sábado, septiembre 06, 2008

El Socialismo, ¿medicina o enfermedad?

Es usual que en el debate ideológico entre el socialismo y el capitalismo, los defensores de este último recurran al argumento del "fracaso histórico del socialismo" así como al de la "riqueza producto del capitalismo".
Para sostener estos argumentos destacan el estado de empobrecimiento o subdesarrollo de los países que decidieron intentar el socialismo, en contraste con la riqueza y avanzado desarrollo de los países capitalistas. Cuba, por ser el caso más cercano, por tratarse de un país latinoamericano, es el ejemplo "perfecto" para reafirmar este argumento. Pero también se incluyen a otros países que se proclaman repúblicas socialistas o que alguna vez lo hicieron, como Corea del Norte, Vietnam, Laos, Camboya, Angola, Zimbabwe, Rusia, Ucrania, Rumania. El caso de China es obviado, por tratarse de un país que supuestamente ha abandonado el modelo socialista por el capitalista. En contraste Estados Unidos es presentado como el país que, gracias al capitalismo, ha conseguido el mayor desarrollo y un enriquecimiento sin parangón.
Es cierto que los países que han intentado el socialismo pueden ser calificados en muchos casos de países "pobres" al menos desde el punto de vista económico. Sin embargo el argumento es muy simplista por el hecho de confundir causas con consecuencias. ¿Es el socialismo, o el hecho de intentar el socialismo, la causa de la pobreza de estas naciones? ¿Estos países eran acaso ricos antes de intentar el socialismo, y se empobrecieron posteriormente? Y si así fue ¿puede responsabilizarse al socialismo de este empobrecimiento?
Imaginemos que un ser extra-terrestre visitara nuestro planeta para estudiar el comportamiento de los seres terrícolas. En algún momento se daría cuenta de que algunos humanos caen enfermos, de gripe algunos, de malaria otros, y así de SIDA, cólera, sarampión, dengue. Notaría también los síntomas de las enfermedades: la fiebre, la tos, hemorragias, manchas en la piel, protuberancias. Registraría las consecuencias de estas enfermedades, como el debilitamiento del cuerpo humano, las restricciones en sus actividades habituales, el dolor, y a veces, la muerte.
Nuestro ser alienígena también notaría que los humanos en estado de enfermedad tienen cierto comportamiento diferente al del resto. Se percataría del cambio en su alimentación, la ingesta de ciertas sustancias en forma de jarabes, pastillas, la aplicación de inyecciones, el reposo. Una observación superficial podría hacerle creer a este visitante que los medicamentos son los causantes de la enfermedad, ya que, como sabemos, muchos enfermos toman medicamentos. Si un observador se percata de que una primera persona está enferma y toma medicamentos, posteriormente se da cuenta de que una segunda persona enferma toma medicamentos; después de una tercera, una cuarta y otras observaciones similares, es comprensible que concluya que las medicinas son las causantes de la enfermedad.
Este es un error bastante frecuente cuando se hacen correlaciones de hechos. Si existe una relación entre dos hechos, en el sentido de que cuando se registra uno de ellos también se registra el otro, entonces existen varias explicaciones posibles. La casualidad es la primera explicación, que deberíamos descartar cuando el número de coincidencias es muy elevado. La otra explicación es que el primer hecho es el causante del segundo. También es posible que el segundo hecho sea el causante del primero. Otra posibilidad es que un tercer hecho, que no hemos tomado en cuenta, sea el causante tanto del primer como del segundo hecho. Normalmente podemos descartar un hecho como causa cuando sabemos el orden en el que ocurrieron los acontecimientos. Una causa siempre ocurre antes que su consecuencia.
En el caso de la medicina y la enfermedad, una buena observación nos revelaría que primero ocurrieron ciertos síntomas, quizás leves, y que a partir de éstos el enfermo decidió utilizar el medicamento. Es posible que síntomas posteriores hagan pensar que el medicamento los indujo, cuando en realidad los atenuó. Entonces una buena observación revelaría que ciertas personas con la misma enfermedad no tomaron los medicamentos y tuvieron síntomas aún peores.
Siguiendo la misma lógica podemos poner a prueba el argumento que relaciona al socialismo con la pobreza. Primero constatamos que, ciertamente, muchos países que intentan o intentaron el socialismo son países pobres y subdesarrollados. ¿Todos lo son o lo fueron? No. La Alemania del Este no podría decirse que era un país pobre o subdesarrollado. No puede hablarse de subdesarrollo en el caso de la Unión Soviética; era una superpotencia mundial, con una tecnología que rivalizaba con la tecnología estadounidense. Pero muchos países que lo intentan o lo intentaron sí eran muy pobres y subdesarrollados, países como Angola, como Vietnam, como Corea, países como nuestra Venezuela, nuestra Bolivia, nuestro Ecuador, nuestra Cuba. Y cuando decimos pobres nos referimos a la pobreza de su gente, ya que los recursos que estos países poseen son muchas veces enormes, pero son controlados por minorías. Para culpar al socialismo por esta pobreza deberíamos determinar si en realidad estos países eran menos pobres, o más ricos, antes de intentar el socialismo. Comprobamos que o nunca o rara vez es el caso. Todos los países donde han surgido revoluciones socialistas, han sido países donde la población se encontraba desde antes en condiciones económicas y sociales pésimas. La Inglaterra de los socialistas utópicos era un país que producía abundantes manufacturas a base de la miseria y del trabajo semi-esclavo de numerosos obreros. El París arrasado por la Guerra Franco-Prusiana dio lugar a la singular y efímera experiencia de la Comuna de Paris. La Rusia devastada por la Primera Guerra Mundial produjo la experiencia de los Soviets y la conformación del primer Estado autodenominado socialista, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La China y el Vietnam devastados por la Segunda Guerra Mundial y colonizados por diversas potencias extranjeras dieron lugar a sendas revoluciones socialistas. La Revolución Cubana, la Revolución Sandinista, La Revolución Angoleña, así como la Revolución Bolivariana, son el resultado lógico (dialéctico dirán algunos) de la pobreza, la respuesta de los pueblos a condiciones de vida deplorables. Es fácil comprobar en muchos de estos casos que las condiciones de vida de las personas mejoraron con respecto a las condiciones de vida anteriores a estas revoluciones. Las millones de personas alfabetizadas, que se benefician de sistemas de salud y educación gratuitos, así como de políticas de pleno empleo son los grandes beneficiarios de las revoluciones socialistas del pasado y del presente. Sin embargo no podemos decir que absolutamente todas las personas resultaron beneficiadas por estas revoluciones, no podemos decir que no se hicieron grandes sacrificios para lograr esas mejoras. Los detractores del socialismo pueden recordarnos las numerosas muertes producto de los conflictos que surgen junto a las revoluciones. ¿Pero estas muertes pueden imputársele al socialismo? ¿Es el socialismo responsable de la masacre contra los defensores de la Comuna de París? ¿Es el socialismo responsable de la invasión alemana a Rusia, de los bombardeos estadounidenses sobre Vietnam, de la invasión Sudafricana a Angola? ¿Es el socialismo responsable del bloqueo a Cuba, del sabotaje petrolero que destrozó la economía venezolana? La razón nos dice que los responsables son otros. No se puede culpar al socialismo por las atrocidades de la reacción, como tampoco podemos culpar a la libertad por las atrocidades de quienes pretender mantener la esclavitud y el yugo.
Tampoco podemos culpar al socialismo, sistema económico donde la sociedad controla los medios de producción, por los errores o crímenes de quienes se proclaman o proclamaron socialistas; de quienes a nombre de la sociedad, utilizaron los medios de producción para sus intereses particulares. Culpar al socialismo por las purgas de Stalin, por las atrocidades de Pol Pot, por el holocausto de los Nacional Socialistas, es como culpar al cristianismo por el genocidio de los colonizadores españoles en América y por las persecuciones de la inquisición en Europa, es como culpar a la libertad por la atroz guerra de Irak, es como defender la esclavitud basándose en la venganza desmedida de un esclavo en contra de la familia de un esclavista.
El tema de la riqueza producto del capitalismo es bastante ambiguo. No pocos defensores del capitalismo nos hacen notar la riqueza y el bienestar de las grandes ciudades de los países capitalistas. Nueva York, Hong Kong, Londres, París, Madrid, Amsterdam son mostrados como ejemplos "evidentes" de bienestar y riqueza. El problema es que se olvidan de que el mundo capitalista no se restringe a Suiza y a Canadá, a Mónaco y a Miami. El mundo capitalista incluye también a una India, a un Haití, a una Etiopía, a una Uganda, a una Kenia, a una Indonesia, a un Brasil, a una Venezuela, a una Colombia, a una Bolivia, a una Guatemala, incluye a un Petare y a un Antímano, a una Cité Soleil, a una favela Rocinha, una Cidade de Deus y un Alagados. La mayoría de los pobres de este planeta se cuentan entre los habitantes del mundo capitalista. No puede ser que se utilice el bienestar de una minoría para mostrar las bondades de un sistema, obviando por completo a la gran mayoría. De igual manera podríamos hablar de las bondades del sistema esclavista del Imperio Romano mostrando la riqueza de una Roma y obviando la esclavitud de los gladiadores que hicieron famoso a Espartaco. Igualmente podríamos hablar maravillas del sistema colonial que impusieron las potencias europeas en América si sólo nos fijáramos en los maravillosos palacios y jardines de los reyes, obviando la explotación de millones de indígenas, negros y mestizos en nuestro continente subyugado. Un análisis que sólo toma en cuenta determinadas realidades del sistema capitalista, como el caso de un país rico, sin tomar en cuenta las realidades implícitas de este sistema, como la pobreza de los países pobres, donde las transnacionales del país rico explotan materia prima y seres humanos, es un análisis falaz. Comparar en la actualidad la riqueza de Cuba con la de Estados Unidos para defender al capitalismo es equivalente a comparar en el siglo XIX la riqueza del Imperio Español con la del Haití de Petión para defender la esclavitud y la colonización.
El socialismo es la medicina para un mundo que padece la enfermedad de la desigualdad y de la injusticia

Jorge Luis Rojas D'Onofrio | Rebelión

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