Después de la crisis que precipitaron los huracanes en la última quincena en Cuba, aún están abiertas las interrogantes sobre cuál es el impacto que dejaron en la economía nacional y el presupuesto público, pero no hay duda de que se trata de un golpe de grandes proporciones.
Gustav e Ike irrumpieron en la saga de los grandes ciclones cubanos: El cordonazo de San Francisco (en octubre de 1844 tumbó la torre de un convento); El ciclón del Valbanera (en septiembe de 1919 hundió un buque con 200 pasajeros); El ciclón del 26 (de octubre de 1926, fue reseñado en una canción del Trío Matamoros); El ciclón del 32 (en octubre de 1932 arrasó la región oriental de Camagüey); El huracán de San Lucas (en octubre de 1944 machacó 14 horas a la capital); el Flora (en octubre de 1963 causó más de mil 200 muertos) y los más recientes Michelle (noviembre de 2001), Charley (agosto de 2004), Iván (septiembre de 2004), Dennis (julio de 2005) y Wilma (octubre de 2005).
Los huracanes crecen en fuerza y frecuencia en el Atlántico. En la última década rebasaron la media histórica de diez anuales y mientras en medio siglo sólo golpeó a Cuba uno de categoría 3 en la escala Saffir-Simpson de cinco niveles, en los últimos ocho años ya pasaron por aquí seis de rango 3 o 4.
Al concluir el primer semestre, el ministro de Economía, José Luis Rodríguez, había advertido al parlamento de “ajustes y restricciones inevitables” por el alza mundial de alimentos y combustibles, las dos principales importaciones.
Aunque el gobierno anunció una ofensiva general para detonar la producción agrícola y abatir las importaciones, en el mejor de los casos sus resultados no se esperaban para este año.
Ahora hay que sumar el gasto operativo de la emergencia, más su prolongación por un tiempo indefinido entre la población damnificada; la reparación y reconstrucción de infraestructura eléctrica, hidráulica y de telecomunicaciones; el presupuesto actualizado de vivienda y la importación de alimentos, que añade reposición de pérdidas a las compras ordinarias.
Aún se desconoce un balance oficial de los daños económicos. La televisión dijo que hay cálculos de “tres mil, algunos hablan de 10 mil millones de dólares”. Fidel Castro había estimado entre tres mil y cuatro mil millones de dólares sólo el golpe de Gustav.
La principal fuente de ingresos del país es la de los servicios (médicos, asesorías deportivas, tecnológicas, industriales y de seguridad, entre otras), que se basa en la exportación de fuerza laboral en decenas de países. Pero ningún otro sector generador importante de divisas ha quedado a salvo de al menos un impacto parcial.
En el turismo, zonas de atractivos naturales como Soroa y Las Terrazas (Pinar del Río, occidente) tuvieron daños a la vegetación, cuya rehabilitación es de largo plazo; hubo una gran destrucción en ciudades muy visitadas como Camagüey (Camagüey) y Baracoa (Guantánamo), ambas en oriente. Hay impactos en hoteles de playa en Pinar del Río, Holguín (oriente), Cayo Largo (sur) y la cayería del norte de Ciego de Avila (centro).
Según fuentes del ramo, el golpe principal a la industria puede venir en los próximos meses por el abasto de alimentos, que ahora está bajo una gran interrogante. Aunque la temporada alta invernal (diciembre-febrero), la más productiva del año, estaba “muy bien vendida”, en el medio se teme que los factores anteriores, más el efecto sicológico de las imágenes del desastre, se traduzcan en cancelaciones.
El turismo fue el “motor” de la economía en la década pasada, pero cayó en 2007 por segundo año consecutivo, al perder la competencia con otros destinos del Caribe. Sin embargo, las autoridades habían lanzado una fuerte campaña de promoción para intentar revertir la tendencia.
La ministra de Industria Básica, Yadira García, informó que la planta de níquel Ernesto Ché Guevara, que opera la local Cubaníquel, sufrió el mayor daño de la industria y no hay fecha para que reanude sus actividades.
La Pedro Sotto Alba (inversión conjunta con la canadiense Sherritt) ya empezó a trabajar y la René Ramos Latour, de operación estatal, calienta sus hornos, indicó García. Las tres fábricas están en el oriente de Holguín, por donde entró Ike.
Cuba es uno de los grandes productores de níquel, el principal renglón de exportación del país. Los servicios, el turismo y el níquel son la columna vertebral de los ingresos del país. Otras fuentes menores de divisas son el azúcar, el tabaco y el café, que también resintieron daños.
El radio informó que unas 192 mil hectáreas de cañaverales fueron arrasadas y otras 108 mil quedaron inundadas y que cientos de ingenios y bodegas de azúcar resultaron dañados por el paso de Ike. Instalaciones ferroviarias y cientos de kilómetros de caminos asociados a la industria también resintieron perjuicios.
La superficie afectada equivale a casi la mitad de la que se destina al cultivo de la caña en el país. La caña está ahora en periodo de crecimiento y tendría que cosecharse a partir de diciembre.
Cuba había logrado frenar este año la caída en la producción de azúcar, al obtener en la última cosecha casi 1.5 millones de toneladas, su mejor resultado en tres años, que le garantiza el consumo interno (700 mil toneladas) y sus compromisos en el exterior, según informes oficiales.
El tabaco, que en esta época está en secado, y el café, que está llegando a la maduración en la planta, fueron dañados por los aguaceros y en ambos sectores las autoridades han anunciado que están en movilización para salvar todo lo posible de sus cosechas.
Gerardo Arreola
La Jornada
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