Los ideólogos de la burguesía se empeñan en mezclar los conceptos de trabajo y trabajo asalariado. Esto es así porque pretenden hacernos creer que el único trabajo posible es el asalariado, que quien está en contra del trabajo asalariado está en contra del trabajo. Defienden que el modo de producción capitalista es ya inmutable, que se ha convertido en el modo de producción por antonomasia.
En realidad, los modos de producción son tan sólo las formas históricas de realizar un trabajo. Las formas y medios de producción varían a lo largo de la historia dando lugar a distintas relaciones de producción. La base económica es la que determina la superestructura política, ideológica y social en cada momento. Esta es la concepción materialista de la historia. La única que nos permite el estudio científico de las relaciones humanas. Trabajo y trabajo asalariado no son sinónimos. El trabajo que realiza un agricultor para sí mismo, el que hace un esclavo para su amo, el de los siervos de la gleba y el de los asalariados, son todos ellos trabajo, pero se diferencian por las distintas relaciones de producción en que se da cada uno. El trabajo por el que un sastre confecciona un traje y el trabajo por el que un grupo de hiladores, cortadores, tejedores... confeccionan ese mismo traje demuestra que un mismo trabajo puede ser individual o colectivo. El trabajo de un agricultor que sólo dispone de un arado y aperos rudimentarios y el trabajo de plantaciones con maquinaria y abonos nos muestra que el mismo trabajo puede ser realizado con distintos medios de producción. Cada una de estas formas de trabajo suponen modos, medios y relaciones de producción diferentes e históricamente determinadas. Lo único que tienen en común es que son trabajo (sin apellidos).
El trabajo es uno de los pilares del materialismo histórico. Si renunciamos a investigar cómo se ha producido en cada etapa; por qué se ha producido de esa forma y no de otra; qué repercusiones políticas, económicas y sociales ha ocasionado ese modo de producción ¿Cómo analizar entonces la historia?
Sin la base material de la producción, la historia se convierte en una amalgama de actos y fechas sin sentido o con el sentido que quieran darle los personajes de turno. El análisis marxista de la historia nos demuestra que los modos y relaciones de producción han cambiado a lo largo del tiempo. Todo sistema productivo (incluido, claro está, el capitalista) tiene un origen y un fin que viene dado por las condiciones físicas objetivas en las que tiene lugar. Los sistemas productivos cambian, pero la necesidad de trabajar permanece.
Una consecuencia de las leyes de producción es la necesidad de un orden y disciplina natural en el trabajo. Esto significa que cualquier actividad productiva que realicemos, hasta la más simple, debe seguir ciertas pautas. Cada paso debe estar en el orden adecuado, se debe utilizar la intensidad precisa, las materias primas y medios de producción adecuados... No puede empezarse la casa por el tejado, ni plantar la simiente fuera de la estación propicia, etc. Todo productor está sujeto a un orden y disciplina natural que se escapa de su propia voluntad y que le viene impuesto por las condiciones naturales en las que se ve obligado a producir.
En la medida que el trabajo se convierte en una actividad social en la que de forma voluntaria o forzada colaboran distintos productores, las necesidades de organización y disciplina naturales se hacen más complejas. Esto es así porque hay que distribuir el trabajo individual de cada persona para que forme parte armónica del proceso productivo. Es necesario que cada cual realice su tarea en el orden preciso y de la forma necesaria. Si en una construcción de un edificio los albañiles no guardan el orden y disciplina adecuados, los demás trabajadores de la construcción se encontrarán que les faltan o les sobran muros, si la falta de orden y disciplina se generaliza la construcción degenerará en un caos que la hará inviable.
Además, cada modo de producción posee unas relaciones de producción características que requieren un tipo concreto de orden y disciplina en el trabajo. En la medida en que se transforman los modos y relaciones de producción, también cambian las condiciones de orden y disciplina que se precisan. No es igual la disciplina y orden que se requiere en la comunidad primitiva, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo o en la sociedad socialista. En todos y cada uno de los modos de producción se requieren un orden y disciplina concretos y adecuados que imponen las correspondientes leyes de producción. De aquí se deduce que no es posible que se de una sociedad capitalista en la que no existan el orden y disciplina de la explotación asalariada. Igualmente, de aquí también se deduce que la disciplina y orden que requiere el trabajo asalariado pertenecen tan sólo a la etapa histórica de la producción capitalista, puesto que esta disciplina y orden del trabajo asalariado son cualitativamente distintas a la disciplina y orden que se precisan en la producción feudal o las que se dan en la sociedad socialista.
En la sociedad socialista no existe la explotación del trabajo de unas clases por otras y se tiende a la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción (proceso que culmina en la sociedad comunista). Las personas que viven en esta sociedad siguen necesitando intercambiar materias con la naturaleza para asegurar su propia existencia y la de la comunidad, es decir, en la sociedad socialista el trabajo sigue siendo algo materialmente imprescindible. Este trabajo continúa necesitando objetivamente del orden y disciplina de los productores, pero ahora son un orden y disciplina conscientes: Los trabajadores participan en las decisiones sobre la planificación económica. La producción en este caso es social y la apropiación es también social. No existe explotación del trabajo ajeno. No puede, por tanto, mantenerse una producción socialista con una organización y disciplina capitalista (tal como pretendían los revisionistas en la URSS o los actuales dirigentes chinos), pero tampoco puede mantenerse una producción socialista o comunista sin ninguna disciplina y orden (en realidad no se puede producir nada en ningún sistema económico sea este comunal o clasista sin su orden y disciplina correspondientes).
La disciplina y orden del modo de producción capitalista garantizan la explotación obrera. Buscan únicamente la obtención de plusvalía a costa del trabajo ajeno. Para ello el capitalista se ve obligado a contratar obreros. De estas concentraciones laborales surgen los grandes núcleos industriales y las grandes ciudades, lo cual da lugar a otras actividades comerciales, de servicios, etc., que también precisan gran cantidad de mano de obra asalariada. De esta forma el orden y disciplina capitalistas dan lugar a una superestructura política y social que asegura la explotación de todos los trabajadores. Pero, al mismo tiempo, la organización y disciplina asalariada suponen la agrupación y organización de un gran número de trabajadores. El propio orden y disciplina capitalistas, a la vez que sirven para explotar a los asalariados, sirven para fortalecer y preparar a la clase llamada a aniquilar la explotación.
Cuando decimos que el proletariado es la clase social que está llamada a dirigir el proceso revolucionario no es por voluntarismo o solidaridad con los explotados, lo hacemos porque su papel en el sistema de producción capitalista determina que sea la clase objetivamente más disciplinada y organizada, aquella que no tiene nada que perder en la lucha, ya que sólo posee su fuerza de trabajo.
Antorcha núm. 10, enero de 2001
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