martes, septiembre 16, 2008

Cuba sin calma tras la tempestad

En Cuba hay voces que hablan ya de una situación similar a la vivida en momentos del llamado Período Especial, cuando la desaparición de la Unión Soviética y el Bloque Socialista, provocó una intensa crisis en el país antillano. En esta ocasión la alarmante situación no tiene su causa en situaciones políticas sino en las poderosas e imprevisibles fuerzas de la naturaleza. Hoy, al igual que entonces, la Revolución cubana está obligada a pasar una vez más una verdadera prueba de fuego: reconstruir y normalizar un país sumido en una realidad manifiestamente delicada.
Aun es pronto para tener cifras definitivas de las afectaciones, pero no hace falta la cuantificación exacta para darse cuenta de la verdadera trascendencia del paso de Ike por Cuba. A los nueve días de que el huracán Gustav arrasara campos, viviendas e infraestructuras en la Isla de la Juventud y Pinar del Río, este nuevo ciclón -con nombre de presidente norteamericano- ha cruzado la isla grande del Archipiélago prácticamente de punta a punta, afectando 1000 kilómetros de su extensión, es decir, el 90% de su territorio. Pese a ir reduciendo su impacto inicial, pasando de vientos de 180 a 130 km/h, las lluvias torrenciales y persistentes junto a los fuertes ráfagas fueron haciendo su trágico trabajo: miles de viviendas afectadas seriamente (más de 80.000 solo en la zona de Holguín, 13.000 de ellas categorizadas como “derrumbe total”), inundaciones generalizadas, infraestructura eléctrica y de comunicaciones destruida, cosechas arrasadas, serias afectaciones en escuelas, hospitales y centros de producción… Sin embargo, en medio del desastre, hay que volver a subrayar con mayúsculas que sólo la ética aplicada de un sistema de Defensa Civil que ha vuelto a ser un verdadero ejemplo (a pesar del consabido silencio mediático internacional), ha conseguido que la cifra de muertos sea realmente pequeña: cuatro fallecidos y veinte heridos leves, con una evacuación generalizada a lugares seguros de 2.615.794 personas (es decir algo más del 23% de la población total del país) en un intento manifiesto y logrado por preservar, una vez más, la vida humana.

Cuba devastada

Son muchos, urgentes y graves los problemas que debe afrontar el Gobierno cubano en los próximos meses. La limitación de recursos propios o el mantenimiento del bloqueo norteamericano deben convertirse, necesariamente, en elementos complementarios a la hora de mirar el futuro inmediato. Pero no pueden ser utilizados como excusas para la búsqueda de salidas a la grave situación abierta. Estamos hablando de pérdidas económicas que algunas voces sitúan en una horquilla que iría entre los 4.000 y los 5.000 millones de dólares. Cifras realmente muy significativas para un país como Cuba. Centenares de miles de casas destruidas o afectadas directamente en sus estructuras, cosechas completas perdidas cuyo destino directo era la alimentación de la población en los próximos meses, afectaciones importantes en escuelas y edificios públicos, suspensión de los sistemas eléctricos, telefónicos y de telecomunicaciones, interrupción y daños a la producción de tabaco, azúcar o níquel (principales productos de exportación)… Al listado irreversible de los perjuicios económicos debemos añadir el daño psicológico al que queda sometido una población que, una vez más, debe poner en marcha mecanismos épicos para afrontar una situación extrema. Una respuesta a la que, tristemente, no están acostumbradas otras naciones de la región como Haití, carente de un Estado real y totalmente vulnerable a la más leve perturbación climática. Cuba es otra cosa, pero eso no significa que el azote de dos huracanes prácticamente continuos en el tiempo –considerada ya la mayor catástrofe natural en el Archipiélago en los últimos 45 años- no genere serias alteraciones en los planes de transformación y cambios previstos por el nuevo Gobierno revolucionario para los próximos meses.

La ayuda internacional: entre la rapidez y el espectáculo

A las pocas horas de producirse el paso de Gustav, un grupo de países daba un paso adelante con las primeras y urgentes ayudas humanitarias, sin ningún condicionamiento, como es habitual en estas situaciones de emergencia. Mención especial en la solidaridad merece la pequeña y empobrecida Timor Lester (nación donde Cuba mantiene una brigada médica desde su independencia además de formar, simultáneamente, a varios cientos de jóvenes en especialidades sanitarias) quien donaba 500.000 dólares. También enviaban ayuda inmediata Brasil, Venezuela, China, Rusia, México, Argentina, la Unión Europea … El espectáculo, punto y seguido, se desataba en los Estados Unidos como parte de la intensa campaña electoral y, especialmente, en La Florida, donde un considerable porcentaje de la comunidad cubano-americana asentada en este estado solicitaba “un paréntesis en las diferencias políticas para ayudar a nuestros hermanos”, mientras que otros sectores insistían en profundizar las medidas de aislamiento contra Cuba en un momento como el actual, a la espera de la “fruta madura”. El Departamento de Estado de George W. Bush proponía ayuda humanitaria a distribuir por una “asociación civil neutral”, siempre que el Gobierno cubano permitiera la visita al país de un “equipo de evaluación humanitaria” con el fin de “inspeccionar las áreas afectadas”. La irrespetuosa propuesta era respondida a las pocas horas por el Ministerio de Asuntos Exteriores cubano criticando abiertamente la hipocresía estadounidense y pidiendo, simplemente, que si la preocupación era cierta la inmediata medida a adoptar era levantar el bloqueo o, en su defecto, la concesión de un permiso provisional a Cuba para la compra directa de materiales de construcción y alimentos en los Estados Unidos, así como la obtención de créditos privados. Finalmente, el gobierno de Georges W. Bush ha enviado una exigua ayuda de… 100.000 dólares, criticada incluso por sectores del exilio cubano en Miami habitualmente identificados con la política oficial norteamericana contra la Isla. Como contrapunto conviene recordar que tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, Cuba puso todos sus aeropuertos a disposición de los aviones estadounidenses, mientras que cinco años después, en el 2005, tras el impacto del huracán Katrina el Gobierno Revolucionario ofreció de forma inmediata el envío de 1.500 médicos sin ningún tipo de condición previa...
El espectáculo político propio de Estados Unidos sigue y se amplifica tras el paso de este segundo huracán, dejando en un plano secundario las preocupaciones humanitarias: La Iglesia católica, una coalición de organizaciones cubano-americanas e incluso un significativo número de políticos –como el representante demócrata por Arizona, Jeff Flake o el candidato presidencial Barack Obama- han solicitado a la Administración Bush que levante temporalmente las restricciones que limitan el envío de remesas de dinero hacia Cuba, la suspensión temporal del bloqueo durante varios meses o que se permita libremente, durante un tiempo limitado, los viajes de cubano-americanos a su país de origen, tomando en cuenta el precedente abierto en 1996 tras el paso del huracán Lili. Pero los sectores más reaccionarios siguen empeñados en negar cualquier gesto por lo que es más que previsible que, finalmente, todo quede de nuevo en un juego retórico sin aplicaciones prácticas.

Los retos de Cuba ahora y en el futuro

Bastante ajenos a estos debates, la inmensa mayoría de los cubanos de a pie mira su entorno observando lo que ha perdido y lo que hay que recuperar mientras confía en que la Revolución y su Gobierno no les abandone… Pero también son conscientes de que la economía del país no tiene en estos momentos la vitalidad ni las reservas suficientes para hacer frente a los urgentes retos de la reconstrucción. Los mecanismos de la solidaridad y la cooperación, que tanto ha fomentado la Revolución a lo largo de su historia en sus relaciones internacionales, van a jugar un papel realmente esencial. Ese importante sentimiento de no estar solos, unido al esfuerzo interno y a la extraordinaria capacidad de los cubanos y cubanas de crecerse ante las dificultades, son lo factores que pueden marcar la diferencia ante una situación realmente grave y urgente. En manos del Gobierno revolucionario queda la dirección y la gestión directa a corto plazo que va a requerir dirigir todos los esfuerzos a la normalización inmediata o, lo que es lo mismo, conseguir el retorno de la electricidad, comunicar las zonas aisladas, facilitar un techo provisional a los más afectados o garantizar la alimentación a toda la población. Paralelamente, hay que pensar en organizar con criterio y seriedad planes de desarrollo estratégico más ambiciosos que requieren de una base económica sólida y diferente, pues, como ha señalado el propio Fidel Castro en sus ultimas reflexiones, Cuba necesita por ejemplo de un millón y medio de viviendas sólidas (construcciones de mampostería) e infraestructuras soterradas (eléctricas, telefónicas y comunicacionales) que permitan resistir los embates de una naturaleza cada vez más agresiva y devastadora, a tenor de las variaciones climáticas mundiales. Ello requiere, sin duda, cambios de estrategias. Mientras tanto, las esperadas transformaciones internas quedan aplazadas ante las urgencias y necesidades del momento. Así, por ejemplo, ya se ha anunciado que el curso escolar se reinicia este lunes día 15, aunque no pueda ser en todo el país. Una muestra más de la búsqueda de una normalidad perdida que es imprescindible recuperar con urgencia.

Celia Hart: Muerte entre ciclones

Dicen que las desgracias nunca vienen solas y en este caso se ha confirmado el aforismo. Cuando en Cuba nos preparábamos para la llegada del huracán Ike, el diario Granma nos daba la inesperada noticia de la muerte en accidente de tráfico de los hermanos Abel y Celia Hart Santamaría. Hijos de dos reconocidos revolucionarios cubanos, su padre, Armando, fue uno de los más significativos dirigentes de la lucha clandestina y posteriormente, durante muchos años, Ministro de Cultura para actualmente ejercer como un intelectual de reconocido prestigio y divulgador incansable del pensamiento de José Martí. Su madre Haydee, aquella mujer valerosa que participó en el asalto al Cuartel Moncada y guerrillera en la Sierra Maestra, la inolvidable Haydee de Casa de Las Américas. Celia Hart Santamaría fue a su vez fiel a su tradición y en los últimos años sus reflexiones y escritos, ampliamente divulgados en numerosos espacios internacionales, eran un punto de referencia para muchas personas progresistas del mundo. Apasionada, polémica y directa, su voz crítica y comprometida nos ayudaba a entender los cambios y las transformaciones en la Isla, en el continente y en el mundo.
Celia dedicó sentidas y emocionadas palabras a la reciente desaparición física de Eva Forest, seguramente las mismas que ella misma se merece. Ahora habrá que imaginarlas a ambas sumidas en un apasionado debate allá donde estén…

Joseba Macías y José Miguel Arrugaeta
Gara-Rebelión

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