El capitalismo en la encrucijada
El final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, gracias a la victoria aplastante de los soldados del Ejército Rojo sobre las tropas nazis en el frente oriental, lejos de abrir un período de estabilidad para el capitalismo, liberó las fuerzas de la revolución socialista en Europa y en Asia.
En China, la tarea fundamental para los imperialistas en esta nueva etapa no era tomar posesión de las regiones ocupadas por los japoneses, sino restaurar el orden social que había sido destruido en las zonas bajo control guerrillero. Era necesario desarrollar una verdadera contrarrevolución social y política en las zonas dirigidas por el PCCh. El imperialismo estadounidense, animado por anteriores experiencias de colaboración con dirigentes estalinistas, intentó implicar a los dirigentes maoístas en dicha tarea y su invitación fue aceptada.
Chiang Kai-shek envió entre el 14 y el 23 de agosto de 1945 tres telegramas convocando a Mao a las reuniones de negociación en Chungching. El PCCh decidió implicar a sus máximos dirigentes en esta empresa: Mao Tse-tung, Chou En-lai y Wang Yuo-fei. El embajador norteamericano en China, Patrick J. Hurley, fue aceptado por ambas partes como mediador.
Los propósitos de EEUU y el Kuomintang quedaron claros desde el primer momento de la rendición japonesa. Chiang ordenó a Chu Teh mantener paralizado al VIII ejército y no emprender la ocupación de las zonas controladas por los japoneses. Al mismo tiempo, acordó con los generales nipones, al mando de 1.238.000 soldados que todavía permanecían en China, que se rindieran solamente a las fuerzas del Kuomintang, y que aseguraran mientras tanto el orden social en las zonas ocupadas. Pero todas estas precauciones no pudieron impedir que, a partir de la derrota japonesa, la guerrilla incrementase en 60 millones el número de habitantes de las zonas bajo su control.
En general, la guerrilla se limitó a mantener el control de las zonas rurales, evitando intervenir en las ciudades, a las que los dirigentes maoístas calificaban de trampas favorables al Kuomintang.
EEUU, consciente del peligro que el capitalismo corría en China, proporcionó incontable apoyo económico, militar y logístico a Chiang. Entre septiembre de 1945 y junio de 1946, aviones norteamericanos transportaron 540.000 soldados del Kuomintang a zonas estratégicas para evitar el avance de la guerrilla.
Día a día, la hipótesis de establecer un gobierno con participación de los comunistas, que respetara los límites de la economía capitalista, a pesar de ser apoyada por la "tercera fuerza", EEUU y el propio PCCh, se volvía más inviable. Existían dos obstáculos insalvables. Por un lado, la oposición de los sectores más reaccionarios del Kuomintang, aquellos cuyas prebendas necesitaban del mantenimiento de una dictadura militar abiertamente anticomunista, y, por encima de todo, la acción revolucionaria de las masas campesinas.
En cualquier caso, las preocupaciones por el destino de China tras el final de la guerra, no aplacaron la sed de poder de la camarilla de Chiang. La decisión tomada durante la guerra de confiscar el capital japonés y colaboracionista, permitió una incautación masiva de bienes por parte de las cuatro grandes familias que controlaban el aparato del Estado: capitales por valor de 1.800 millones de dólares, el 90% de la producción de acero, el 100% de la industria minera y metalúrgica, el 40% de las hilanderías, el 60% de los telares y, aproximadamente, el 80% del capital industrial del país.
Chiang parecía entender mejor que algunos de sus coetáneos la dinámica de la lucha de clases en su país. Una larga experiencia de décadas le había enseñando que en China no había lugar para un régimen capitalista democrático y estable. El destino de China no se decidiría en una mesa de negociación. La cuestión del poder se dirimiría a través del enfrentamiento armado. Así, mientras sostuvo la pantomima de la negociación, no dejó de conquistar terreno y prepararse para una guerra civil abierta. Llegó a reunir 4.300.000 soldados con el fin de enfrentarlos al ejército popular del PCCh, que disponía a su vez de 1.200.000 combatientes.
Los imperialistas norteamericanos, poco seguros también de la baza de un gobierno de unidad nacional, mantuvieron su alianza con Chiang, proporcionando moderno armamento a sus hombres. Al contrario que Chiang, Mao estaba plenamente convencido de la viabilidad de "construir una nueva China luminosa, una China independiente, libre, democrática, unificada, próspera y poderosa". Es decir, una China que repartiera la tierra entre los campesinos, instaurara una república parlamentaria y respetara las relaciones de producción y propiedad capitalistas.
Unos días antes de partir a Chungching, el 13 de agosto de 1945, el Comité Central del PCCh envió una circular interna redactada por Mao a todas las organizaciones partidarias. En ella quedaba de manifiesto la nueva vuelta de tuerca que sufría la política y el programa del Partido. Respecto al Kuomintang, a pesar de que la experiencia acumulada durante veinte años aconsejaba la máxima desconfianza política, se afirmaba: "Es posible que, bajo la presión interna y externa, el Kuomintang reconozca condicionalmente el status de nuestro Partido después de las negociaciones, y que nuestro Partido también reconozca condicionalmente el status del Kuomintang, lo que abriría una nueva etapa de cooperación entre ambos (más la Liga Democrática y otros partidos) y de desarrollo pacífico. Si se produce esta situación, nuestro Partido deberá esforzarse por dominar todos los métodos de la lucha legal e intensificar en las regiones del Kuomintang su trabajo en los tres sectores principales: las ciudades, las aldeas y el ejército (los tres son puntos débiles de nuestro trabajo en esas regiones). Durante las negociaciones, el Kuomintang exigirá sin duda que reduzcamos considerablemente la extensión de las regiones liberadas y los efectivos del Ejército de Liberación y que suspendamos la emisión de papel moneda. Por nuestra parte, estamos dispuestos a hacer las concesiones que sean necesarias y que no perjudiquen los intereses fundamentales del pueblo"68. Efectivamente, fue necesario hacer dolorosas concesiones, que Mao defendió argumentando que gracias a ellas se evitaría la guerra civil: "Algunos camaradas han preguntado por qué tenemos que ceder ocho regiones liberadas. (…) Porque de otro modo el Kuomintang no se sentirá tranquilo. Va a regresar a Nankín, pero algunas regiones liberadas en el Sur están justamente al lado de su cama o en su corredor. Mientras estemos allí, no podrá dormir tranquilo y, por lo tanto, luchará por esas regiones a toda costa. Nuestra concesión en este punto nos ayudará a frustrar la maquinación del Kuomintang para desatar la guerra civil y a ganarnos la simpatía de los numerosos elementos intermedios nacionales y extranjeros. (…) En 1937, para realizar la Guerra de Resistencia de amplitud nacional, renunciamos por nuestra propia iniciativa al nombre de ‘Gobierno Revolucionario de Obreros y Campesinos’, cambiamos el nombre de nuestro Ejército Rojo por el de Ejército Revolucionario Nacional, y cambiamos nuestra política de confiscar la tierra de los terratenientes por la de reducir los arriendos y los intereses. Esta vez, cediendo ciertas regiones en el Sur, hemos deshecho totalmente los falsos rumores del Kuomintang ante todo el pueblo chino y los pueblos del mundo entero. Lo mismo ocurre con el problema de las fuerzas armadas. (…) Primero, propusimos reducir nuestras actuales fuerzas a 48 divisiones. Como el Kuomintang tiene 263 divisiones, esto significa que nuestras fuerzas serían un sexto más o menos del total del país. Más tarde, propusimos una reducción a 43 divisiones, es decir, un séptimo del total. El Kuomintang dijo entonces que reduciría las suyas a 120 divisiones. Nosotros dijimos que podríamos reducir las nuestras, en la misma proporción, a 24 ó hasta 20 divisiones, lo que aún sería un séptimo del total"69.
Todas las concesiones de los dirigentes maoístas no sirvieron para nada. La guerra civil finalmente estalló, dando una ventaja inicial a Chiang debido a que ésta perspectiva fue descartada por dirigentes del PCCh. Mao despreciaba una vez más las enseñanzas de Lenin: "Quien admita la lucha de clases no puede menos de admitir las guerras civiles, que en toda sociedad de clases representan la continuación, el desarrollo y el recrudecimiento —naturales y en determinadas circunstancias inevitables— de la lucha de clases. Todas las grandes revoluciones lo confirman. Negar las guerras civiles u olvidarlas sería caer en un oportunismo extremo y renegar de la revolución socialista"70.
Guerra civil sin cuartel
En el verano de 1946, el Kuomintang se consideró lo bastante fuerte para desencadenar un ataque general contra todas las zonas controladas por el PCCh, en las que vivían 160 millones de personas. La falta de preparación para un escenario de este tipo permitió que, a principios de 1947, el Kuomintang ya hubiera recuperado el control sobre 165 ciudades medianas y pequeñas que en el momento de la rendición japonesa habían sido liberadas por los guerrilleros. En conjunto, las zonas liberadas perdieron entre un 15 y un 20% de su población. En Manchuria, cuyas ciudades estaban ocupadas desde agosto de 1945 por tropas soviéticas, se volvió a demostrar que la actitud colaboracionista de Mao no era sólo una táctica china, sino la aplicación en China de la estrategia general de la burocracia estalinista rusa.
Stalin había firmado un tratado con Chiang en el mismo mes de agosto, por el que se comprometía a retirarse de Manchuria —con excepción de las bases de Dairen y Port Arthur bajo control conjunto chino-soviético—, en los primeros 90 días a partir del final del conflicto, y ceder la plaza exclusivamente a autoridades del Kuomintang. Pero, afortunadamente, Manchuria estaba muy lejos y las tropas del Kuomintang no llegaron en el plazo establecido, a pesar de la ayuda de la flota norteamericana para transportar soldados del Kuomintang, dando tiempo a los guerrilleros a ocupar muchas de las aldeas del litoral manchú.
En vista de los buenos resultados obtenidos, a principios de 1947 Chiang decidió desatar una guerra civil generalizada, empezando por atacar los dos mayores centros de resistencia roja en Yenán y Shantung. A pesar de empeñar 230.000 hombres en el intento de capturar la primera ciudad y 450.000 en la segunda, al final del primer año de guerra civil la correlación entre las fuerzas combatientes se había transformado sustancialmente. Los hombres del ahora Ejército Popular de Liberación (EPL) de Mao, habían dejado fuera de combate a más de un millón y medio de soldados del Kuomintang, haciendo prisioneros a un millón de ellos.
Éstas y sucesivas victorias fueron posibles, sin lugar a dudas, gracias al arrojo revolucionario de los soldados rojos y al genio militar de muchos líderes guerrilleros, como Chu Teh, cuya capacidad como estratega militar sería equiparada por algunos con la de Napoleón. Sin embargo, sin desmerecer ninguno de estos factores decisivos, la clave de la victoria del EPL estará en la promesa de reforma agraria, del pedazo de tierra para cultivar que los campesinos veían en sus victorias. La tropa de los ejércitos de Chiang estaba compuesta por una abrumadora mayoría de campesinos pobres, de manera que la política abiertamente contrarrevolucionaria de sus generales entraba en contradicción con la base social de su ejército.
El PCCh desplegó una enérgica política orientada hacia la base de los ejércitos del Kuomintang. En su Conferencia Nacional Agraria celebrada el 13 de septiembre de 1947 se propuso una ley agraria que incluía en su artículo 10º: "Las familias de los oficiales y soldados del Kuomintang, militantes del Partido Kuomintang y otro personal enemigo que vivan en las zonas rurales, recibirán tierra y propiedades equivalentes a las de un campesino"71. De los cientos de miles de prisioneros hechos por el EPL, la mayoría fueron liberados. Unos volvieron a sus aldeas pero muchos pasaron a formar parte del EPL. Aunque en 1947, después de las primeras derrotas, la reacción contaba todavía con un ejército de 3.700.000 soldados, apoyados generosamente por el inmenso poder del imperialismo norteamericano, el EPL tenía a su favor un arma inmensamente más poderosa: la generalización por todo el país de la revolución agraria. El EPL aumentó sus efectivos hasta los dos millones de hombres en el primer año de la guerra civil.
En las ciudades las cosas no pintaban mucho mejor para el Kuomintang. Durante la guerra civil, el gasto militar devoraba el 75% del presupuesto total y la inflación se incrementó en proporciones formidables. Semejante desastre económico provocó la desesperación y el enojo con el Kuomintang de sectores de la pequeña burguesía urbana, que encontraron un cauce de expresión en la agitación que intelectuales y estudiantes reanudaron contra el régimen corrupto y sus aliados imperialistas de los EEUU. A lo largo de 1946 y 1947 se produjeron grandes manifestaciones estudiantiles en ciudades importantes como Shangai y Pekín.
La revolución por etapas
A cada momento, más factores se sumaban para impulsar un giro a la izquierda en la política de la dirección del PCCh: las victorias militares en la guerra civil, el ascenso revolucionario en el campo, el descontento en las ciudades y el desgaste político del Kuomintang. Pero éste giro no se produjo. Mao insistía no sólo en que la revolución no podía superar un estricto programa democrático burgués, sino en la necesidad de ganar el apoyo de sectores de la burguesía nacional que permitieran el desarrollo de un capitalismo chino fuerte. Y, ese tipo de apoyo, sólo se podía obtener a costa de suavizar la lucha entre las clases.
Tal orientación valía tanto para las ciudades como para el campo, donde también se buscaba la colaboración de los campesinos ricos. Sin embargo, las directrices del Partido eran difíciles de asumir tanto por la base como por las masas campesinas. La revolución estaba en marcha, y eso implicaba inevitablemente una espiral ascendente en la lucha de clases, que las intenciones subjetivas de la dirección maoísta no podían detener. Esta dinámica contradictoria quedó perfectamente reflejada en varios artículos de Mao. En ellos se aprecian los esfuerzos de la dirección del PCCh por detener la acción revolucionaria de las masas encabezada por un sector de su militancia: "En lugar de propagar la línea de apoyarse en los campesinos pobres y asalariados agrícolas y unirse firmemente con los campesinos medios para abolir el sistema feudal, han difundido unilateralmente la línea de campesinos pobres y asalariados agrícolas. En lugar de propagar el punto de vista de que el proletariado ha de unirse con todo el pueblo trabajador y los demás oprimidos —la burguesía nacional, los intelectuales y otros patriotas (incluidos los shenshi sensatos que no se oponen a la reforma agraria)— a fin de derrocar la dominación del imperialismo, del feudalismo y del capitalismo burocrático y establecer una República Popular China y un gobierno democrático popular, han difundido unilateralmente la idea de que son los campesinos pobres y asalariados agrícolas los que conquistan el país y lo gobiernan, o de que el gobierno democrático tiene que ser un gobierno exclusivo de los campesinos, o de que este gobierno sólo debe escuchar la voz de los obreros, campesinos pobres y asalariados agrícolas, y no han hecho mención alguna de los campesinos medios, los artesanos independientes, la burguesía nacional y los intelectuales. Este es un grave error de principio. Sin embargo, noticias de este tipo han sido divulgados por oficinas de nuestra agencia de noticias, periódicos y emisoras"72.
La más alta dirección del PCCh reconocerá, con el paso del tiempo, como la extensión y profundidad de la revolución agraria se produjo a pesar de las directrices de los dirigentes maoístas. Liu-Shao-Chi73 explicaba así en el verano de 1950 aquellos momentos decisivos para la revolución: "En el período comprendido entre julio de 1946 y octubre de 1947, en numerosas regiones de China del Shangtung y de la China del noroeste, las masas campesinas y nuestros militantes rurales no han podido, al hacer la reforma agraria, seguir las directivas publicadas el 4 de mayo de 1946 por el Comité Central del Partido Comunista Chino, las cuales exigían considerar inviolable en lo esencial la tierra y los bienes de los campesinos ricos. Ellos llevaron a cabo sus ideas y han confiscado la tierra y los bienes tanto de los campesinos ricos como de los grandes propietarios terratenientes. (…) Hemos autorizado a los campesinos a requisar la tierra y los bienes excedentes de los campesinos ricos y a confiscar todos los bienes de los grandes terratenientes para satisfacer en una cierta medida las necesidades de los campesinos necesitados, para hacer que los campesinos participen con mayor entusiasmo revolucionario en la guerra popular de liberación"74.
Aunque Mao y Stalin habían hecho todo lo humano y lo divino por evitarlo, las ideas de La revolución permanente y de Las Tesis de Abril reaparecían de nuevo en la dinámica viva de la revolución china.
Siendo la revolución en el campo un hecho consumado, Mao intentaría sortear por todos los medios su extensión a la ciudad, estableciendo una muralla entre la transformación social en el campo y la ciudad: "Hay que prevenirse contra el error de aplicar en las ciudades las medidas que se emplean en las zonas rurales para la lucha contra los terratenientes y campesinos ricos y para la destrucción de las fuerzas feudales. Hay que hacer una rigurosa distinción entre la liquidación de la explotación feudal ejercida por los terratenientes y campesinos ricos y la protección de sus empresas industriales y comerciales. (…) Hay que realizar un trabajo educativo entre los camaradas de los sindicatos y entre las masas obreras para hacerles comprender que de ninguna manera deben ver solamente los intereses inmediatos y parciales, olvidando los intereses generales y de largo alcance de la clase obrera"75.
Mao no actuaba de forma independiente, los dirigentes moscovitas eran los verdaderos autores de este guión para la revolución China. El propio, Mao, bastantes años después de la toma del poder, reconocería ante el Comité Central del PCCh que desde la URSS "habían querido impedirles hacer la revolución china"76. A pesar del empeño puesto por los dirigentes soviéticos y chinos en la aplicación de la teoría menchevique de la revolución por etapas, la realidad se encargó de demostrar que ese esquema era inviable: la corrupta y debilitada burguesía china y sus aliados, los terratenientes y los imperialistas, nunca aceptarían reformas esenciales como la distribución de la tierra, la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de la población. Sólo había dos alternativas: revolución y derrocamiento del capitalismo, o contrarrevolución imponiendo una nueva dictadura militar burguesa.
Por fin la victoria
El avance imparable de la revolución en el campo y las esperanzas que ésta sembraba entre los sectores oprimidos de las ciudades, permitió una victoria militar arrolladora sobre el Kuomintang. A mediados de 1948, la ofensiva del EPL se desarrollaba en todo el norte del país. En septiembre, las tropas del Kuomintang perdieron Hunán, y en octubre Mukden y Changchun. Manchuria estaba bajo el control del PCCh.
En diciembre de ese mismo año se desarrolló una de las más épicas y trascendentales batallas de la guerra civil. Sus dimensiones y duración nos dan apenas una idea de la gesta revolucionaria inconmensurable protagonizada por el pueblo chino. Comandadas por Chu Teh, las tropas del EPL tomaron el estratégico enlace ferroviario de Xuzhou tras un intenso combate que duró 65 días y en la que se vieron implicados un millón de hombres por ambos bandos. Por su parte, en los primeros días de 1949, Lin Piao ocupó el puerto de Tianjin y lanzó desde allí sus tropas en dirección a Pekín.
Después de estas inmensas derrotas, Chiang dimitió como presidente el 21 de enero, y el 31 las tropas del Ejército Popular de Liberación, desfilaron en la antigua capital imperial: Pekín. Mao hacía su entrada triunfal en Pekín en un jeep "made in USA", procedente, como otros tantos vehículos y armas, del botín de guerra arrebatado a los derrotados ejércitos nacionalistas.
Chiang preparó una línea defensiva para la retirada de sus tropas a la isla de Taiwan. En pocos días el PCCh tomó el control de Hangzhou, Wuhan y, en mayo, Shangai, el corazón industrial. El avance era absolutamente imparable. A mediados de octubre cayeron bajo el control de los maoístas Cantón y Xiamen. El 1 de octubre de 1949, desde lo alto de la Puerta de la Paz Celestial, Mao Tse-tung proclamó el nacimiento de la República Popular China. La nueva bandera sería roja con cinco estrellas. Por fin, superando todo tipo de obstáculos, la acción revolucionaria del campesinado había asestado el golpe mortal a los terratenientes y burgueses, extranjeros o nativos. Los opresores que durante milenios habían humillado a las masas chinas, pagaban por fin su deuda histórica. Millones de trabajadores y jóvenes de todo el mundo fueron profundamente conmovidos por esta inmensa y aplastante victoria de los oprimidos.
Perspectivas para el nuevo poder
Aunque pueda parecer sorprendente, los progresos de la revolución china no fueron muy bien recibidos en Moscú. Stalin veía estos colosales acontecimientos con un enfoque "ruso", lejos de cualquier perspectiva internacionalista. Desde hacía ya tiempo, el avance de la revolución dificultaba los acuerdos a los que había llegado en la Conferencia de Yalta, en febrero de 1945, con los dos máximos representantes del capital internacional: Churchill y Rooselvelt. La política frentepopulista de la camarilla estalinista, así como todos los esfuerzos para no despertar la susceptibilidad de los nuevos aliados imperialistas, se veía continuamente dificultada por el "hervidero" chino. En vista de que el programa de contención revolucionaria del PCCh no conseguía detener a las masas, Stalin se esforzó al máximo en dar garantías a los imperialistas.
El general Hurley, máximo representante del imperialismo estadounidense en China, pasaría por Moscú antes de iniciar las negociaciones entre el Koumintag y el PCCh en 1945. Tras sus reuniones con Molotov trasmitirá a Chiang Kai-shek y Roosevelt que: "1º) Rusia no apoya al PCCh; 2º) Rusia no quiere en China disensiones ni guerra civil; 3º) Rusia desea mantener con China las más armoniosas relaciones"77.
El 16 de diciembre de 1949, en su primer viaje a la URSS, Mao fue recibido con extraordinaria frialdad y no como el dirigente de una revolución triunfante. Después de varios días de espera, se mantuvieron ocho largas semanas de negociaciones, de las que la recién fundada República Popular China no consiguió más que migajas: la protección de China frente a un ataque japonés, un crédito de 300 millones de dólares a devolver en cinco años y la promesa de retirada de las tropas soviéticas antes de 1952 de los puertos de Lushun y Dalian, ocupados al final de la Segunda Guerra Mundial. Varios años antes, en 1937, Stalin había entregado al Kuomintang, es decir, a los verdugos de los comunistas chinos, 250 millones de dólares para financiar la guerra contra la invasión japonesa.
En cualquier caso, la revolución china era un hecho objetivo y su triunfo definitivo se produjo en un escenario diferente al de finales de 1945, cuando Moscú estaba en plena luna de miel con los imperialistas aliados. La guerra fría había acabado con la etapa de convivencia pacífica y la burocracia soviética se encontraba ahora inmersa en una agria batalla por mantener las esferas de influencia logradas tras la Segunda Guerra Mundial.
La supresión del capitalismo en Europa del Este por parte de la burocracia estalinista, apoyada en las bayonetas del ejército rojo y en el movimiento de las masas de Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, no dio lugar al establecimiento de regímenes de democracia obrera. Los nuevos estados satélites comenzaron por donde terminó la contrarrevolución burocrática en la URSS, como Estados obreros deformados construidos a imagen y semejanza del ruso.
En esas circunstancias, de la misma manera que sucedió en Europa del Este, ya no había motivos para resistirse a la liquidación definitiva de los restos, inertes, de la burguesía y los terratenientes chinos.
Los estalinistas rusos ayudaron a Mao en sus inicios pero esta ayuda, que siempre fue limitada, no era desinteresada. Los jefes de Moscú exigieron un control férreo sobre la misma y sobre el rumbo de la política china, pero la situación, no obstante, presentaba algunas diferencias con el contexto de Europa del este.
El nuevo Estado Chino, que también se estableció como una copia del existente en Rusia, no era tan fácil de dominar. Los intereses de la nueva dirección del país, es decir, de los estalinistas chinos, no se someterían tan fácilmente a los dictados de la burocracia de Moscú ahora que disponían de los recursos de una gran nación. La semilla del futuro enfrentamiento entre la burocracia rusa y los dirigentes maoístas quedó sembrada desde el mismo momento del triunfo revolucionario.
Muy poco tiempo después de la toma del poder, a mediados de 1950, el imperialismo estadounidense desafío al nuevo régimen chino con la guerra de Corea. Su actuación consiguió justo el efecto contrario del perseguido. No sólo cosecharon una humillante derrota ante los soldados del EPL, sino que empujaron hacia la izquierda a los dirigentes maoístas. La amenaza de acciones militares directas de la potencia capitalista más poderosa, provocó el inicio del fin en la colaboración con la supuesta "burguesía democrática", en realidad una sombra fantasmagórica sin apoyo en la sociedad. Se celebraron grandes juicios contra los contrarrevolucionarios y se procedió a la confiscación o transformación en sociedades mixtas de la mayor parte de las empresas de propiedad capitalista.
A pesar de las previsiones de Mao, el capitalismo chino fue barrido con rapidez. El pueblo chino, no sin un inmenso sacrificio, pudo elevarse sobre su atraso. El primer plan quinquenal se inició en 1953, permitiendo la modernización definitiva del país. En 1958, China se convirtió en el tercer productor mundial de carbón, superando a Gran Bretaña y Alemania Occidental. La tasa media de crecimiento anual fue de un 11% entre 1949 y 1957. La esperanza de vida pasó de 40 años en 1949 a 70 en 1979. Maestros y médicos llegaron a aldeas y barrios obreros, convirtiendo la educación y la sanidad en un derecho universal y no en el patrimonio exclusivo de una élite.
El país fue unificado y liberado del yugo colonial.
Un Estado obrero deformado
Trotsky había trazado, antes de su muerte, una perspectiva posible en caso de que los Ejércitos Rojos campesinos surgieran victoriosos de la guerra civil contra Chiang Kai-Shek. Pronosticó que la cúpula del PCCh traicionaría a su base campesina y, ante la pasividad del proletariado en las ciudades, se fusionaría con la burguesía llevando a cabo un proceso de desarrollo capitalista clásico. Pero esto no ocurrió porque China no tenía salida bajo el capitalismo78.
Por la peculiar correlación de fuerzas surgida tras la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo fue incapaz de intervenir con éxito contra la revolución. Basado en el corrupto régimen de Chiang, que después de décadas en el poder no había sido capaz de resolver ni una sola de las tareas de la revolución democrático burguesa, ni siquiera la unificación de China, el capitalismo chino no ofrecía ninguna solución a los problemas endémicos de las masas.
La revolución de 1949, como hemos descrito anteriormente, no se desarrolló en las líneas clásicas de una revolución proletaria como en octubre de 1917 en Rusia o en la propia China en 1925-27. Empezó donde la revolución rusa terminó, es decir, dando lugar a un Estado burocrático de Partido único. Apoyado en un ejército campesino, la base clásica del bonapartismo, Mao maniobró entre las clases para construir un régimen a imagen y semejanza del de Stalin.
Como consecuencia de la política de los dirigentes estalinistas chinos, que abandonaron la perspectiva de la revolución proletaria y del internacionalismo, fue otra clase, el campesinado, la que llevó a cabo las tareas históricas de aquella. Esta particularidad, determinaría las características del nuevo régimen. Ted Grant explicó con claridad las claves de este proceso: "Paradójicamente, este movimiento campesino es una ramificación del fracaso de la revolución de 1925-27. Con la derrota del proletariado, los estalinistas chinos transfirieron su base de la clase obrera al campesinado. Se alejaron de las ciudades y encabezaron una guerra campesina.
"Toda su base social y la psicología de su dirección, que llevaba en las montañas y en las zonas rurales más de veinte años, les desvinculó del proletariado y de su perspectiva. Las posiciones de este grupo estaban necesariamente determinadas por sus condiciones de vida. El núcleo original que formaba la dirección de este movimiento, estaba compuesto por una proporción de ex obreros, ex campesinos, aventureros e intelectuales. En ese sentido, era un agrupamiento bonapartista clásico que después se fusionó en un ejército".
El proletariado, que fue clave en la revolución de 1925-27, en esta ocasión jugo un papel muy limitado apoyando la acción de los ejércitos campesinos pero sin tomar la iniciativa en ningún momento. La posición de Mao al respecto era clara: no alentar la actividad revolucionaria independiente de los trabajadores de las ciudades. Ted Grant comenta: "Incluso en el amanecer de la guerra campesina, en un momento en que los estalinistas seguían un rumbo ultraizquierdista y los vínculos con las ciudades todavía no se habían roto completamente, la inevitable psicología de un ejército bonapartista se estaba extendiendo por todo el ambiente. La Comintern, que por entonces aún no estaba totalmente degenerada, veía este proceso con un cierto recelo. Por esa época, por ejemplo, se formaron "sindicatos" en los llamados distritos "soviéticos" [las bases rojas]. [Harold] Isaacs, en su [libro] La tragedia de la Revolución China escribió lo siguiente: ‘Pero el carácter de estos sindicatos, cualquiera que sea su número, era tan dudoso que incluso el centro sindical del partido en Shangai tenía queja. En su informe de 1931 hablaba de la presencia de comerciantes y campesinos ricos en los sindicatos. Al año siguiente, dirigió una carta demoledora a los funcionarios del sindicato de Kiangsi en la que les acusaban de admitir a campesinos, sacerdotes, comerciantes, capataces, campesinos ricos y terratenientes, mientras por otro lado, sectores considerables de trabajadores agrícolas, coolies (nombre que se en da en los países asiáticos a los sirvientes nativos), empleados y artesanos eran excluidos de la militancia con distintos pretextos. Los compañeros del partido responsables de este trabajo eran acusados de ser desdeñosos e insolentes con los trabajadores. La carta describía a los sindicatos como antiproletarios, que representan los intereses de los terratenientes, campesinos ricos y empresarios"79.
Cuando posteriormente las direcciones de la IC y del PCCh giraron hacia los frentes populares, la posición del proletariado en las ciudades quedó aún más desguarnecida. La subordinación a la burguesía nacionalista, y el recelo por parte del partido a realizar una actividad en las ciudades industriales que pudiera romper los acuerdos con sus aliados burgueses, hizo todavía más difícil a los trabajadores poder desplegar una acción independiente.
Sin embargo, la madurez de las condiciones objetivas de la sociedad china para la revolución necesitaba expresarse a pesar de la inmadurez del factor subjetivo. La revolución no podía esperar, y la ausencia de dirección por parte de la clase obrera le daría un aspecto inédito, distorsionado, pero no la detendría.
En la forma que adoptó el triunfo revolucionario incidieron otros factores no menos importantes. Por un lado, el aplazamiento de la revolución en los países capitalistas desarrollados, impidiendo el auxilio que un proletariado victorioso en Europa podría proporcionar a las masas chinas. Por otro, la existencia de la URSS, que a pesar de su degeneración burocrática constituía un poderoso ejemplo de las enormes posibilidades que representaba la planificación económica tras la abolición del capitalismo.
A pesar de la resistencia de Stalin al avance de la revolución socialista en China, las conquistas sociales de la URSS alimentaban el espíritu revolucionario de las masas chinas y del resto de los países coloniales. Y no sólo eso. Si bien es cierto que el campesinado chino llevó la revolución a la victoria, no lo es menos que lo hizo impregnado de los símbolos y ejemplos del Octubre soviético. Fueron las órdenes de dirigentes que se declaraban comunistas las que obedeció. Hasta principio de 1937, la lucha armada del campesinado se libró bajo el nombre del Ejército Rojo, las zonas bajo su control se denominaron bases rojas y, en ellas, se aplicó el reparto de la tierra por un gobierno popular integrado por los dirigentes que aparecían identificados con el poder soviético.
Respecto a la política militar, es cierto que la lucha guerrillera, llena de gestas heroicas, cosechó un gran éxito durante el período de resistencia frente a los ataques del Kuomintang. Pero la victoria en las batallas decisivas para la transformación del conjunto del país y la toma del poder, se obtuvieron a través de la movilización de ejércitos de masas. En la batalla de Xuzhou en diciembre de 1948, conducida por el genio militar de Chu Teh, participaron cientos de miles de soldados del EPL. En el punto álgido de la guerra civil el Ejército de Liberación Popular sumó alrededor de dos millones de hombres.
La incontestable fortaleza del ejército de Mao frente a las tropas del Kuomintang, no surgía de la táctica de la guerra de guerrillas, sino de las nuevas relaciones de propiedad de la tierra que se constituyeron en las zonas bajo control del PCCh. La entrega de la tierra a los campesinos pobres jugó un papel fundamental, elevando la moral del ejército campesino hasta hacerla inquebrantable y atrayendo a las tropas de Chiang a las filas de la revolución. Fue el carácter revolucionario de la guerra campesina el motor decisivo para el triunfo final.
La victoria de 1949 transformó China, levantó al pueblo chino de su postración ancestral, permitió la modernización de la economía y una de las más profundas y extensas reformas agrarias de la historia. Sin embargo, el papel asignado al proletariado en la construcción del socialismo no podía ser reemplazado. El campesinado pudo sustituir a la clase obrera en la tarea de ejecutar la reforma agraria, expulsar a los imperialistas y expropiar a los capitalistas. Pero estas tareas no suponían, por si solas, la construcción del socialismo, sino parte de sus premisas económicas.
El desarrollo socialista pleno de China necesitaba de la extensión internacional de la revolución y la participación consciente y democrática del proletariado en la gestión y control de la economía, la política y el Estado. Marx y Lenin explicaron que los trabajadores necesitan un Estado para vencer la resistencia de las clases explotadoras y organizar la producción sobre bases democráticas, bajo el control y la administración del conjunto de la clase obrera. Es decir, los trabajadores reemplazarían la vieja maquinaria del Estado burgués por un semiestado, una estructura muy simple dirigida a su propia desaparición, que empezaría a disolverse desde el principio. Un Estado de este tipo fue la Comuna de París y el Estado Obrero Soviético que siguió a la revolución de octubre. En China no se estableció, en ningún caso, un Estado obrero sano basado en las condiciones que Lenin defendió para la democracia obrera:
1) Elección directa y revocabilidad de todos los representantes públicos de los trabajadores y campesinos.
2) Ningún funcionario público percibirá un salario superior al de un obrero cualificado.
3) Ningún ejército permanente, sino el pueblo en armas.
4) Gradualmente, todos los trabajos de administración del Estado se realizarán de forma rotativa por parte de toda la población. Cuando todo el mundo es un "burócrata" por turnos, nadie es un burócrata.
Si la democracia obrera no existía en el control de la actividad económica y del Estado, que era dirigido con mano de hierro por los máximos dirigentes del PCCh, mucho menos en lo que respecta a la vida interna del Partido. Llama la atención la similitud con los métodos del PCUS tras la consolidación de la casta burocrática. Si entre 1921 y 1928 se celebraron los seis primeros congresos del PCCh, el VII se realizó en 1945, el VIII en 1956, el IX en 1969 y el X en 1973. Cuando al propio Partido se le dificultaba la posibilidad de debatir y decidir, las posibilidades para las grandes masas de la población eran mucho más escasas.
El socialismo tiene derecho a existir en la medida en que es un sistema superior al capitalismo y, por ello, su fortaleza se debe demostrar fundamentalmente en el desarrollo de las fuerzas productivas, en su mayor productividad frente al capitalismo. A largo plazo, ganar la batalla es imposible sin que los obreros, los nuevos protagonistas tras el derrocamiento de la burguesía, tomen las riendas de la economía y la controlen democráticamente a través de sus órganos de poder. "La fuerza del proletariado en no importa que país capitalista es infinitamente más grande que la proporción del proletariado con respecto a la población total. Esto es así porque el proletariado domina económicamente el centro y los nervios de todo el sistema de la economía capitalista (…)"80. En el caso de una economía socialista, la posición de los trabajadores en la gestión y el impulso productivo es aún más decisiva.
El papel que el proletariado chino jugó en la revolución de 1949 fue muy limitado. Los golpes sufridos tras la derrota de 1927 combinados con la política frentepopulista del PCCh, lo mantuvieron desorientado y pasivo, si bien es cierto que participó en huelgas y recibió a los ejércitos rojos campesinos con entusiasmo. Pero una vez tomado el poder era necesario, indispensable, incorporar a los obreros a la gestión de la industria, al gobierno y la planificación de la economía. Sin embargo, el nuevo gobierno maoísta surgido de la victoria frente al Kuomintang, que llevó a cabo transformaciones enormemente progresistas desde el punto de vista económico, nunca se basó en la participación consciente del proletariado.
Tras los primeros años de crecimiento económico explosivo, la dirección maoísta se vio en la necesidad de desarrollar aún más las fuerzas productivas. Pero el progreso y la industrialización no dependían de la voluntad subjetiva de los dirigentes chinos, no se podía decretar. El desarrollo industrial de China estaba condicionado fundamentalmente por la inversión y la tecnología disponibles, así como por la formación y participación activa del proletariado. Las aventuras de 1958 y 1966, conocidas como el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, tuvieron efectos catastróficos: hasta un 15% de caída de la producción industrial entre 1967 y 1968. Se calcula que debido a la escasez alimenticia murieron más de 15 millones de personas de hambre entre 1958 y 1962.
Tras la muerte de Mao, los dirigentes del PCCh dieron un giro de 180 grados pasando de la autarquía a la introducción de reformas de corte capitalista. Progresivamente la política de reformas ha permitido el reestablecimiento de las relaciones capitalistas en la parte del león de la economía china.
Pero la historia no ha terminado, incluso hoy, cuando la propiedad privada renace en China de mano de la restauración capitalista, nadie puede hurtar al pueblo chino su orgulloso pasado revolucionario. Si la contrarrevolución ha triunfado en la China del siglo XXI, ni los obreros ni los campesinos han tenido responsabilidad alguna. La paternidad de este vuelta a la reacción recae sobre la política de los dirigentes estalinistas que, apoyados en la teoría del socialismo en un solo país y en la ausencia de una democracia obrera real, abrieron las puertas de la Gran Muralla al gran capital. En cualquier caso, ni los máximos dirigentes del PCCh, transformados hoy en multimillonarios hombres de negocios, ni los capitalistas extranjeros, deberían dormir tranquilos. China concentra en la actualidad al proletariado más numeroso del planeta, y, estos mismos obreros, antes o después, se reencontrarán con las arraigadas e inconmensurables tradiciones revolucionarias que forman parte inseparable de la historia del pueblo chino.
Bárbara Areal
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Notas
68. Mao Tse-tung, Circular del CC del PCCh sobre las negociaciones de paz con el Kuomintang, 21 de agosto de 1945, Ediciones en lenguas extranjeras de Pekín, 1968, publicado en MIA.
69. Mao Tse-tung, Sobre las negociaciones de Chungching , 17 de octubre de 1945, Ediciones en lenguas extranjeras de Pekín, 1968, publicado en MIA.
70. Lenin, El programa militar de la revolución proletaria, escrito en septiembre de 1916. Publicado en MIA.
71. Ted Grant La revolución china (1949), incluido en el volumen I de sus Obras completas, Fundación Federico Engels, Madrid 2007.
72. Mao Tse-tung, Corregir los errores de “izquierda” en la propaganda de la reforma agraria, 11 de febrero de 1948. Ediciones en Lenguas Extranjeras de Pekín, 1968, publicado en MIA.
73. Liu-Shao-Chi, fundador del PCCh en 1921, participó en la Larga Marcha y fue nombrado presidente de la República Popular China en 1959.
74. Liu-Shao-Chi, Discurso pronunciado el 14 de junio de 1950 al Comité Nacional del Consejo Consultivo Político sobre la ley de reforma agraria adoptada finalmente el 28/6/50. MIA.
75. Mao Tse-tung, Sobre la política concerniente a la industria y el comercio, 27 de febrero de 1948. Lenguas Extranjeras de Pekín, 1968, publicado en MIA.
76. K. S. Karol, La segunda revolución china, Seix Barral, Barcelona 1977, página 48.
77. Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista, página 506.
78. Ted Grant, La revolución colonial y la división chino-soviética, escrito en agosto de 1964, Escritos de Ted Grant nº 3, Fundación Federico Engels, Madrid 2003.
79. Ted Grant, Obras Completas, Volumen 1.
80. Cita de Lenin recogida por Trotsky en La Internacional Comunista después de Lenin, escrito en 1928, Akal Editor, Madrid 1977, página 276.
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