínculos con el expresidente guaraní Mario Abdo, los cuales creen firmemente que los miembros del Mercosur deben negociar nuevos TLC como un bloque.
Como corolario, dentro del gabinete de Lacalle, su canciller Franciso Bustillo, la exvicecanciller Carolina Ache y el Ministro del Interior Luis Alberto Heber están siendo imputados por la otorgación de pasaportes para el narcotraficante Sebastián Marset.
Uruguay cada vez es peor calificado en los foros internacionales, los exportadores, observan el desplome de las exportaciones, y no le va nada bien tampoco al propio gobierno, que no lo invitan a ningún lado, que cada vez se muestra más aislado. Y su presidente carga con la reputación internacional de ser jettatore, mufa, distribuidor internacional de mala suerte para aquellos que osen recibirlo, señala Caras y Caretas.
Todo este collar de perlas es una muestra de la errática política exterior del Uruguay, sumamente concentrada en la persona del presidente y con los lentes ideologógicos que parecen polarizados. Con su liberalización de la economía uruguaya y la pretensión de flexibilizar al Mercosur, Lacalle termina en un aislacionismo político que, de táctica de su gobierno, pasó a ser un capricho que ha cosechado nulos aciertos y comprado varios problemas.
Es curioso que toda su base social, tan militante de los acuerdos de libre comercio y una supuesta no ideologización de la política exterior, hagan silencio ante el desastre de improvisación que ha sido la cancillería y el lastimoso fracaso que se evidencia.
Nicolás Centurión | 01/08/2023
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