La historia de las ideas socialistas y la historia del socialismo representan trayectorias muy caprichosas, en apariencia, no sujeta a ley alguna; ora se preceden mutuamente, ora se nutren, ora entran en estado de equilibrio, ora estallan en contradicción irreconciliable y ora se reaniman como ideal movilizador.
La idea del socialismo aparece desde los tiempos inmemoriales como una añoranza imaginaria de retorno a la sociedad no quebrantada por las diferencias sociales. Alrededor del eje de la justicia social, fueron saliendo de la cabeza de los hombres, uno tras otro, diferentes proyectos sobre el mejoramiento humano. Sería casi imposible encontrar alguna cultura sin historia acerca de esa intención. Buena parte de tales proyectos desarrollaron ideas de rechazo al amor excesivo por la riqueza material y fueron proponiendo una alternativa basada en la propiedad común, inicialmente sobre el medio geográfico, y luego, sobre la naturaleza humanizada.
Antes, y después de Marx, ha sido la creencia predominante, la de que el camino a la justicia social es el de Robín Hood; la redistribución de la riqueza a favor de los pobres. Son Marx y Engels los que demuestran que la distribución y la redistribución de la riqueza son corolarios, efectos, desprendimientos, de las condiciones de producción. Para ellos, el movimiento hacia el ideal de justicia imaginable pasa por la revolución de tales condiciones. Pero su aporte fundamental sobre el ideal socialista, no estuvo precisamente, en encontrar el modo mas consecuente de distribuir la riqueza material con criterios de justicia.
La clave que Marx y Engels aportan al ideal socialista, es que en el proceso de trabajo, junto a la riqueza material, se producen y reproducen los hombres y las mujeres históricamente condicionados. Todas las sociedades explotadoras divididas en clases sociales antagónicas han puesto el énfasis, en el mundo de las cosas, en el universo de la riqueza material, y han visto al individuo en primer lugar, como un factor de producción, anulada su personalidad en un grado u otro, bajo el enorme peso del fetichismo mercantil. Los pensadores y creadores en general que profesaron un humanismo sincero son oasis en la prehistoria de la humanidad. El talento fue, y no ha dejado de serlo hoy en buena medida, el siervo ilustrado de las clases dominantes.
El hecho de que Marx y Engels hayan revelado la esencia del trabajo enajenado, determinación en última instancia del pálido humanismo de tales sociedades, ha llevado a la creencia errónea de que el marxismo es una doctrina social de los determinismos objetivos de la naturaleza subjetiva del hombre, distante de la cultura de la que es depositario, y de los valores éticos que lo animan. Se confunde así, las cualidades del objeto que se describe, con la naturaleza del lente a través del cual se mira.
Algo similar ocurre en la interpretación de la relación entre la determinación histórica y la libertad de los individuos. La libertad del individuo solo se puede manifestar, como una actitud de negación frente al imperio milenario del trabajo enajenado.
Lo que distingue al ideal marxista sobre el socialismo, es que para dignificar al hombre y elevar la vocación humanista de la sociedad hay que reconstruir la fragua toda de la formación económico social. Tal visión no es excluyente con el cambio en la más simple célula social, o en uno, o en varios de sus órganos. Lo que hizo perder a muchos la fe en el valor, la legitimidad y la eticidad del camino de las reformas, es su tendencia hacia el conservadurismo.
A su vez, lo que acerca al ideal marxista sobre el socialismo con muchos otros ideales de redención humana, al punto de que pueden hibridarse, como ocurrió con las ideas martianas en Cuba, es su profundo contenido ético liberador. En este plano, Fidel ha fundamentado la identidad entre el comunismo y el cristianismo. La tan necesaria unidad ecuménica de los que se proponen salvar la vida digna en la tierra pasa por el arte político de encontrar las vías del con todos martiano.
La distancia que media entre estos elevados ideales éticos, y, la historia, demuestra cuán lejos pueden volar las ideas del bien humano, y cuantas fuerzas lastran cada paso concreto en esa dirección. Para que la ética no se transforme en una nube inalcanzable sobre la sociedad, ha de convertirse en una fuerza material en el hombre concreto. Esa es la filosofía ética del Che, del hombre que vive como piensa.
Mientras el ideal socialista no toma cuerpo en una sociedad dada, no se despliegan las contradicciones entre los valores proclamados y la praxis. Es la época del florecimiento de la idealización superlativa, del anuncio profético, de los pronósticos acelerados y de la simplificación de las contradicciones. Es la enfermedad del optimismo revolucionario, que contagia tanto a las cumbres del pensamiento, como a sus seguidores. ¡Cuan lejos estamos hoy de pensar, como Marx,- después de tantos errores cometidos en el frente económico en la historia del socialismo en el mundo-, de que las relaciones económicas en el socialismo, son claras y transparentes!
En el amanecer del siglo xx el ideal socialista se extendía para muchos como una esperanza. Sin embargo, los peligros de las interpretaciones dogmáticas, extremistas y extranjerizantes que se podrían producir en nombre del socialismo, fueron advertidos anticipadamente por José Martí.
La aparición en la escena histórica del socialismo, en las difíciles condiciones de una Rusia con mas olor al medioevo, que a las grasas de las máquinas industriales y al sudor de los obreros, sujetó a partir de entonces, el ideal socialista, a las vicisitudes de su existencia, mas que a las ideas dispersas o sistematizadas sobre el socialismo, por muy acabadas y bellas que estas nos pudiesen parecer.
La visión unilateral en unos, de las indiscutibles conquistas de la Revolución de Octubre en un inicio, y de las otras revoluciones socialistas con posterioridad, condujo a una idealización del socialismo, que el Che tildó acertadamente de apología. Tal vez el enorme impacto paralizante en destacamentos revolucionarios completos, y en individuos aislados, producto de la reconstrucción capitalista en la mayoría de los países socialistas, se explica por la altura que había alcanzado el socialismo histórico en el imaginario de muchos hombres y mujeres de buena voluntad en todo el mundo.
Bajo el corto período de la dirección de Lenin, se desarrolló el más fecundo y creador debate sobre los caminos mas acertados para avanzar hacia el comunismo en aquellas circunstancias. Lenin estaba consciente de que solo una parte de las experiencias de la Revolución Rusa tendrían un valor universal. La idea rectora para la construcción del socialismo era la desenajenación-socialización real. Una vez superado el espejismo del avance directo al socialismo, se comprende que son imprescindibles los rodeos por el insuficiente desarrollo precedente del capitalismo. El incremento de la participación de obreros y campesinos en las mas altas instancias de dirección de la Revolución y el consiguiente cálculo y control fortalecido, se presentaban como la garantía de la preservación de su rumbo socialista.
El debate que suscita hasta nuestros días la viabilidad histórica de la Revolución de Octubre, debe remitirse a la lógica de la reproducción del capital financiero. El imperialismo ha establecido como totalidad al mundo y por su tendencia a transformarse en capital ficticio, produce constantemente subdesarrollo. En otras palabras, la situación de Rusia, en cuanto a emprender el camino socialista desde el subdesarrollo, será reeditada por la mayor parte de los pueblos del mundo y la mayor parte de la población del planeta.
Una de las enseñanzas mas amargas de la Revolución de Octubre, fue su extraordinaria dependencia a la existencia de su líder. Al pasar revista a los cuadros del Comité Central, el propio Lenin deja la constatación de que no existía el imprescindible relevo. Rasgos negativos exacerbados de la personalidad de Stalin, tendencia hacia los métodos administrativos y autoritarios en el cuadro teóricamente mejor preparado del Partido; Trostky, insuficiente nivel teórico de otros, y la falta de maduración de los mas jóvenes dirigentes, daban un cuadro claramente deficitario. Tampoco se contaba con instituciones con poder de socialización suficientes per se, ni la nueva cultura, ante todo política, se había encarnado en el hombre común.
Sin embargo, lo mas importante de lo que sigue después, no fueron los errores conceptuales, ni los métodos enajenadores de la participación en la dirección, ni las sistemáticas purgas en las filas revolucionarias que caracterizaron el período estalinista. Lo grandioso fue, que a pesar de todo ello, y de la destrucción sistemática en varias guerras, el poder de la energía creadora del pueblo en el socialismo, logró avances culturales, económicos y sociales en un breve lapso de tiempo, que asombraron a la humanidad.
Posteriormente, la diversificación de la experiencia internacional del socialismo, se debatió entre el mimetismo y la originalidad. La indiscutible autoridad histórica que emanaba de ser la primera revolución socialista del mundo, costó a muchas de las jóvenes revoluciones, la asimilación de experiencias, sobre todo en el terreno económico, que a la postre se revelaron como importantes errores de la construcción del socialismo. Históricamente, será preciso estudiar otras complejidades de las relaciones internacionales del socialismo, algunas que enaltecieron los valores del internacionalismo, y otras, que desgarraron la unidad de las fuerzas revolucionarias.
Pese a la crítica al culto de la personalidad en lo político y a la aplicación de sucesivas reformas económicas de las entrañas de una sociedad sin propietarios privados sobre los grandes medios de producción, fueron surgiendo grupos de hombres corruptos y traidores, inicialmente con acciones aisladas, y después con una manifestación clasista, feto de lo que pronto, de acuerdo a la tendencia histórica de la acumulación por Marx, sería la burguesía de la tercera negación, o sea, de la negación de la inmadura propiedad social, la expropiación por una minoría de los medios fundamentales de producción de una sociedad, inédito camino hasta ese instante, de acumulación originaria del capital.
No bastó el rico legado leninista como brújula de la construcción del socialismo. El papel determinante de la práctica con un profundo compromiso ético de la dirección de las revoluciones socialistas es una lección de la historia de la cual habrá que extraer mediante la investigación, las conclusiones pertinentes. En el caso de la URSS, no se siguieron las ideas de Lenin de elevar el pueblo a las funciones de gobierno y por el contrario, hombres sencillos, salidos de su seno, sin tradición de familias de la nobleza o herederos de los antiguos capitalistas, fueron enquistándose en las nuevas funciones de dirección y de administración de los recursos del estado, se fueron enajenando de su origen, hasta que se transformaron de humildes servidores del pueblo, en vulgares usurpadores de su poder.
Para construir el ideal socialista en el Siglo XXI, como acertadamente se ha venido a denominar a las esperanzas emancipadoras en la actualidad, es preciso que las experiencias del socialismo del Siglo XX no caigan en saco roto. No estamos a inicios del XX, cuando todavía no se tenía cabal comprensión de las complejidades que significaba proponerse la construcción del socialismo. Como el propio Lenin señalaba, era mas fácil convencer a Rusia para la revolución, incluso, conquistar el poder, que socializar en la práctica. Sin dudas, de cada experiencia nacional, se podrán extraer numerosas enseñanzas, no para crear el proyecto del socialismo, sino para contribuir a que cada cual en sus condiciones particulares pueda evitar errores, escoger su propio camino y avanzar por terreno firme hacia el socialismo.
El compañero Fidel acaba de señalar, que el principal error de la Revolución Cubana, es haber creído desde sus inicios que conocía lo que era el socialismo. La práctica demostró cuán complejo es ese proceso de aprendizaje, que en nuestro caso, ha tenido como enemigo externo, el bastión principal del imperialismo internacional. Los problemas que enfrenta nuestra Revolución hoy, exigen una creatividad extraordinaria, un ejercicio crítico del pensamiento, la identificación en la interminable madeja de causas y efectos, donde están los eslabones de donde tirar primero.
El hecho de que una Revolución Socialista triunfó en un país subdesarrollado, plantea un problema muchas veces pasado por alto, el de la capacidad de la sociedad de satisfacer materialmente las necesidades de la población. Es casi obvio, que si tal revolución ocurre en países económicamente desarrollados, donde la fuerza productiva del trabajo social, ha vencido hace mucho tiempo la frontera de lo que Marx llamó, el producto necesario, una socialización de las fuerzas productivas, además de cambiar la actitud del hombre hacia el trabajo, redistribuye el pastel de la riqueza y, de forma natural, se puede asegurar la satisfacción de las necesidades racionales y ecológicamente sustentables de toda la población. Si hoy esos países se alejan de los mayores niveles de satisfacción alcanzados en el capitalismo y desmontan aceleradamente el llamado estado del bienestar, y si la pobreza asoma su rostro cada vez mas en ellos, no es un problema del paradigma tecnológico, -forma actual de desarrollo de sus fuerzas productivas-, sino una demostración mas de la vigencia de la ley de Marx sobre la acumulación capitalista, crece la potencia productiva del capital y junto a ello el pauperismo y la exclusión.
En cambio, una revolución socialista en un país subdesarrollado puede elevar el consumo de la población redistribuyendo inmediatamente parte del plusproducto de la oligarquía local, de los bienes malversados por la burocracia corrupta y aplicando otras medidas de justicia social. Pero nunca podrá distribuir lo que no produce, o consumir mas de lo que produce, si prescindimos de la significación de las relaciones económicas exteriores que pueden dar cierto margen por los créditos y la cooperación.
Pero el problema de fondo, es el de alcanzar, mediante un desarrollo acelerado el desarrollo de las fuerzas productivas, que reduzca gradualmente, hasta hacerla desaparecer, la brecha que lo separa de lo mas avanzado de su tiempo. La comprensión mecánica del modo de construir, lo que se denominó por los soviéticos como base técnico material, condujo al error de que en ella, per se, estaba la piedra filosofal del socialismo. Se desconoció el papel determinante que en su construcción desempeñaría la superestructura y que sin el descubrimiento de nuevas relaciones de producción y las formas organizativas e institucionales correspondientes, no brota la nueva actitud del hombre hacia el trabajo, condición imprescindible para lograr un trabajo mas productivo y de calidad, y junto a ello, como pensaba el Che, ver nacer el hombre nuevo, que va dejando atrás la obsesión por el dinero, como valor supremo de la sociedad anterior, y en su lugar, la promoción de nuevas formas del reconocimiento social.
Dr. en Ciencias Económicas Rafael Emilio Cervantes Martínez
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