domingo, julio 08, 2007

Sobre la crisis de superproducción.

Recientemente, bajo el título general de Textos para el debate en el movimiento revolucionario europeo (II), ha sido editada en lengua castellana una selección realizada por nuestro Partido de trabajos aparecidos en distintos números de la revista italiana Rapporti Sociali. En uno de esos trabajos (Crac bursátil y capitalismo financiero) y en otros publicados en la misma revista se expone una concepción sobre la crisis que merece la pena examinar.
Rapporti apunta en sus páginas la carencia de un análisis riguroso de los hechos económicos, en el que poder basar una estrategia de lucha revolucionaria, y lamenta la excesiva ideologización contenida en la mayor parte de las críticas que desde las posiciones de izquierda, más o menos radicales, se dirigen contra el capitalismo. Vienen a decir: os referís muy a menudo a la crisis económica capitalista y hacéis muchos aspavientos en relación con las consecuencias políticas de la misma, pero nunca os decidís a hincar el diente al meollo del problema. Y esto es necesario hacerlo, es cierto, si no queremos permanecer en terreno tan movedizo.
A los compañeros italianos debemos el que nos hayamos decidido a dar este primer paso tomando como punto de apoyo sus propios trabajos. Nosotros nos proponemos comentar aquí dichos trabajos, pero sin ánimo de polemizar. De esta manera nos iremos aproximando (aunque eso sí, críticamente) a un tema que hemos tenido abandonado durante demasiado tiempo por considerar que ya había sido aclarado y resuelto, en sus aspectos esenciales, en la teoría. Ahora Rapporti ha venido a sacarnos de este letargo, advirtiendo que las cosas no son como nosotros siempre habíamos creído que eran; o sea, vienen a decirnos que las crisis no son crisis de superproducción de mercancías, sino otra cosa muy distinta. Rapporti arremete contra esa interpretación calificándola de simplona y banal. En realidad -afirman- la crisis actual es una crisis de superproducción absoluta de capital, aclarando a continuación que superproducción de capital no equivale a superproducción de mercancías, para concluir: Todo esto (superproducción de mercancías, insuficiente consumo, desequilibrios) determina la causa de la crisis actual del mismo modo que la causa de la enfermedad de un hombre determina el hecho de que tenga fiebre o se encuentre sin fuerzas. No se trata de la existencia o no de estos fenómenos, sino de saber si ellos son la causa motriz de la crisis o sólo sus síntomas (1). Se trata, por tanto, de determinar la causa profunda de la crisis. Es claro que esa causa o fuerza motriz no es ni puede ser la superproducción de mercancías, el subconsumo o los desequilibrios en la producción, lo mismo que la producción de mercancías, ni siquiera en la sociedad capitalista, se puede explicar por la producción misma, sino que obedece a la necesidad que tienen los hombres de producirlas para poder vivir. Sin embargo, eso no impide que consideremos la producción y el intercambio de las mercancías como la base sobre la cual se asienta toda la sociedad. Y si esto es así, ¿puede considerarse una banalidad el que se ponga el acento, precisamente, en la superproducción, en el exceso de mercancías como la manifestación más clara y directa de la crisis en una sociedad constituida, además, por productores de mercancías? Nosotros pensamos que aquí no existe fetichismo alguno de las mercancías, como sugiere Rapporti, y que, por el contrario, el fetichismo consiste en ignorar esa realidad, el régimen de producción, para ir a buscar la causa o fuerza motriz de la crisis fuera del ámbito de la producción, en el dinero o las finanzas.
Cuando un individuo se alimenta con moderación, o según sus necesidades habituales, no le sucede nada extraordinario. Otra cosa muy distinta resulta cuando se atiborra a más no poder: entonces sobrevienen las vomitonas o una congestión. La causa de esta enfermedad no reside, evidentemente, en los alimentos que haya podido ingerir, sino en la gula de tal individuo. ¿Dejaremos por este motivo de establecer como causa directa o inmediata de la crisis el atracón? Diagnosticaremos: crisis por sobredosis de manitas de cerdo, sin entrar a considerar las causas profundas, los motivos espirituales o emocionales que hayan podido inducir al susodicho individuo a cometer tales excesos. Bueno, pues algo parecido ocurre cuando hablamos de la crisis de superproducción, con la diferencia de que, en este caso, lo que realmente sucede es que el propio sistema capitalista impide que la sociedad pueda consumir todo lo que produce. De ahí la crisis. Pero que la causa de esto no proviene de las mercancías producidas, ni de la incapacidad para consumirlas, sino de la constitución de la sociedad que las ha producido y que luego no las puede consumir, es decir, del modo de producción y reproducción de la vida material, no debe cabernos ninguna duda. Si analizamos el problema desde este punto de vista nos daremos cuenta de que, efectivamente, la superproducción, el subconsumo, la anarquía, etc., no son más que los efectos, la forma en que se manifiesta la crisis. Sobre este particular estamos completamente de acuerdo con Rapporti. Nuestra diferencia consiste en que, mientras por su parte sostienen que la causa verdadera de la crisis se halla en la superproducción absoluta de capital y que, por consiguiente, es ahí donde se debe indagar para dejar definitivamente zanjado este problema, nosotros consideramos que esa búsqueda no puede reportar ningún resultado positivo y, además, impide abordar la cuestión fundamental que está en la base de una explicación científica de la causa profunda de la crisis.
Por lo demás, ha de quedar claro que, si bien es cierto que existe una relación muy estrecha entre crisis económica, crisis de superproducción y superproducción de capital, dichos términos no son sinónimos. Entre la crisis económica y la crisis de superproducción hay una diferencia material, objetiva, y también, como es lógico, conceptual. Las crisis económicas pueden ser sectoriales, por ejemplo, en tanto que las crisis de superproducción, como el mismo término indica, afectan a todos los sectores económicos y a la vida social. Los dos tipos de crisis son económicas, pero no toda crisis económica lo es de superproducción. De igual modo se podría decir que, así como toda crisis de superproducción implica superproducción de capital, el término superproducción no se refiere únicamente al capital, sino que dicho concepto abarca o lleva implícita también la superproducción de mercancías, de tal forma que esta crisis podría ser denominada igualmente -como de hecho lo hacen frecuentemente los clásicos del marxismo- como crisis general de superproducción.
El marxismo no reconoce, no identifica, ningún otro tipo de crisis; no establece ningún otro rasgo o carácter especial de la crisis capitalista que debamos tener ahora en cuenta. Si en los textos de Marx se plantea algunas veces la superproducción absoluta de capital la razón no es otra sino la necesidad o exigencia del análisis. Marx plantea la superproducción absoluta como límite teórico al cual tiende el capital, lo cual tiene muy poco que ver con la idea sobre la imposibilidad de valorización de la plusvalía o del capital monetario y la crisis asociada al mismo que Rapporti dice haber descubierto en el análisis de Marx. Si esto resulta un disparate como explicación de la causa, más aún lo será tomarlo como base o fuerza motriz de la crisis general de todo el sistema, para lo que haría falta considerar otros muchos factores no sólo económicos, sino también sociales, políticos, ideológicos o superestructurales.

I

Pero, ¿qué es la crisis económica capitalista, cómo se produce, cuáles son sus causas? Veamos a continuación cómo enfoca este problema Rapporti Sociali:
Los años sesenta, y de manera todavía más masiva los años setenta, han estado en efecto caracterizados por una acumulación creciente de capital que no retornaba al ciclo productivo, sino que se mantenía en su forma monetaria.
Esto fue un efecto de la crisis de superproducción de capital que comenzó durante esos años. Por superproducción de capital se entiende la situación en la cual la plusvalía producida en un ciclo de valorización es superior a la que puede ser empleada con ganancias.
Luego, en la nota complementaria a este pasaje, podemos seguir leyendo: se trata de una masa de moneda que busca valorizarse sin entrar en el proceso productivo, que no es reabsorbida en los ciclos de valorización (2). Toda la exposición que hace Rapporti en relación con la crisis está basada en esa idea acerca de la imposibilidad de valorización del capital que sus redactores explican a partir de la desproporción que se produce entre la oferta de capital monetario y una demanda reducida de nuevos medios de producción y de bienes de consumo. De aquí extraen la conclusión de que uno de los rasgos más destacados del capitalismo en el momento actual consiste en inflar el empleo financiero del capital. Este inflamiento ha conducido a tales extremos que hoy día, sigue Rapporti, en todas las empresas, las actividades financieras (operaciones de cartera) pasan a ser el regulador de la vida de las empresas (3). La misma tesis se vuelve a exponer, más desarrollada, en otro lugar: al comienzo, el capital excedente es una cantidad de dinero que se añade al dinero ya operante en los circuitos y aumenta gradualmente su flujo. Después, en la medida en que aumenta, pasa a ser la parte dominante y dirigente, la que determina, según su naturaleza, las actividades, los movimientos y también el destino del resto (4). Esta sería, a decir de Rapporti, una manifestación característica de la crisis de superproducción absoluta de capital, la misma característica que ellos, para no ir más lejos, atribuyen a la crisis actual del sistema capitalista. Es de esta manera como aseguran que se ha ido levantando lo que denominan la superestructura del capitalismo, el capitalismo financiero: un edificio que de piso en piso se eleva cada vez más alto ocultando cada vez más los rellanos, todo lazo con la producción mercantil (5). Bien es verdad que al final de su exposición los redactores de Rapporti parecen tener un momento de lucidez y se dan cuenta del absurdo edificio que han levantado, pero ya es tarde para rectificar. Han llevado tan lejos su razonamiento que no pueden hacer otra cosa que dedicarse a buscar a quienes atribuir todas las quimeras y especulaciones intelectuales, hasta la negación... de las bases sobre las que todo el edificio reposa. Su posición, pues, no puede ser más patética. Ellos mismos, como acabamos de ver, han elevado una quimérica superestructura, ignorando el entronque realmente existente entre el capital industrial y el capital financiero; que toda esa especulación que nace o se deriva de él no es más que una consecuencia de la crisis, un globo que, efectivamente, se infla y se desinfla con la misma crisis que lo ha creado, y que, en fin, en la etapa actual de desarrollo monopolista la única y verdadera superestructura del capitalismo no está formada por el capital financiero y los especuladores en Bolsa, sino por el Estado imperialista, por los milicos, los jueces, la policía, los carceleros, la prensa venal, los filósofos, los economistas y otros intelectuales y tragaldabas que se dedican a ocultar o adornar con flores semejante basurero.
Del hecho claro e indiscutible para todo marxista de que el capital financiero constituye hoy día el sector dirigente de la economía no se deduce, como lo hace Rapporti, que sea al mismo tiempo el sector determinante, y menos aún el sector regulador de las empresas. Eso equivale a atribuir al capitalismo una capacidad de control que en modo alguno posee. Ese papel corresponde al mercado y a la crisis. No debe extrañarnos que en su esquema el capital monetario, tras perder la batalla por insertarse en el proceso de producción donde revalorizarse, aparezca convertido como por arte de birlibirloque, sino en la base de sustentación de la totalidad del capital (cosa realmente inimaginable), sí, al menos, en la fuerza motriz que lo condiciona en todos sus movimientos y lo lleva finalmente a la ruina. Desde luego, a nadie en su sano juicio se le puede haber ocurrido una idea tan descabellada, pero es, precisamente, lo que se deduce de forma muy lógica de todo el planteamiento que hace Rapporti. El que hayan arremetido contra esa misma idea en cuanto la han visto aparecer en su forma más acabada, anatemizándola, no les ha impedido seguir adelante. Esa concepción es muy coherente con la tesis de la superproducción absoluta de capital que Rapporti identifica como causante de la crisis. Pero nosotros no acabamos de entender cómo, de qué manera, puede ser ni siquiera utilizada en este caso la noción misma de capital, es decir, cómo puede hablarse de capital prescindiendo de sus movimientos y sin poner en el centro de todo su proceso el momento de la valorización, de la producción.
Rapporti se refiere confusamente en su fórmula D-M-T-M'-D' (Dinero-Mercancía-Trabajo-más Mercancía-más Dinero) a los tres movimientos que realiza en su ciclo el capital industrial, pero nos deja con dos palmos de narices mostrando tan sólo, y con todo lujo de detalles, la fase en la que el capital se queda estancado en su forma monetaria. Nos quedamos sin saber qué ha sucedido en la fase anterior del ciclo, lo que resulta de gran ayuda para poder revelar este misterio que nos traemos entre manos. O sea, no sabemos cómo han podido las mercancías convertirse de nuevo en dinero en medio de la crisis, cómo se ha realizado la plusvalía contenida en ellas sin que, al parecer, les preocupe lo más mínimo este otro problema. Esto sucede, naturalmente, porque de tenerlo en cuenta se verían obligados a considerar la cuestión de la superproducción de mercancías y la no menos importante cuestión de la superpoblación relativa y, como se comprenderá fácilmente, ésas son categorías económicas que no entran en su análisis. No obstante, con ser importantes esas dos cuestiones, todavía lo es más la que se refiere a la fase del ciclo económico donde se crea el valor, es decir, el momento de la producción. Ante esa fase y sobre la superproducción de los medios de producción (de la parte de capital fijo dedicada a las máquinas, edificios, materias primas, etc.) Rapporti pasa de puntillas. Ciertamente, todo eso no deja de ser una minucia, una banalidad, ante el edificio que ellos han levantado. Pero para nosotros resulta de lo más importante a la hora de analizar la crisis y sus causas.
Sabemos que sin circulación, es decir, sin la transformación de las mercancías en dinero y sin la transformación inversa del dinero incrementado en nuevas mercancías, sería inconcebible la producción capitalista, pero también sabemos que la fase del ciclo en la que el capital adopta la forma de capital productivo es la más importante y decisiva, puesto que es aquí, precisamente, donde se opera la producción de las mercancías, del valor y de la plusvalía; es aquí donde tiene lugar la explotación y donde se genera la lucha que enfrenta al proletariado con la burguesía. El capital industrial es la única forma de existencia del capital en que la función de éste no sólo es la apropiación de la plusvalía o del producto excedente, sino también su creación. Este capital condiciona, por tanto, el carácter capitalista de la producción; su existencia lleva implícita la contradicción de clase entre capitalistas y obreros asalariados (6).
Es claro a todas luces que el capital monetario o financiero no puede condicionar la marcha de la economía ni aún en los peores momentos de la crisis, si bien, como superestructura, y dentro de su ámbito de autonomía respecto al capital industrial, puede influir y de hecho influye en ella, según los casos y las circunstancias, acelerando o conteniendo el proceso de crisis y de la decadencia del sistema. No obstante, lo realmente decisivo, el factor o la fuerza motriz de la crisis y de la bancarrota del capitalismo no está constituida por esa ni por ninguna otra superestructura. Se encuentra en la base de la sociedad.

II

La superproducción y la crisis son fenómenos propios del sistema capitalista que aparecen con la gran industria y la producción ampliada, y aunque, como hizo notar Marx, ya antes se hallaban presentes como posibilidad en la producción simple y en la circulación, es en el capitalismo cuando se hacen necesarias e inevitables como consecuencia de las contradicciones del propio sistema. La superproducción o exceso de capital aparece vinculada a un exceso de fuerza de trabajo, a la formación de la llamada superpoblación relativa, y ambos fenómenos son a la vez causa y resultado de la acumulación y concentración del capital. Este proceso se acelera con la creciente productividad del trabajo social.
La producción capitalista exige procesos de trabajo e inversiones de capital cada vez mayores. La caída relativa de la cuota de la ganancia que resulta de ello, al incrementarse de forma más acelerada (de la suma total de capital invertido) la parte del capital constante en relación con la parte del capital variable no impide, sin embargo, el incremento del capital variable ni, consiguientemente, el aumento de la ganancia del capital. Al contrario: El mismo desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social, las mismas leyes que se traducen en la baja relativa del capital variable con respecto al capital total y el consiguiente ritmo acelerado de la acumulación [...] este mismo desarrollo se traduce en el aumento creciente de la fuerza de trabajo total empleada y el continuo aumento de la masa absoluta de plusvalía, y por consiguiente, de la ganancia (7). Ahora bien, a medida que se incrementa la composición orgánica del capital y los obreros son reemplazados por las máquinas, hace falta cada vez más capital total para poder mover la misma cantidad de fuerza de trabajo que antes y absorber la misma masa de trabajo sobrante. Es así como en la misma medida en que se desarrolla la producción capitalista se va creando una masa de población obrera relativamente sobrante. Esto sucede, tal como acabamos de ver, no porque disminuya la capacidad productiva del trabajo social, sino porque aumenta; sucede también, no por una desproporción absoluta entre el trabajo y los medios de existencia o los medios destinados a producirlos (la desproporción o disminución del porcentaje de capital destinado a recorrer el ciclo D-M-T-M'-D'), sino por una desproporción nacida de la explotación capitalista del trabajo, la desproporción entre el aumento progresivo del capital y su necesidad relativamente decreciente de la población obrera sobrante(8).
La primera manifestación de la crisis económica se presenta cuando las mercancías no encuentran salida por haber sido producidas en mayor cantidad de la que pueden ser consumidas. Los stocks de mercancías sobrantes abarrotan los almacenes, los capitalistas reducen la producción y despiden a cientos de miles y a millones de obreros. La imposibilidad de vender las mercancías trastorna el comercio. Los fabricantes padecen una verdadera penuria de dinero para hacer frente a los pagos. En las Bolsas se desencadena la bancarrota: la cotización de las acciones y demás títulos de valor cae por los suelos. Se produce una avalancha de quiebras de empresas industriales, de sociedades comerciales y de entidades de crédito.
Las crisis de superproducción tienen un carácter cíclico. El ciclo es el período que media entre el final de una crisis y el comienzo de la siguiente y abarca, por término medio, de 8 a 10 años. En el ciclo se suceden las fases de crisis, depresión, reanimación y auge. No entramos a considerar aquí las nuevas características que presenta la crisis general del capitalismo ni los mecanismos de que se ha ido dotando el sistema para hacerle frente, adaptarse a ella y limitar algunos de sus efectos más devastadores. El estudio que sobre este particular nos ofrecen los compañeros de Rapporti nos ha parecido de lo más riguroso e interesante, por lo que sugerimos a los camaradas y demás lectores que no lo echen en saco roto.
Es claro que en esa exposición que hemos esbozado no queda explicada la crisis, sino tan sólo la forma de manifestarse. Para comprender la crisis se hace necesario, ante todo, analizar su causa, es decir, no sólo el fenómeno de la superproducción, sino también la contradicción fundamental del sistema capitalista, que es que la genera y la provoca. Esta exigencia nos obliga a tener que recurrir más de una vez a C. Marx que fue, como es bien sabido, el que reveló por primera vez éste y todos los demás misterios que encerraba la economía política.
Toda la controversia en torno a si la superproducción es posible y necesaria desde el punto de vista del capital, gira alrededor de si el proceso de valorización del capital en la producción pone directamente su valorización en la circulación, de si su valorización puesta en el proceso de producción es su valorización real. Los economistas clásicos, principalmente Ricardo y Sismondi, no rebasaron el límite de la valorización del capital a la hora de analizar el problema de la superproducción, si bien como el mismo Marx hace notar a continuación del pasaje que acabamos de citar, comenzaron a intuir algunas de las contradicciones que la originan y sus consecuencias inevitables: Naturalmente, también Ricardo tiene una sospecha de que el valor de cambio no es valor al margen del intercambio y sólo se preserva como valor a través del intercambio; pero considera fortuitas las barreras con que tropieza la producción, barreras a las que se supera. Por tanto incluye la superación de esas barreras en la esencia del capital [...] mientras que Sismondi, por el contrario, no sólo subraya el encuentro con esas barreras, sino la creación de las mismas por el propio capital [...] las cuales Sismondi vislumbra que tienen que llevar a la ruina del mismo [...] Por lo demás, Ricardo y toda su escuela nunca comprendieron las verdaderas crisis modernas, en las cuales esta contradicción del capital se descarga en grandes borrascas que cada vez lo amenazan más como base de la sociedad y de la producción misma (9).
He ahí expuesto, en muy pocas líneas, el conjunto de factores que confluyen en este importante problema, así como los distintos enfoques e interpretaciones que han hecho de ellos, antes incluso de Marx, los economistas clásicos. Más adelante volveremos de la mano de Rapporti a esa teoría que, no obstante el análisis marxista, parte de la misma concepción acerca de la superproducción y la crisis, haciéndola girar en torno a la valorización.
La creación de plusvalía plantea, efectivamente, al capital la necesidad de ampliar constantemente y en la misma proporción la esfera de la circulación, ya que la plusvalía creada en un punto demanda la creación de plusvalía en otro. De lo contrario, si la plusvalía recién creada no puede convertirse inmediatamente en capital (y esto sólo puede hacerlo mediante el intercambio con el trabajo vivo) se mantiene sólo bajo la forma de dinero, como posibilidad de nuevo capital. Al no poder entrar en el ciclo productivo donde habría de valorizarse (al no poderse intercambiar por trabajo vivo, medios de producción, etc.) la nueva plusvalía tenderá a gravitar sobre el capital en funciones, concurrirá, en primer lugar, en los canales del crédito y del capital financiero donde tienen más fácil acceso, inflándolo hasta el extremo de provocar más de un estallido en el sistema. Sin embargo, esto no convierte a esa parte del capital en el factor determinante de la economía ni del proceso productivo y, consiguientemente, las perturbaciones que provoca no pueden ser la causa de la crisis y bancarrota del sistema. Todo eso sólo demuestra un desajuste más o menos prolongado debido a los desequilibrios y a la anarquía que dominan en la producción, desequilibrios que el mismo sistema se encarga de corregir mediante la crisis y la destrucción masiva de capital. No es por casualidad que los primeros en caer durante la crisis sean, precisamente, los pequeños accionistas y demás poseedores de títulos de valor.
No obstante, esas pérdidas suponen siempre una mínima parte en relación con las que ocasiona la crisis a la industria, principalmente en lo que se refiere a la reducción de su capacidad productiva y a la destrucción de mercancías y de medios de producción. Pero esto no sucede porque exista una masa de capital monetario que no puede ser invertida en forma rentable, sino por un exceso de mercancías producidas que no encuentran salida en el mercado y por un exceso de medios de producción; sucede porque el mercado se muestra demasiado reducido, incapaz de absorber toda la producción y, por tanto, falta también una demanda para la inversión productiva con ganancia, razón por la cual una parte de la plusvalía queda paralizada o retenida en forma monetaria, no puede volver al ciclo productivo ni valorizarse en las condiciones normales del proceso de producción. De ahí que tienda a convertirse en un nuevo factor añadido a los otros muchos que durante la crisis presionan y empujan al capital viejo o en funciones a desvalorizarse.
La agravación del problema de los mercados es una de las principales características de la época del monopolismo, por cuanto conduce a la paralización crónica de numerosas empresas y al paro forzoso permanente de una masa cada vez más numerosa de obreros fabriles y de otros muchos asalariados. La reducción drástica de la producción limita enormemente las posibilidades de renovación y ampliación del capital fijo, lo cual dificulta el que se pueda iniciar una nueva reactivación económica, es decir, el que la economía pueda pasar de la fase recesiva del ciclo a la de reanimación y auge. En el mismo sentido de profundizar la crisis actúa el paro crónico y más aún el continuo incremento del mismo, ya que de esa manera se vienen a reducir cada día más las ventas de artículos de consumo. Todo esto conduce a una prolongación y agravación de la crisis y a que, finalmente, la burguesía monopolista y financiera y sus Estados no vean otra salida a la situación que el rearme y la guerra.

III

Hace ya muchos años que esa misma tesis, que trata de explicar la crisis a partir de la imposibilidad de valorización debida a una supuesta superproducción absoluta de capital, fue debatida entre nosotros sin que entonces pudiéramos llegar a ninguna conclusión. No obstante, algo quedó grabado en la memoria de aquella discusión (lamentablemente nada escrito). Por este motivo, al verla aparecer de nuevo expuesta en los cuadernos de Rapporti, nos ha causado cierta desazón.
Lo primero que se nos ocurre decir de quienes defienden esa tesis -por la experiencia que ya tenemos- es que han oído repicar campanas pero no saben dónde. Para una más amplia información sobre estos temas, Rapporti nos remite al número 0 de su revista y al concepto de superproducción que aparece expuesto en El Capital, Libro III, capítulo 15. Pero a poco que reparemos en dicho capítulo nos daremos cuenta que no es sino la conclusión de otros dos capítulos anteriores que forman (los tres) la Sección Tercera del mismo libro dedicada íntegramente al estudio de la Ley de la tendencia decreciente de la cuota de la ganancia. En esa sección Marx no se propone analizar otra cosa. Lógicamente, para ello tiene que estudiar el comportamiento del capital, la acumulación, su concentración (la elevación de su composición orgánica), las causas que contrarrestan dicha tendencia, etc., para llegar finalmente al susodicho capítulo número 15 donde, efectivamente, aborda la cuestión de la superproducción absoluta de capital. Pero aun así, si Marx habla en ese capítulo de la superproducción absoluta, es para mostrar el desarrollo de las contradicciones internas de la ley a que ya hemos hecho referencia. ¿Cómo podría dejar escapar la oportunidad que le brinda la Sección Tercera para exponer la causa de la crisis y del derrumbe de todo el sistema sin dedicarle a esta cuestión al menos un capítulo? Resulta realmente incomprensible tanto descuido:
Las condiciones de la explotación directa y las de su realización -escribe Marx en el capítulo 15 del Libro III (Sección Tercera)- no son idénticas. No sólo difieren en cuanto al tiempo y al lugar, sino también en cuanto al concepto. Unas se hallan limitadas solamente por la capacidad productiva de la sociedad, otras por la proporcionalidad entre las distintas ramas de la producción y por la capacidad de consumo de la sociedad. Pero ésta no se halla determinada ni por la productividad absoluta ni por la capacidad absoluta de consumo, sino por la capacidad de consumo a base de las condiciones antagónicas de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo susceptible de variación sólo dentro de límites muy estrechos. Se halla limitada, además, por el impulso de acumulación, por la tendencia a acrecentar el capital y a producir plusvalía en escala ampliada [...] Cuanto más se desarrolla la capacidad productiva, más choca con la angosta base sobre la que descansan las condiciones del consumo. Partiendo de esta base contradictoria no constituye en modo alguno una contradicción el que el exceso de capital vaya unido al exceso creciente de población, si bien combinando ambos factores la masa de plusvalía producida aumentaría, con ello se acentúan al mismo tiempo las contradicciones en que esta plusvalía se produce y las condiciones en que se realiza [...] la llamada plétora de capital se refiere siempre, esencialmente, a la plétora de capital en el que la baja de la ganancia no se ve compensada por su masa -y éstos son siempre los exponentes del capital reciente, de nueva creación- o a que la plétora que estos capitales incapaces de desarrollar una acción propia ponen, en forma de crédito, a disposición de los dirigentes de las grandes ramas comerciales. Esta plétora de capital responde a las mismas causas que provocan una superpoblación relativa y constituye, por tanto, un fenómeno complementario de ésta, aunque se muevan en polos contrarios: uno, el del capital ocioso y el otro el de la población obrera desocupada. A continuación Marx aclara: La superproducción de capital, no de mercancías sueltas -aunque la superproducción de capital implique siempre superproducción de mercancías- no indica, por tanto, otra cosa que superacumulación de capital. Para comprender lo que es esta superacumulación [...] basta enfocarla en términos absolutos. ¿Cuándo tendremos una superproducción absoluta de capital? Tan pronto como el capital adicional para los fines de la producción capitalista sea = 0 [...] Es decir, tan pronto como el capital acrecentado sólo produjese la misma masa de plusvalía o incluso menos que antes de su aumento, se presentara una superproducción absoluta de capital. Repárese en que aquí Marx no está tratando de demostrar la superproducción absoluta de capital (que es, probablemente, lo que ha podido inducir a confusión a los que defienden dicha tesis), sino una de las contradicciones que se derivan de la tendencia decreciente de la cuota de la ganancia (la superacumulación). A tal fin ha recurrido a un supuesto, analizando el problema en su forma pura para acabar de demostrar la ley. Dice: para comprender lo que es esta superacumulación [...] basta enfocarla en términos absolutos. Repárese también en que Marx se está refiriendo al capital acrecentado, o sea, no a la totalidad del capital; a que tan pronto como esta parte del capital no produjera la misma masa de plusvalía o incluso menos que antes de su incremento. Más adelante aclarará que aún bajo este supuesto extremo de que aquí partimos, la superproducción absoluta de capital no es ninguna superproducción absoluta en general, ninguna superproducción absoluta de medios de producción. Es, simplemente, una superproducción de medios de producción en cuanto se destinan a funcionar como capital [...] Pero será, a pesar de todo, superproducción porque el capitalismo no se hallará en condiciones de explotar el trabajo en un grado de explotación condicionado por el desarrollo 'sano', 'normal' del proceso de explotación capitalista. Como se ve, Marx vuelve a plantear de nuevo el problema en términos reales; es decir, habla no de superproducción absoluta, sino de superproducción, y lo hace, además, no refiriéndose al capital monetario o financiero, sino a los medios de producción y a las condiciones de explotación del trabajo. Esto se evidencia igualmente cuando a renglón seguido, en una aparente contradicción consigo mismo, dice: El capital está formado por mercancías, razón por la cual la superproducción de capital envuelve también la superproducción de mercancías. De ahí el peregrino fenómeno de que los mismos economistas que niegan la superproducción de mercancías reconozcan la de capital (10).
Los defensores de la tesis que estamos debatiendo encubren o dejan de lado las contradicciones inherentes al régimen de producción capitalista para ofrecernos un refrito ecléctico-economicista sobre la crisis y su causa, en el que lo único que resalta es su aspecto aritmético o de ingeniería financiera. Por este motivo hemos considerado necesario mostrar la verdadera concepción de Marx, de la que aseguran haber extraído su tesis. De esta demostración se desprende claramente que a la hora de abordar el fenómeno de la crisis Rapporti no sólo se ha olvidado de los medios de producción, del proceso de trabajo, de las mercancías y de la población trabajadora, sino también -lo que resulta más importante- de la contradicción fundamental de sistema que enfrenta a las fuerzas productivas con las relaciones de producción.
No han comprendido que ni la desproporción entre los distintos sectores económicos, ni el problema de la valorización, ni el subconsumo, ni la superproducción misma que todo eso origina pueden explicar la crisis, puesto que, como ya indicara por su parte Lenin en su refutación del romanticismo económico, las crisis son provocadas por una contradicción más profunda y fundamental del actual sistema económico: la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación; no han comprendido que tanto el problema de la valorización del capital como la tendencia ilimitada a la expansión de la producción tropiezan con un obstáculo que no guarda la menor relación con la producción de riqueza en cuanto tal, un obstáculo peculiar que acredita precisamente la limitación y el carácter puramente histórico, transitorio, del régimen capitalista de producción; no han comprendido que no se trata tanto de saber que se produce demasiada riqueza, como de que se produce demasiada riqueza bajo sus formas capitalistas, antagónicas. No comprenden, en fin, que todo su planteamiento está basado en una concepción anticientífica del propósito de la economía política que, como apunta Lenin en el mismo trabajo que hemos citado más arriba, no es, de manera alguna, como se dice frecuentemente, la producción de valores materiales (éste es el objeto de la tecnología), sino las relaciones sociales entre los hombres en el proceso de producción (11). La teoría que sostiene Rapporti explica la superproducción y la crisis por las dificultades que encuentra el capital para revalorizarse, dificultades derivadas de la producción, pero que, sin embargo, hallan una salida fuera de la producción (el famoso edificio), en tanto que nosotros estamos analizando el problema a partir de la producción y de las contradicciones que se dan y se originan a partir de la producción misma, considerándolas como expresión de relaciones sociales. Esto es muy necesario resaltarlo, ya que si se ignoran las relaciones de producción se puede intentar fundamentar la posibilidad de un cambio revolucionario al margen o independientemente de estas relaciones; o sea, tal como siempre lo han hecho los revisionistas y socialdemócratas: se está ignorando también la función de las clases y de sus luchas en la historia, a no ser que consideremos como tal lucha de clases, o como fuerza motriz, la lucha de banderías que está teniendo lugar entre las distintas fracciones de la burguesía por el reparto del botín.
Que Rapporti no acaba de entender el fondo de esta cuestión tan fundamental de la teoría marxista-leninista lo evidencia, además, su insistencia en lo que califican como carácter colectivo de la economía monopolista. Esto le lleva a confundir a las fuerzas productivas (cuyo carácter social nadie puede poner en duda) con la producción social, de la que, en virtud del nuevo carácter colectivo (privado) que ha adquirido la propiedad y la apropiación capitalista en la fase monopolista de su desarrollo, la burguesía está excluida.
No se trata, pues, al menos para nosotros, de negar dicho nuevo carácter, sino de ponerlo al descubierto con todo lo que él implica, evitando así que a la hora de analizar la crisis de este sistema y sus causas quede todo reducido a una cuestión de números y de factores económicos. Se trata, en fin, de mostrar que los factores materiales de la sociedad y, por tanto, también de la revolución, se asientan en el modo de producción y de apropiación de lo producido, el cual está constituido por dos elementos fundamentales interdependientes: las fuerzas productivas y las relaciones de producción, que son, justamente, las que tenemos que cambiar.

Notas:

(1) La crisis actual: crisis de superproducción de capital, Rapporti Sociali núm. 0, septiembre de 1985.
(2) Crac bursátil y capitalismo financiero, Rapporti Sociali núm. 1, febrero de 1988.
(3) Ibidem
(4) Ibidem.
(5) Relación de capital, Rapporti Sociali núm.2, noviembre de 1988, núm.3, marzo de 1989 y núm.4, julio de 1989.
(6) Carlos Marx: El Capital, tomo II.
(7) Carlos Marx: El Capital, tomo III.
(8) Ibidem.
(9) Carlos Marx: Grundrisse, tomo I.
(10) Carlos Marx: El Capital, tomo III.
(11) Lenin: El romanticismo económico.

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