Es común la afirmación en algunos círculos de intelectuales "de izquierda", y entre trabajadores golpeados por las derrotas del pasado que tuvieron la desgracia de caer bajo su influencia, de que las actuales condiciones de vida y de trabajo "diluyen" la conciencia de la clase obrera y le impiden jugar un papel dirigente en la lucha por el socialismo. Dicen que esto se debe a los cambios tecnológicos introducidos en el proceso productivo, que han diezmado a la clase obrera industrial, por la "tercerización" (externalización) de los procesos productivos, el aumento de la precariedad del empleo y la pérdida de conquistas básicas; que tienden a atomizar y "desestructurar" a la clase obrera.
¿Es la clase obrera "débil"?
Lo primero que tenemos que decir es que la clase trabajadora constituye la mayoría aplastante de la sociedad. En Argentina, los trabajadores asalariados forman el 73% de la población activa. Pese al retroceso experimentado por la clase obrera en sus condiciones de trabajo, las relaciones sociales de producción capitalistas siguen siendo las mismas que hace 20, 50 ó 100 años: los trabajadores (trabajen en empresas grandes o pequeñas, "en blanco" o "en negro", sean tercerizados o no, o figuren como "autónomos") se ven obligados a vender su fuerza de trabajo, a trabajar para un patrón por un salario, se les extrae plusvalía y son explotados.
Pese a todos los cambios introducidos en el proceso productivo y la disminución cuantitativa de los obreros en las fábricas (ya prevista por Marx), la clase obrera sigue siendo la columna vertebral sobre la que descansa la estructura económica capitalista, y sigue monopolizando la capacidad para que todo el sistema productivo, de transporte y de administración de la sociedad funcione (o no) cada día.
El carácter "forzado" del trabajo asalariado (trabajar obligatoriamente para otro para poder vivir) se mantiene. Y este es, precisamente, el punto de arranque de la oposición obrero-patrón y del proceso de toma de conciencia que permite a los trabajadores comprender los intereses de clase opuestos entre ellos y los empresarios.
Por eso el capitalismo sólo puede conjurar la lucha de clases durante un largo período, si suaviza las contradicciones de clase entre obreros y capitalistas, reforzando las ilusiones y la confianza de la clase obrera en el sistema. Sin embargo lo que estamos viendo es lo opuesto: un aumento de las contradicciones sociales, con el empeoramiento creciente de las condiciones de vida, que han desatado una auténtica explosión de la lucha de clases en América Latina, expresada en levantamientos revolucionarios y en procesos electorales con un marcado giro a la izquierda.
Análisis ajenos a la lucha de clases
Este crudo "determinismo económico" (que nos dice que cuando las condiciones de vida son malas la clase obrera no puede luchar, pero que cuando son buenas tampoco) es ajeno a la realidad viva de la lucha de clases. Es verdad que el empeoramiento de las condiciones laborales sumado al cuadro recesivo de la economía, actuaron durante mucho tiempo como un freno a la lucha. A esto debemos añadir la bancarrota de la dirección sindical que abrazó como nunca antes la colaboración de clases. Los trabajadores son realistas. En estas condiciones, comenzaron a buscar soluciones individuales a sus problemas, aceptando la tiranía de los empresarios.
Pero los trabajadores no son un factor muerto (como las máquinas) en la estructura económica capitalista, sino un factor vivo. Pueden tolerar durante un tiempo (particularmente en las situaciones más desfavorables) retrocesos en sus condiciones de trabajo. Pero esto tiene el efecto de ir acumulando bronca, rabia y frustración hasta que llega un punto en que los trabajadores dicen: ¡Ya Basta!. Ahora vemos el inicio de una reacción por parte de la clase obrera, reflejada en una oleada de huelgas, en Argentina y a nivel internacional.
Es indudable el cambio experimentado en el ánimo de la clase obrera argentina en los últimos dos años, estimulado por el cambio del ciclo económico y el aumento de su confianza en sí misma tras años de retrocesos. El año pasado registró la mayor conflictividad laboral de los últimos 15 años. También estamos viendo el protagonismo creciente en las luchas de los trabajadores precarizados, como los "tercerizados", exigiendo mejores condiciones de trabajo. Aquellas condiciones que, durante un tiempo, fueron utilizadas para dividir y enfrentar a los trabajadores, ahora se transformaron en su contrario y actúan de estímulo para salir a luchar y exigir iguales condiciones que los demás trabajadores de la misma empresa o lugar de trabajo.
Una perspectiva socialista
Las viejas conquistas del pasado fueron obtenidas en una etapa concreta de desarrollo económico capitalista, después de la 2ª Guerra Mundial, basada en el pleno empleo y en un desarrollo ininterrumpido de las fuerzas productivas. Pero esa época pasó a la historia. Actualmente, el capitalismo ya no puede desarrollar las fuerzas productivas de la misma manera que en el pasado. Hay una crisis de sobreproducción de mercancías, que también se manifiesta bajo la forma de sobrecapacidad productiva instalada en las fábricas y empresas, que limita este desarrollo. La imposibilidad de mantener las viejas conquistas de la clase trabajadora (salarios dignos, empleo estable, jubilaciones decentes, etc), no es más que una manifestación de dicha crisis.
El cambio regresivo en las condiciones laborales experimentada por los trabajadores en todo el mundo es una demostración de la decadencia y del papel reaccionario del sistema capitalista y de que la situación objetiva ya está madura para una transformación radical de la sociedad.
Por eso, los socialistas revolucionarios debemos explicar a los trabajadores que bajo el capitalismo nada es seguro ni permanente, que lo que hoy nos dan con una mano mañana intentarán sacárnoslo con la otra. Y que, mientras que debemos luchar por cada demanda y conquista que suponga un paso adelante en nuestras condiciones de vida y de trabajo, los trabajadores también debemos dar la lucha política, la lucha por la completa transformación de la sociedad en líneas socialistas, de que sólo con la propiedad colectiva y el control democrático de las fuerzas productivas en manos de la clase trabajadora, que somos la inmensa mayoría de la sociedad, podremos asegurar condiciones de vida y de trabajo auténticamente humanas para todos, para liberarnos los trabajadores de la esclavitud física y espiritual del sistema de trabajo asalariado, sustentado en la propiedad privada creada por el capitalismo.
Aníbal Montoya
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